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martes, abril 12

Mi abuela era como un ángel

"Mi abuela era un Ángel” A Isabel se le iluminan los ojos… y se le humedecen, mientras nos ofrece imágenes de una vida humilde, pero donde no faltó nunca el amor y un plato de comida en la mesa. Nació en una mala época, plena posguerra, y perdió a su madre siendo muy niña. Su abuela, supo suplantar el cariño y el cuidado materno, con su fortaleza, su coraje... y su amor, que ofrecía a diestro y siniestro; mientras se ganaba la vida con el trabajo agotador de la mujer que no dispone más que de sus manos, un cuerpo fuerte y una voluntad de hierro.
Isabel
Su cabello completamente blanco, y siempre bien arreglado, enmarca un rostro aún bello, a pesar de sus más de setenta años. Llaman la atención unos ojos clarísimos, que debieron ser su mejor arma de seducción en otro tiempo. A primera vista, Isabel es una mujer imponente, altiva, incluso algo distante. Pero a medida que vamos creando un espacio de confianza y confidencias, muestra esa otra naturaleza suya, la más íntima y quizás la más auténtica. Isabel entra en el mundo de las confidencias… sin miedo ni artificios, de una forma sencilla y directa. Tiene una sensibilidad muy acusada y sus emociones hacen que se le rompa la voz cada vez que vuelve la mirada a su vida con la abuela; pero también se le alegran los ojos cuando escucha a Antonio Machín cantar eso de “Mira que eres linda”. Escuchando a sus cantantes preferidos se le ensancha el corazón de gozo; quizás porque esas músicas están ligadas a momentos felices, a la historia de amor que tan feliz la ha hecho y que apenas acaba de perder: un marido de los que no hay, eso parece, cuando exclama emocionada: “Mis hijos… yo quiero mucho a mis hijos, pero mi marido… eso no se puede explicar”... y una tímida lágrima resbala por su mejilla. 

viernes, agosto 15

Coser y C@ntar. Rememorar, narrar y compartir lo vivido

Este proyecto ha sido concebido como un espacio de conversaciones entrecruzadas entre mujeres. "Coser y Cantar" está inspirado en una novela americana del mismo título. Se trata de una pequeña obra, cuyas protagonistas son un grupo de mujeres que han pasado ya la sesentena y que se reúnen cotidianamente con la excusa de elaborar una colcha con trozos de distintas telas, colores y dibujos (Paswork). Pero en realidad las tardes de estas mujeres se convierten en un espacio para poder recordar, narrar y compartir sus vidas, entre ellas y con una joven que pretende hacer una tesis de Antropología y le interesa el estudio de las labores y las tradiciones femeninas. El proceso de narración que emprenden, animadas por el interés antropológico de la joven (nieta de una de ellas), les lleva a bucear en las vidas personales de cada una, descubriéndose de esa forma un universo rico y variado. Los trozos de vida de las mujeres componen un Paswork, semejante a la labor que van realizando, al hilo de la conversación. La belleza está precisamente en la variedad de experiencias, de recuerdos, de sentimientos y emociones que aparecen en el grupo. No hay juicios de valor sobre lo que se hizo o se dejó de hacer, sobre las decisiones, los errores y los aciertos de cada una de ellas, sino un tapiz hermoso, lleno de vida, con sus alegrías y sus tristezas, con los momentos de felicidad y de dolor. En definitiva, sin querer ser una terapia, aquellas tardes alrededor de la labor, fueron un bálsamo perfecto para las heridas que habían quedado abiertas o sin cicatrizar suficientemente. Y lo más sorprendente, aquella joven que idealizaba el amor y huía del compromiso, la perpetua estudiante que no acababa su tesis por exceso de miedo y perfeccionismo, aprendió una gran lección a través de la vida de aquellas mujeres: Nada ni nadie nos va a evitar el riesgo, el vértigo y el dolor que implica vivir.

Tejiendo historias al hilo de la conversación

“Nuestras emociones podemos recuperarlas a veces, pero muchas otras se nos diluyen; a veces podemos traer ideas al momento actual, pero otras nos resulta muy difícil hacerlo. No tenemos la seguridad y fortaleza del hábito. Y la memoria se hace todavía más débil, y se diluye más aún, cuando entramos dentro del terreno espiritual, dentro del individuo. Allí los recuerdos son cada vez más borrosos; tenemos experiencias pero no las podemos precisar. A este tipo de memoria, le llamamos "reminiscencia". No es un recuerdo, no tiene ni la fuerza ni el peso del hábito, no tiene la claridad de un sentimiento, una emoción o una idea que podemos actualizar; tiene existencia pero es como una nube que al querer atraparla se nos escapa” (Delia Steinberg)