martes, diciembre 31

La obra de otro Impresionista: Pissarro


Como otros años, en mi visita navideña a Barcelona, me acerco a Caixa Fórum, donde suele haber buenas exposiciones de arte. Esta vez he disfrutado de la obra de un impresionista algo más desconocido para mí que Renoir, por ejemplo. Por cierto, que Pissarro es menos colorista que su contemporaneo y colega. De hecho, parece más un fotógrafo que capta paisajes y escenas bucólicas de los alrededores de París, a finales del siglo XIX y principio del XX. 
NOTAS biográficas del pintor. 
                           Camille Pissarro
El pintor francés, Camille Pissarro es uno de los fundadores del Impresionismo. Era el mayor del grupo y el único que participó en las ocho exposiciones que celebraron.
Nació el 10 de julio de 1830 en Santo Tomás (Islas Vírgenes), era hijo de un próspero comerciante judío. A los 12 años viajó a París para realizar sus estudios y el ambiente de la ciudad despertó en él su interés por el arte. De regreso a Santo Tomás, su padre le negó el permiso para estudiar arte, por lo que trabajó en el comercio paterno mientras realizaba bocetos inspirados en la Isla. 
En 1852 fue a Caracas como ayudante del pintor dinamarqués Fritz Melbyl y allí pintó paisajes y escenas de costumbres. En 1855 se trasladó a París, estudió en la Escuela de Bellas Artes, en la Academia Suiza y más tarde, con el paisajista francés Camille Corot. Conoció a Monet, Cézanne y Guillaumin y frecuentó el Café Guerbois, donde se reunían un gran número de artistas y escritores para discutir ideas. 
 Viajó a Londres y allí coincidió con Monet, juntos hicieron estudios de edificios envueltos en nieblas. A su regreso a Francia se unió a Manet, Monet, Renoir, Sisley y Guillaumin y decidieron formar un grupo. Así nació el impresionismo.
Hasta esa época, sus obras se asocian a la Escuela de Barbizon. Influido por Corot y Courbet, pintó con una gama sobria de verdes y grises. Pero, poco a poco, su paleta irá adquiriendo luminosidad.
Durante la Guerra Franco-prusiana (1870-1871), marchó a Inglaterra. A su vuelta, su casa había sido saqueada y parte de sus pinturas estaban destruidas. Atraído por los paisajes, decidió alquilar una casa en Pontoise. 
 Entre sus temas, destacan los relacionados con la vida natural y rural. En sus escenas representa casas, árboles, campos, montones de heno y campesinos trabajando.
Más tarde, influenciado por Seurat y Signac, experimentó el puntillismo, que consiste en lograr las formas mediante el uso de pequeñas gotas de color yuxtapuestas. Las críticas recibidas lo llevaron a abandonar esta técnica y a retomar el impresionismo. 
 Cuando su enfermedad ocular empeoró tuvo que abandonar la pintura al aire libre y centrarse en escenas urbanas. Se trasladó a Ruán y pintó excelentes vistas de la ciudad y de su puerto, y después pasó a París, donde murió en 1903.
Castaños en Osny. Pissarro

 FUENTE: http://www.arteespana.com/camillepissarro.htm

viernes, diciembre 13

Otro tiempo entre costuras



Otros tiempos… entre costuras

Esta noche, después de quedarme encandilada con las hermosas imágenes de la serie de televisión El tiempo entre costuras, me han asaltado algunos recuerdos de adolescencia que permanecían a la espera de salir algún día a la luz. Vuelve esa suave melancolía que forma parte de mí; es una sensación muy dulce, que me lleva a mirar fotos y recuperar algunas imágenes perdidas.

Puede ser que volver con cierta asiduidad a mi pueblo de origen, algo que está sucediendo en los dos últimos años, esté teniendo influencia en mi espíritu, como digo,  de naturaleza melancólica.  Tengo una necesidad de recuperar el pasado; siento una gran curiosidad por recordar cómo era esa Teresa-Tere,  niña-adolescente, de la que me han quedado muy pocas imágenes, ya que en esos años no era fácil tener fotografías. He olvidado muchas cosas, aunque también han quedado en mi memoria algunas ideas sobre mi persona que no sé cómo fueron calando en mí, hasta convertirse en realidades. Una de esas ideas es la que estos días me ha asaltado, se refería a mi aspecto. 

Siempre he pensado que era una adolescente más bien tirando a feíta… o mejor dicho: sin gracia ni atractivo; sin esos atributos que hacían que mis amigas recibieran mensajes secretos, cartas de un amor un tanto empalagosas, de las que, finalmente todas nos reíamos. Yo no recuerdo haber tenido ese tipo de enamorados, dispuestos a ponerse en ridículo por mí.  Además, guardo alguna foto de grupo, en la que no salgo especialmente bonita, vaya, yo diría que salgo horrorosa, con cara de estar pasando la edad del pavo y un flequillo de esos de escalera que, sin saber por qué,  mi madre me cortaba y se quedaba tan “pancha”. He pensado que sería uno de esos días en los que la cámara tendría mejores ojos para mis acompañantes, algunas de ellas monísimas,  en una tarde de verano, en el parque de la Pililla.  
 Pero esa percepción mía no parece que responda a la realidad.  Lo mismo que esa foto del parque con mis amigas, me deja en muy mal lugar, hay otra, recuperada hace muy poco a través de una carta que me llegó a casa como un regalo del cielo. En ella, aparecemos un pequeño grupo de chicas, muy jóvenes. Se trata de un taller de costura; el típico taller dirigido por una  mujer joven, la que aparece al fondo,  detrás de la máquina, con pelo largo. 

Miro y remiro la imagen en blanco y negro, y me veo ahí,  sentada,  hilvanando la aguja y mirando de reojo a la cámara, con esa media sonrisa de interesante y me digo a mí misma: ¡Mujer,  pero si eras monísima! Vaya, que en un instante ha desaparecido esa niña casi invisible que creía ser y he dejado pasar a una Teresa algo presumida y seductora. ¡No me lo puedo creer!

Como Sira, la protagonista de la novela de María Dueñas, las aprendizas de los talleres de costura,  en otros tiempos, aprendíamos no sólo a coser dobladillos, a hacer ojales, a sobrehilar, a hilvanar… en fin, esas cosillas que luego ayudan tanto en los arreglos de pantalones y faldas. La vida cotidiana de un taller es rica en experiencias; como lo es cualquier espacio de relación laboral o de otro tipo. Y yo empecé a hacerme mayor, entre costuras; al hilo de las conversaciones un poco picantes, muchas veces, y vigilando el momento en el que pasaría el muchacho por el que alguna suspiraba, de camino hacia el rio Cuadros, donde tanta gente tenía sus huertas o sus olivas.  

 Por cierto: había olvidado que con apenas trece años también estuve en otro taller de costura en la ciudad de Jaén. La maestra se llamaba Clara. Una mujer corpulenta, cariñosa y estupenda modista. Se había quedado viuda muy joven y tenía dos hijos gemelos de unos veinte años, y una chica, Pilar, algo mayor que yo, con la que aprendí a moverme por la capital con soltura y algunas cosas más, como por ejemplo, que se había estrenado en esos días una maravillosa película: West Side Story, mejor dicho: Amor sin barreras, que es como ella la titulaba, en Español, claro. 
Escena de West Side Story
Una de las tareas que me competían como aprendiza, era acompañar a la modista a las casas de la burguesía local a probar los vestidos a las señoras. Nos teníamos que desplazar muy lejos y lo que más me asombraba de nuestras visitas profesionales, era el lujo en el que vivía  aquella gente. Eran pisos modernos y amplísimos, seguramente construidos a principio de los sesenta, aprovechando un momento de desarrollo y extensión de la ciudad.   Son recuerdos algo  borrosos, pero que me han asaltado justamente mientras veía la serie de televisión.

La historia de la relación de mi familia con Clara, mi maestra,  es muy curiosa, aunque seguramente si vivieran mis padres me podrían aclarar algunas cosas. Era amiga de mi padre. Se habían conocido durante la Guerra Civil. Ignoro por qué él tuvo tanta relación con varias personas de la capital, porque recuerdo a otra familia que regentaba una droguería, con los que se llevaba muy bien. Había mucho cariño entre ellos, y siempre  que nos desplazábamos a Jaén, les hacíamos una visita.  Y esa fue la razón de que yo aprovechara los meses de estancia en la ciudad para aprender algo de costura, al lado de Clara, de la que también guardo un gratísimo recuerdo.  

Después de tantos años, cuando viajo a la capital, identifico perfectamente el barrio donde estaba situada la casa de Clara: Belén, se llamaba;  y el camino que yo seguía diariamente, desde el centro, justo al lado de la iglesia de San Bartolomé, donde vivíamos nosotros.
Iglesia de Belén
 Y pienso en cómo aproveché el tiempo, en el empeño de mi madre, para que sacara de aquellos meses lo mejor de lo que la ciudad nos ofrecía. Así que, por la tarde,  asistí a una academia de mecanografía. Cuánta razón tiene mi hermana cuando me dice lo sabia  que era mi madre. Sí, porque, a pesar de las pocas posibilidades que nos daba el medio rural y la época,  pensó en alternativas; me abrió puertas para poder ganarme la vida. Probablemente presentía que no nos quedaríamos para siempre en el pueblo y que iba a necesitar otras habilidades para sobrevivir en otro contexto. Y fue así. Si a la niña del taller de costura le hubieran dicho entonces que a los cincuenta años estaría dando clases en la Universidad... O que un día no muy lejano escribiría un libro... No me lo hubiera creído. Eso de que el destino de cada cual está escrito no me convence. Más bien tiendo a pensar que cada cual escribe su propia historia.   
Conferencia en una universidad de Chile (a la derecha)

Ahora que, tampoco exageremos: la vida novelesca de Sira… eso, la verdad es poco probable que le pase a alguien. De modistilla de taller,  a espía internacional… ¡Increíble!

miércoles, diciembre 11

Llegó Marina y yo soy su abuela



¡Cómo pasa el tiempo! Cuarenta años desde que tuve mi primer hijo... y hoy, día nueve de diciembre de 2013 he pasado a ostentar otro título. Sin que pueda remediarlo, ya soy la abuela Teresa.  ¡Ooooooh!  ¡Dios mío! Ahora lo del pelo blanco ya no es más que una señal puramente estética; incluso puede resultar glamuroso, si consigues peinarlo con cierta gracia… Y las arrugas… y el dolorcillo en la rodilla, que de vez en cuando viene a dar la lata. 
Con mi hijoManolo cuando sólo tenía un año
Todo eso lo he ido asumiendo poco a poco, sin preocupación, sin sentirme por ello una mujer mayor. Mi espíritu permanece terso, sin patas de gallo, abierto a la vida. Soy una mujer entusiasta, que se ilusiona fácilmente con las cosas. Mi caminar es ligero, seguro, sin signos de estar metida en la sesentena. Tengo vida propia; actividades que me mantienen en relación con  gente joven y con la realidad social de mi entorno, así que no estoy permanentemente preocupada por lo que hacen mis hijos, ni les doy la lata con mis llamadas y exigencias.  
Mi vida profesional
 Tengo suficiente con saber que tienen herramientas intelectuales y emocionales para construirse una  vida digna, lo cual no significa que estén protegidos del sufrimiento; que no tengan que luchar, como yo misma lo he hecho, por conquistar sus sueños. Muchas veces tendrán que levantarse tras sufrir algún tropiezo con la parte más oscura y terrible de la vida, y otras, experimentarán eso que llamamos felicidad, y que casi siempre son pequeños, pero maravillosos instantes que no podemos dejar escapar. Bueno… bueno… Y todo este discurso, cuando sólo quería expresar esta mezcla de sentimientos que van desde el estupor a la emoción contenida,  ante una noticia que me ha colocado de golpe en el pelotón de las “agüelitas”; esas mamás que van camino de la vejez. 

Digan lo que digan, esa es la realidad que tengo que ir asumiendo, pero estoy segura de que cuando vea a mi pequeña Marina y pueda cantarle una nana, se me hará mucho más llevadera. Puede que incluso acabe, como tantas yayas, con la baba caída y hablando de mi niña desde la noche a la mañana. ¡Ay señor, cómo pasa el tiempo!                       

                                               Tus hijos no son tus hijos


Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.


 (El Profeta. Kahlil Gibran)

domingo, diciembre 8

Las zambombas jerezanas: una Navidad diferente

Querida Ángeles: Pensarás que estoy un poco loca. Eso de seguir escribiéndote, te debe parecer un poco absurdo, porque allí donde estés,  ni te hacen falta las cartas, ni tienes necesidad de comunicarte con nadie. Todo ha acabado para ti, o al menos es lo que parece, pero ¡quien sabe!, yo al menos quisiera creer que no desaparecemos del todo. Desde luego eso es así en un sentido: cada cual deja una huella en los demás y eso hace que, de algún modo, la muerte no sea completa, sino sólo un asunto puramente material. Tú sigues viva en mí; y eso será más cierto si de vez en cuando se me ocurre contarte mis cosas; hacerte partícipe de mis alegrías y de mis penas, mandarte mis relatos de lo cotidiano, retratos de esos momentos mágicos y únicos que me gusta compartir con mis amigas… 
 Ya llevo ocho años en Jerez, esta tierra, que, como sabes, elegí para vivir la penúltima etapa de mi vida (espero). A pesar de que ya no es todo tan nuevo, todavía sigo disfrutando de las pequeñas cosas que suceden en este tiempo de alegría y de locura consumista. Procuro vivir lo primero y huir de lo segundo, aunque no siempre lo consigo.
 No es difícil impregnarse del aire festivo de las noches de fin de semana. Grupos de personas de todas las edades y condición, se reúnen alrededor de una hoguera con la única finalidad de cantar a la Navidad. Son las zambombas jerezanas; una de las fiestas populares con las que más disfruto. Si, ya sé que tu no eres nada folklórica…, bueno, más bien todo lo contrario.
Seguramente hizo mella en ti esa imagen estereotipada y tópica de Andalucía, propia de la época que te tocó vivir. También yo he tenido mi momento crítico y he huido durante años de esa falsa imagen, aunque ahora compruebo por mí misma que los tópicos tienen una base real.  Las zambombas son una buena prueba de ello. Te aseguro que no hay nada de falso en esa bella imagen de una muchacha morena, de ojos brillantes, que baila al compás aflamencado de las canciones navideñas. 
 
Los ojos del público se dirigen a ella y casi nadie escapa a la magia de sus movimientos naturales; el baile sale de su interior y se convierte en un precioso regalo que los asistentes al acto agradecen con aplausos y palabras de admiración hacia la joven. La única diferencia entre esas escenas del cine, tantas veces proyectadas en los años cincuenta y sesenta, en que una actriz, vestida de gitana, baila alrededor de una hoguera, es la indumentaria: el traje ha sido sustituido por un pantalón vaquero, con la cintura muy baja y las cintas del tanga de colores a la vista. Y la acción sucede en directo, en plena calle, una noche cualquiera del mes de diciembre, con una mezcla de aromas y sonidos que, a mí particularmente, me trasladan a otro tiempo.    
Te parecerá una tontería, pero después de un momento como el que te relato, de vuelta a casa, me siento impregnada de esa alegría del ambiente, y doy gracias a la vida por haberme permitido volver al sur. Estoy viviendo otro tiempo y quiero disfrutarlo, experimento emociones desconocidas… quizás olvidadas,  pero las siento como algo tremendamente terapéutico.  
Pues nada, que por hoy te voy a dejar. La próxima semana me marcho a Barcelona a pasar las fiestas. Ya te contaré.  Sabes que te recuerdo, y que echo de menos tus hermosas cartas.  
Un abrazo
TERESA               

jueves, diciembre 5

Descubrimientos artísticos: Baldomero Romero Ressendi


Baldomero Romero Ressendi (Sevilla, 20 de enero de 1922 - Madrid, 11 de abril, 1977). Pintor español. Puede considerarse a Romero Ressendi como el último gran talento de la historia de la pintura sevillana cuyo temperamento genial le llevó a ser víctima de un sino adversario que malogró sus enormes posibilidades artísticas.
Nació en Sevilla en 1922 y murió en Madrid en 1977, después de agotar sus días en una existencia bohemia y desordenada. Su formación se realizó en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, donde reveló un excepcional talento artístico que no fue entendido por sus maestros, que en todo caso advirtieron en su arte en sentimiento extravagante. 
Desde sus inicios Ressendi se manifestó artísticamente dentro de los márgenes de un expresionismo de herencia barroca, al que aplicó sus extraordinarias facultades de dibujante y su desbordante imaginación. Así pudo configurar un mundo de formas y conceptos que rezumaban sensaciones violentas y amenazantes, subrayadas por tonos cromáticos macilentos y apagados que reforzaban el sentido patético de sus escenas. Fue Ressendi admirador de Valdés Leal, Rembrandt y Goya, de donde obtuvo diferentes registros expresivos que oscilan del sentimiento melancólico y trágico de la vida a la visión escatológica y deforme de los seres humanos en sus aspectos exteriores y de los sentimientos que albergan en sus ánimas. Todo este desbordante acervo expresivo fue captado por Ressendi a través de una extraordinaria facilidad para componer sus escenas y para configurar las fisonomías de los personajes que se integran en ellas, los cuales poseen siempre gestos físicos y actitudes anímicas perfectamente definidas y matizadas