viernes, febrero 19

Carta a mi madre

Querida madre: Hoy es diecinueve de enero, tu cumpleaños. Curiosamente esa es una fecha que no solías celebrar mientras fuimos niños; tampoco en épocas  posteriores, siendo nosotros jóvenes. Y es que la tradición era celebrar el santo. Luego, al hacerte vieja, coincidiendo con los meses de invierno en que pasabas un tiempo con nosotros, cambiamos la costumbre y empezamos a festejar ese día, incluso comprábamos un pastel y tú, como una niña, soplabas las velas. 

La verdad es que no sé por qué me he acordado de esta fecha. Siento que a medida que cumplo años estás más presente en mi vida, aunque sólo sea para recordar las sentencias,  los dichos y refranes con los que tantas veces cerrabas las conversaciones. De vez en cuando me sorprendo a mí misma diciendo:
-           
                             Como decía mi madre…
  
Ya ves…, más o menos como tú hacías, refiriéndote a tu padre, tus tíos,  o tu abuelo. Yo no comprendía mucho cómo después de tantos años siguieras tan vinculada a los tuyos; pensaba que cuando uno se hace adulto el vínculo primario de la familia de origen pasa a segundo lugar para dar paso a los afectos y los apegos más cercanos: los hijos, el marido…, los nietos… Si me oyeras, seguro que te sonreirías con ese gesto tan tuyo, entre irónico y malintencionado, que expresaba algo así como:
-          Ya te lo decía yo… ¡qué sabréis vosotros! 

Esa actitud, como ya debes saber, me ponía nerviosa. No soportaba tu necesidad de quedar siempre como la más lista; esa pretensión de conocer las triquiñuelas y las intenciones (sobre todo las malas) de la gente que nos rodeaba. Ahora, incluso mi hermana acepta que quizás tenías razón en muchas cosas, claro que, como todo hijo de vecino,  nos estamos haciendo mayores  y quizás menos confiadas y transparentes. 
También los años nos están enfrentando a experiencias que tú habías pasado: los hijos crecen y pasan por etapas difíciles de sobrellevar. Los padres nunca estamos en el mismo universo de valores que ellos; incluso a los más abiertos nos cuesta estar de acuerdo con la imagen física de los jóvenes; el tipo de diversiones, la forma cómo se relacionan con sus amigos… En eso tengo que admitir que tú lo pasaste francamente mal. Para una mujer nacida y educada en la estrechez moral del mundo rural y católico, no fue fácil tener que cambiar de vida y trasladarte a la gran urbe. Los años sesenta y setenta en Barcelona… Para nosotros, los jóvenes que llegábamos del campo todo era un acontecimiento y éramos capaces de absorberlo todo con más o menos esfuerzo. Sin embargo, para vosotros, pasar a ser personas anónimas, no conocer al vecino, o no poder controlar con quien estaban vuestros hijos…
 Porque la ciudad tenía esa imagen de lugar peligroso en la que te podían robar, como mínimo; pero te podían pasar otras muchas cosas, que no se nombraban, que ni siquiera se sabía muy bien qué podían ser, pero ahí estaba el peligro; ese era el gran miedo y como consecuencia, la necesidad de control. Querida madre, tú no tienes ni idea de lo que tienen que admitir los padres de ahora. Los cambios en las costumbres ahora son vertiginosos y algunos tienen que ir a la misma velocidad de los chicos, si no quieren perderlos para siempre. Además, la autoridad está totalmente en crisis y ya no sirve eso de: ¡a las 10 en casa! ¡Qué va…! Ahora las niñas de 16 años salen a divertirse a las 12 de la noche, así que imagina a qué hora vuelven… En fin, que no voy a darte la lata con estas cuestiones, que, por otra parte, ya te dio tiempo a comprobar por ti misma, aunque con tus nietos, y algo más mayores.
Nosotros, en esa época, me refiero, en la adolescencia y primera juventud,  éramos verdaderos ángeles. Yo desde luego lo era y no creo que se pueda valorar como una virtud; era miedo, madre, el mismo miedo que tú me transmitías; la necesidad de estar a la altura, de responder a lo que me pedías. 

Recién llegada a Barcelona 1966. Estrenando los primeros tacones con 16 años
Pero me parece que me estoy apartando del tema. Lo que te quería explicar es que ahora, como padres, experimentamos eso que tú pasaste: dejar de ser el centro en la vida de tus hijos; darte cuenta de que tus valores no cuentan para ellos, o cuentan muy poco;  verlos alejarse y establecer otros vínculos  y crear su propio espacio vital. 
Cada uno en su época tiene que pasar por esa pérdida y yo soy muy consciente de que para ti seguramente fue mucho peor que para mí. Sí, porque tú sólo tenías  esa labor: la de alimentarnos, cuidar de la casa y hacer de nosotros personas “Como Dios manda”. Por eso fue tan difícil para ti renunciar a tenernos cerca y dirigir nuestra vida. Yo, sin embargo, me he ido creando mi propio espacio profesional e íntimo, paralelo a esa educación, de la que también me he ocupado. Sin embargo, mi vida tiene sentido, a pesar de que ya he dejado atrás ese rol. Y mira mamá, lo que sí he decidido firmemente, después de la experiencia como hija de madre muy apegada y demasiado dependiente, es dar libertad a mis hijos. En eso ha sido providencial marcharme de la ciudad donde ellos viven. Les he dejado el campo libre. Ellos organizan sus vidas como mejor les parece y yo los sigo muy de lejos. Saben que estoy aquí, disponible para cuando me necesiten, pero no se ven obligados a estar dando respuesta a mi necesidad de verlos, o de ejercer de madre de arroz de domingo.  Y estoy contenta mamá, porque ya he tenido bastante con esa sensación tan desagradable que siempre he tenido respecto a ti, de no poder tenerte contenta con nada; de no poder responderte en la medida que tú necesitabas, porque nosotros éramos tu vida, esa es la verdad, y es comprensible.  En fin, querida madre, que de algo tiene que servir la experiencia.  Tú no querías para nosotros lo que habías vivido como negativo en tu vida de niña y jovencita. Yo tampoco quiero para mis hijos el peso de una obligación respecto a mí. Quiero que me quieran, me respeten y deseen verme, aunque sólo sea en Navidad, que siempre queda bien y se llevan algún regalito.
Querida madre. Te recuerdo diariamente y ojalá estuvieras aquí para poder comprarte esa  tarta tan dulce con sus 91 velas.

Tu hija,   Mª Teresa

miércoles, febrero 17

De desastres, crisis, y "cachondeo" gaditano

Querida Ángeles:
La verdad es que me gustaría poder hablar contigo de tantas cosas…algunas de ellas muy preocupantes, como la crisis que está afectando, sobre todo a las personas con situaciones vulnerables; algunas de ellas las tenemos cerca,  pueden ser vecinos o conocidos. Te aseguro que no hace falta irse tan lejos… Haití. Sabrás que Haití ha sufrido un grandísimo terremoto y especialmente su capital ha quedado totalmente devastada y su gente, te puedes imaginar… hambre, enfermedad, muerte, huérfanos, lisiados… El sufrimiento no puede ser mayor y además televisado en directo.
 Ese país tiene encima un grave problema, que por cierto no es nuevo, porque antes de la catástrofe, era uno de los países más pobres del mundo y nadie se acordaba de ellos.  En esta foto ya se ve cómo era antes un barrio de su capital. No se puede decir que estuvieran nadando en la abundancia, ¿verdad…?


Pues eso, que nadie hablaba de esa zona del mundo hasta que la televisión nos ha metido en el salón de casa el desastre. Ahora todos somos muy buenos; todos nos sentimos solidarios y queremos quitarnos la mala conciencia, contribuyendo con dinero a la reconstrucción de esa sociedad. Me pregunto qué va a pasar con todos esos miles…, quizás hasta millones de euros. Veremos dentro de un tiempo, cuando podamos ver las imágenes de las ciudades Haitianas, qué es lo que se ha hecho con todo ese esfuerzo internacional. Las buenas intenciones, querida amiga, creo yo que son poco eficaces para resolver la miseria del mundo. Los gobiernos de estos países no sé exactamente qué hacen, pero no creo que puedan gestionar todo lo que están recibiendo. Vaya, que no creo que la solución a la pobreza de Haití sea la caridad, o eso que ahora llamamos Solidaridad… en fin, no tengo la solución, pero me temo que no vamos por buen camino.
Te aseguro que no es nada edificante ver esas imágenes en la tele;  los camiones llenos de alimentos y la masa matándose para poder tener algún saco y dar de comer a sus hijos. De verdad, Ángeles, que eso no es forma de repartir los recursos que llegan de todo el mundo, que esa no es manera. Y eso es lo que me hace pensar qué va a pasar con ese país cuando acabe esta fase de estar en el escaparate mediático. 

Cada cual puede hacer lo que le parezca, faltaría más: dar dinero, ingresar en una cuenta del banco, asistir a un concierto benéfico… y demás actos benéficos con los que los humanos solemos expresar los buenos sentimientos: la generosidad, la compasión,  el altruismo… Todo mi respeto para todo el mundo, aunque no piensen ni hagan lo mismo que yo.
Pero a mí, personalmente me afectan esas historias más cercanas;  esos dramas que tienen rostro y nombre propio y que me hacen plantearme cual es la deber para con los demás. Así  que procuro ayudar en lo que puedo en ese ámbito más próximo. Es una responsabilidad que no puedo ni quiero eludir.
Pero vamos, es un tema demasiado delicado y triste. Por eso, voy a pasar al relato de la fiesta y el “cachondeo” de los gaditanos. 
Te cuento: el domingo pasado se celebró el Carnaval en Cádiz. Ese día  los gaditanos se echan a la calle. La ciudad se viste de colores y música y recibe a todos aquellos que desde otras poblaciones cercanas o de países lejanos, quieren compartir con ellos ese rito anual consistente en reírse de todo; en sacarle punta a cualquier noticia, a los problemas que preocupan a los ciudadanos. Se meten con los políticos, el clero, los artistas, los personajes del cotilleo nacional; le ponen picante a las relaciones amorosas con todo el descaro de que son capaces. Desde luego se trata de un carnaval deslenguado, desvergonzado, irreverente y eso sí, participativo y lleno de imaginación. Este año lo he vivido junto a una amiga de mi pueblo, que se vino a vivir a El Puerto de Santa María cuando era muy joven. Ahora nos hemos vuelto a encontrar y,  siempre que podemos, compartimos algunas tardes de cine, o fiestas como ésta.                    
Una de las cosas que me ha llamado la atención es la incorporación de las mujeres a las chirigotas y comparsas. Las hay mixtas o sólo de féminas.  En eso empieza a haber un cambio, ya que tradicionalmente eran los hombres los que salían a la calle y concursaban en el Teatro Falla.  Es curioso cómo cambian las temáticas que cantan unos y otros; hasta en eso podemos hablar de diferencia de género. Lógicamente, las chicas suelen tratar los temas que en la vida cotidiana afectan a las mujeres. Me emocionó escuchar una canción en la que contaban el drama de las madres que tienen que levantarse al alba y dejar a sus hijos con alguien para irse a trabajar. Aunque el tema es de lo más cotidiano, lo verdaderamente hermoso es el lenguaje que utilizaban y los gestos tan expresivos. Precioso de verdad.
Si alguien quiere aumentar su nivel de Serotonina,  te aseguro que la inmersión en este tipo de fiestas puede ser una solución. Ya sabes que la Serotonina se la considera la hormona del bienestar y de la felicidad. Algunos, como yo, por ejemplo, nos volvemos locos por el chocolate, otros, creo que acuden a los plátanos o a la pasta, para equilibrar el estado de ánimo, pues los gaditanos y también los jerezanos, no  creo que tengan que acudir mucho ni a las drogas ni a esos alimentos para estar contentos. Y eso que dicen que hay crisis... Pero amiga mía, hace unos días escuché algo muy sabio de un hombre senegalés con el que estuve participando en un programa de radio. Estas más o menos fueron sus palabras: "A los que hemos vivido siempre en la crisis no nos asusta esto que pasa ahora. Para nosotros lo normal es vivir en crisis... seguimos igual que siempre"  Me pregunto si esto no lo podrían decir muchos andaluces y españolitos de los que por diversas razones, larguísimas de contar, se han ido adaptando a una situación de supervivencia básica.

Precisamente de esa alegría de vivir de los gaditanos hablábamos mi amiga y yo el domingo, escuchando y contemplando con la boca abierta la genialidad de las comparsas, pero también la comunicación que se establece entre la gente de la calle, los que teóricamente van de espectadores, y los artistas. Desde luego es una fiesta participativa, en la que acabas hablando con todo el mundo. Las mismas agrupaciones y comparsas (que no sé exactamente la diferencia)  respetan y  acompañan los estribillos de los coros ilegales, unos grupos que se reúnen sólo por el gusto de cantar por toda la ciudad y que cuentan con la simpatía del público, porque con pocos medios y mucho ingenio, ofrecen un espectáculo muy divertido y participativo.  De esta forma lo presentan ellos, en un folleto. Fíjate que el final refiere a esa unión entre la gente que participa en el festejo. No se puede expresar mejor.

"Llegó el dios momo hasta Cádiz con sus súbditos...el carnaval de los poetas y los músicos...y alzar a lo más alto el carnaval...al fuego irá, letra música y disfraz...el sentir popular...aunque quieran algunos políticos que este carnaval sólo sea cómico...sí bufón...aunque quieran algunos políticos ver un carnaval sólo humorístico, que no sea crítico, eso nunca existió...el carnaval no es solamente un espectáculo...es tú, tú, tú y yo".

A los foráneos nos cuesta entender cómo con tantísima gente junta, nadie se pelea, ni se enfada. La tolerancia es total, aunque también te digo que a ti te molestaría muchísimo la suciedad que se forma en todo el casco urbano; toneladas de basura esparcida por la ciudad pasan totalmente desapercibidas. Tal vez los únicos que nos damos cuenta somos los forasteros nacionales y extranjeros, pero ellos…, ellos siguen con su fiesta, una explosión de colores, alegría y desvergüenza, que prepara la siguiente; la otra cara de este pueblo andaluz, que lo mismo hoy se muestra pródigo en alegría,  como mañana monta un espectáculo con el sufrimiento de la Semana Santa, que la tenemos a la vuelta de la esquina. Ya…, ya te contaré en la próxima.   
Sigue lloviendo en Cádiz y en casi toda Andalucía. La tierra está borracha, ya no puede soportar tanta agua,  los ríos se desbordan. Quizás nos demos cuenta de que no somos dioses, de que la furia de la  naturaleza  casi siempre es incontrolable e imprevisible. Tengo ganas de que salga el sol.

Un abrazo y hasta la próxima, querida amiga.  




lunes, febrero 15

Cuando canta El Cabrero,,,

                                
 http://www.youtube.com/watch?v=q7tWLVVD5zY&feature=related                            

No es que entienda de flamenco, pero puedo decir cuales son los cantaores que consiguen emocionarme, o captar mi interés. Uno de ellos es este hombre: El Cabrero. Lo descubrí hace más de veinte años, en la Plaza Mayor del Pueblo Español de Barcelona. Me dejó impresionada su imagen tan poco convencional: una figura espigada, vestido de negro de arriba abajo, barba descuidada, y  cabeza cubierta con un sombrero, más parecido a un vaquero de los de las películas del Oeste, incluso diría yo que guardaba un cierto parecido con Clint Eastwood,  que a un campesino sevillano, que es  lo que era en ese momento. (no sé si ahora)Su actitud en el escenario se podría definir como circunspecta, austera..., con pocas concesiones a la galería.  Una voz rotunda, pocos matices, pero que llegaba al público, porque lo más importante era lo que decía, su capacidad para comunicarse y despertar emociones.  El Cabrero no canta como casi nadie. Lo que a mí me parece interesante de este cantaor raro, es que lo mismo te canta soleares, fandangos, o cualquier otro palo, de esos en los que el mensaje ha quedado un poco trasnochado, que se atreve con sonetos de Borges, poemas de Alberto Cortez, o boleros por bulerías...,En los últimos años se ha atrevido con la música Argentina: tangos y  milongas. En fin, que rompe los esquemas tradicionales y nos regala, con esa voz de hombre recio y alejado de los cánones flamencos, canciones hermosas, pero sobre todo con un toque personal, muy originales.
En estos días he vuelto a escucharlo, y otra vez, una canción muy especial, una letra poco común en la música flamenca, escrita por Alberto Cortez me ha cautivado. Os dejo una muestra en directo para el que le interese, pero no dejéis de escucharlo en otras grabaciones y actuaciones. No decepciona.

sábado, febrero 13

Irena Sendler: una heroína en la sombra



EL PREMIO NO SE LO LLEVA SIEMPRE EL QUE MÁS SE LO MERECE.

Irena Sendler acaba de fallecer a los 97 años. Estoy casi segura que este nombre no os dirá gran cosa, porque su vida transcurrió casi hasta el final silenciosa y oculta. Ella fue, sin embrago, uno de los seres más luminosos que alumbró el siglo XX. Durante la 2ª Guerra Mundial, Irena consiguió un permiso para trabajar en el Ghetto de Varsovia como especialista de alcantarillado y tuberías. Pero sus fines eran otros… Sabía cuáles eran los planes de los nazis para los judíos. Irena sacaba niños escondidos en el fondo de su caja de herramientas y llevaba un saco de arpillera en la parte de atrás de su camioneta (para niños de mayor tamaño). También llevaba en la parte de atrás un perro al que entrenó para ladrar a los soldados nazis cuando salía y entraba del Ghetto. Por supuesto, los soldados no querían tener nada que ver con el perro y los ladridos ocultaban los ruidos de los niños.
Mientras estuvo haciendo esto consiguió sacar de allí y salvar 2500 niños.
Los nazis la cogieron y le rompieron ambas piernas, los brazos y la pegaron brutalmente. Irena mantenía un registro de los nombres de todos los niños que sacó y lo guardaba en un tarro de cristal enterrado bajo un árbol en su jardín. Después de la guerra, intentó localizar a los padres que pudieran haber sobrevivido y reunir a la familia. La mayoría habían sido llevados a la cámara de gas. Aquellos niños a los que ayudó encontraron casas de acogida o fueron adoptados.
El año 2007 Irena fue propuesta para recibir el Premio Nobel de la Paz… Pero no fue seleccionada. Se lo llevó Al Gore, por unas diapositivas sobre el Calentamiento Global y en 2009, Obama sólo por buenas intenciones”

¿Qué os parece…? Lo de los premios Nobel es una engañifa que no tiene justificación, sobre todo cuando, como en este caso, hay personas que son objetivamente  merecedoras de él y sin embargo, acaba en las manos de personajes que pueden tener nuestra simpatía, como es el caso de OBAMA, pero que,  sinceramente no ha hecho méritos para ello. No pierdo la esperanza de que cumpla algún día con sus promesas y entonces quizás sería merecedor de algo tan importante.

Hay quien compara aquella película, que le dieron un Oscar hace unos años: La Lista de Schindler, y que de alguna manera resaltaba los valores y las peripecias del señor Schindler en la época del Nazismo, con la historia que ha vivido esta mujer, una heroína desconocida fuera de Polonia y apenas reconocida en su país por algunos historiadores. No hay más remedio que pensar que algo no funciona, que todo es bastante injusto. Uno famoso, la otra nadie la ha reconocido. 

MÁS DATOS SOBRE IRENA:  


Según parece, Irena  fue siempre una mujer de gran coraje, muy influida por su padre, un médico rural que murió cuando ella tenía sólo 7 años. De él siempre recordaría dos reglas que siguió a rajatabla a lo largo de toda su vida. La primera: que a la gente se la divide entre buenos y malos sólo por sus actos; y la segunda: hay que ayudar siempre a quien lo necesita.
Quizás esa influencia hizo que desde muy joven trabajara en los servicios sociales del ayuntamiento de Varsovia. Corrían los años 30 y destacaba en los proyectos de ayuda a pobres, huérfanos y ancianos. «Ella era de izquierdas, sí, pero de una izquierda que ya no existe, preocupada por las personas y por su bienestar», apunta su biógrafa, quien asegura que a pesar de ello siempre se situó bastante lejos de la política activa.
En 1939 Alemania invadió Polonia y el trabajo de Irena se hizo más necesario en los comedores sociales, donde también se entregaban ropas y dinero a las familias judías, inscribiéndolas con nombres católicos falsos para evitar las suspicacias de los soldados alemanes. Irena estaba horrorizada por todo lo que estaba pasando y, como muchos polacos, decidió que había que actuar para evitar la barbarie que asolaba las calles de la capital. Consiguió un pase del departamento de Control Epidemiológico de Varsovia para poder acceder al gueto de forma legal», explica Anna. Allí entraba diariamente a llevar comida y medicinas, «siempre portando un brazalete con una estrella de David como símbolo de solidaridad y para no llamar la atención de los nazis».
Una vez dentro, la joven trabajadora social entendió que el objetivo del gueto era la muerte de todos los judíos y que era urgente sacar al menos a los niños más pequeños para que tuviesen la oportunidad de sobrevivir. Fue así como comenzó a evacuarlos de todas las formas imaginables. Dentro de ataúdes, en cajas de herramientas, entre restos de basura, como enfermos de males muy contagiosos…, cualquier sistema era válido si conseguía sacar a los pequeños del infierno. Otra manera era a través de una iglesia con dos accesos, uno al gueto y otro secreto al exterior. Los niños entraban como judíos y salían al otro lado bendecidos como nuevos católicos.
La actividad de Irena era frenética, igual que el riesgo diario a ser descubierta por los soldados alemanes. «No hice todo lo que pude, podría haber hecho más, mucho más y haber salvado así a más niños», dijo a su biógrafa en uno de sus encuentros, en el Asilo donde ha vivido sus últimos años.
Ni siquiera las torturas de la Gestapo lograron que revelase jamás el lugar en el que ocultaba a los niños,  ni las personas que colaboraban con ella. Tampoco los meses que pasó en la terrorífica prisión de Pawlak, bajo el atento cuidado de los carceleros alemanes, quebraron su silencio. No dijo ni una palabra cuando la condenaron a muerte, una sentencia que nunca se cumplió porque, camino del lugar de ejecución, el soldado la dejó escapar. La resistencia le había sobornado. No podían permitir que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños. Así fue como pasó a la clandestinidad y, aunque oficialmente figuraba como ejecutada, en realidad permaneció escondida hasta el final de la guerra participando activamente en la resistencia.
Con el final del conflicto se desenterraron los 2.500 botes que había escondido, con los datos de los niños que sacó del Ghetto, y que recuperaron sus identidades. La gran mayoría había perdido a sus padres, así que muchos fueron enviados con otros familiares o se quedaron con familias polacas, pero todos conservaron a lo largo de su vida un agradecimiento infinito a Irena Sendler. 
Tras los nazis llegó el comunismo y la aventura de Irena quedó olvidada entre las nuevas doctrinas. Ella, que ya tenía dos hijos, volvió a ser trabajadora social y a su vida tranquila, sólo truncada por las pintadas, en la puerta de su apartamento, en las que le acusaban con necedad de ser «amiga de los judíos» o la llamaban la «madre de judíos». Ella callaba y nunca contaba nada de su pasado «por una mezcla de modestia y de temor a que le pudiera acarrear algún problema, comenta su hija, Janina, quien asegura que aún hoy mantiene secretos y vive como si estuviese en medio de una oscura conspiración.
 Cuando en 1999 los estudiantes de Kansas se toparon con su historia, se quedaron estupefactos. Estaban frente a una auténtica heroína prácticamente desconocida, así que decidieron escribir una obra de teatro sobre ella. Se escenificó en iglesias y salones sociales de la comarca, asombrando y emocionando a todos los que tuvieron la oportunidad de verla. A partir de ese momento los reconocimientos y las visitas fueron aumentando considerablemente. La llegada de periodistas extranjeros, los cumplidos oficiales, agradecimientos de todo el mundo, las visitas desde Hollywood y, finalmente, la nominación para el Premio Nobel. Irena murió en Mayo de 2008.



lunes, febrero 8

Libros que dejan huella

(...)¿De qué sirve un libro que no nos lleva más allá de los libros...?
(El día que Nietzsche lloró)
Es curioso. De pronto vuelve a mi memoria una experiencia vivida hace ya unos años, concretamente en el 1996...¡Cielo santo, cuanto tiempo..! Una lectura de esas que va pasando de mano en mano entre amigos. Y es que algunos libros nos dejan una huella y una sabiduría... Como ocurrió con "El lector", que con el paso de los años lo encontré en el cine, resulta que otro de mis grandes hallazgos "El día que Nietzsche lloró" se ha convertido en película. De pronto lo encontré en el Video Club donde los fines de semana busco algo interesante para no tener que ir a esas horrorosas salas de las grandes superficies.
Se trata de una obra que más que por su valor puramente literario, puede interesar a algunas personas por los temas que plantea; por su contenido filosófico y psicológico, ya que su autor Irvin D.Yalom, psicólogo clínico, nos retrata un ambiente y unos personajes que coincidieron en una misma época en centro Europa: J. Breur, un médico, maestro de Sigmund Freud, Nietzsche, y Lou A. Salomé, una intelectual de la época, amante del filósofo.
La trama se desarrolla en la ciudad de Viena, en diciembre de 1882. La joven y deslumbrante Lou Salomé concierta una misteriosa cita con Josef Breuer, célebre médico vienés, con el objeto de salvar la vida de un tal Friedrich Nietzsche, un atormentado filósofo alemán, casi desconocido en ese momento, pero de brillante porvenir, que manifiesta tendencias suicidas. Salomé propone a Breur que acepte a Nietzsche como paciente, pero la excusa es curarle de unas migrañas que padecía y que le hacían sufrir muchísimo, ya que el filósofo no aceptaría de ninguna manera que alguien quisiera hurgar en sus sentimientos, ni estaba dispuesto a aceptar públicamente sus problemas más íntimos.
Nietzsche era un hombre atormentado y con graves dificultades para conectar con los demás; para establecer vínculos duraderos de afecto, y mucho menos amorosos. En definitiva: un hombre solo cuya pasión estaba dirigida al desarrollo de su pensamiento, a la divulgación de sus ideas sobre la muerte de Dios, sobre el "eterno retorno" sobre la necesidad de superar la moral tradicional y la búsqueda de ese "súper hombre" que, según algunos estudiosos, es ni más ni menos que la persona liberada de la esclavitud de una moral que nos impide vivir de acuerdo con nuestros anhelos y deseos más íntimos. Porque ése y no otro era el principal problema del Dr. Breuer: un hombre que ha triunfado y ha cumplido las expectativas de su familia. Tiene un matrimonio convencional, que le procura una vida relajada y cómoda, pero desprovisto de pasión y de interés. El hombre no había reparado en ello, pero en el contacto con Nietzsche, advierte que su vida es anodina, que está en la mitad del camino y no ha vivido más que para satisfacer las expectativas de los demás. Por el contrario, el filósofo, vive una soledad casi absoluta. Carece de familia y de vínculos amorosos y acaba de pasar por una gran decepción: Lou A. Salomé, de la que se ha enamorado perdidamente, ha rechazado su propuesta de matrimonio. Ella, mujer rica y libre, (no podía ser de otro modo en esa época) no desea estar sujeta a nadie, aunque admire profundamente al profesor Nietzsche.
En el proceso terapéutico que emprenden ambos, una especie de intercambio ficticio, en el que, teóricamente, el médico se pone en manos del paciente, para realizar lo que entonces llaman "La cura por la palabra", (posteriormente Psicoanálisis) Nietzsche se descubre a sí mismo como un hombre vulnerable y necesitado de afecto; de eso que necesitamos todos: un centro, un núcleo que nos proteja y nos estructure como personas. "Hay momentos en que es preciso estar atento y sospechar, pero hay otros en los que uno tiene que bajar la guardia y permitir el contacto de otra persona" Es así como se le dirige el doctor Breuer, que está haciendo lo posible por romper la barrera que el pensador había puesto entre él y el mundo. El núcleo central de la novela es éste, por lo que aquellos que quieran profundizar en otros aspectos de la obra de Nietzsche, sobre la discusión clásica de su antisemitismo, racismo, etc. no encontrarán nada en sus páginas. Como digo, se trata de un ejercicio de reflexión psicológica y filosófica, para aficionados a comerse el "coco". Un valor importante del libro es que es capaz de pasar a un lenguaje literario relativamente asequible, ideas muy abstractas que para nosotros, los ciudadanos de a pié, no demasiado entendidos en filosofía o psicología, nos permite acercarnos a ese mundo. Pero lo mejor es que consigue conectar las ideas con la vida, con lo que a cada cual nos pasa o nos puede pasar; con el sufrimiento humano. Seguramente ese era el objetivo de su autor: poder ayudar a muchas personas, a través de un relato que tiene algo de real y mucho de ficción.
La novela tiene la virtud de provocar en el lector el mismo sentimiento de los protagonistas. Así, cuando, al final de la terapia, Nietzsche rompe a llorar y confiesa sus debilidades y sus anhelos no cumplidos al médico, todos somos Nietzsche. Y es que, como digo, el autor nos dice tantas cosas sobre nosotros mismos... Hace pensar en nuestra infelicidad, en nuestro descontento con lo que somos y hacemos. Breuer, inconscientemente, envidiaba la libertad de Nietzsche, y éste, también en lo más profundo de su alma, la felicidad hogareña de Breuer. Ambos en su mundo consciente parecían personas brillantes, sin fisuras, casi de una pieza; pero cuando empezaron a limpiar la chimenea (así le llamaban ellos al método) aparecieron sus frustraciones, sus sueños, que ni se atrevían a expresar para sí mismos, las bajas pasiones escondidas debajo de la alfombra... Vaya, algo que a cualquiera de nosotros le podría ocurrir. No me resisto a transcribir un párrafo sobre el matrimonio, algo para reflexionar en solitario o en compañía... y dejo abiertas las puertas de esta novela para quien quiera acercarse a su propio mundo interno, a través de esta curiosa terapia entre un filósofo y un psicólogo.
"Para poder tener una relación con otra persona, uno debe tener una relación consigo mismo. Si no somos capaces de abrazar nuestra propia soledad, utilizaremos al otro como escudo(...) Sólo cuando es posible vivir como el águila, sin público, se puede amar a otra persona; sólo entonces puede importarle a uno que la otra persona crezca"
FICHA DEL LIBRO: AUTOR: Irvin D. YALOM TÍTULO: El día que Nietzsche Lloró Emecé Editores (varias ediciones)


Sobre las guerras... en general

Interesante discurso de un soldado norteamericano, sobre los intereses y desastres humanos que hay en cualquier guerra.
En: http://www.youtube.com/watch?v=9kWU-JHetMM

jueves, febrero 4

Sólo un beso... o la convivencia entre culturas

Un delicioso retrato social sobre las dificultades que aún hoy en día tienen que afrontar las parejas de distintas culturas en los países europeos... y seguramente en otros continentes. Así,  en esta película vemos la historia de amor entre Casim, un Pakistaní de segunda generación, y Rosin, una católica irlandesa, que imparte clases de música en un colegio católico de una ciudad cualquiera de Gran Bretania.
 La película comienza con una declaración de Tahara, hermana de Casim, ante sus compañeros de colegio dónde explica el concepto tan equivocado que tenemos en occidente sobre los musulmanes, y como pensamos que son todos iguales, a pesar de las grandes diferencias que entre ellos existen. Tantas como entre los católicos irlandeses y los españoles, por poner un ejemplo cercano.
Los hijos menores de la familia pakistaní intentan integrarse completamente en la sociedad que los ha visto nacer y crecer. Pero esto choca frontalmente con las costumbres y tradiciones familiares que sus padres siguen manteniendo, como por ejemplo, el concierto de las bodas de sus hijos con otros padres.
Un acontecimiento, no previsto va a dislocar todos los planes y la tranquila vida familiar: el enamoramiento de Qasim.  El joven conoce a Roisin, una  profesora de su hermana. Cuando Qasim y Roisin se conocen, no saben que esa fuerte atracción que sienten el uno por el otro, tendrá muchas dificultades a la hora de concretarse en una relación seria. Que él sea musulmán y ella católica,  no supone ningún problema para ellos, pero pronto se ve claramente que las diferencias religiosas y culturales serán una fuente de sufrimiento y conflicto en el interior de la familia del joven, y para él mismo. 

La generación adulta, en este caso, de origen Pakistaní y de tradición musulmana, pretende mantener sus costumbres. El padre de familia sigue siendo un referente de autoridad, al que nadie se atreve a cuestionar. La madre parece ser la figura aglutinadora y mediadora, entre los hijos, nacidos ya en Europa, y la tradición.  Pero eso sólo es una apariencia. La mujer teje alrededor de los hijos una red emocional, a través de la cual, quizás inconscientemente, maneja los sentimientos de éstos y evita el enfrentamiento abierto entre el padre de familia y los jóvenes. Y es evidente que muchas veces lo consigue. Se trata de una estrategia muy usada en las sociedades tradicionales, en las que, en apariencia, las mujeres no tienen poder explícito, pero para cualquier observador medianamente avispado es evidente que ellas, de forma muy sutil,  consiguen llevar a su terreno a todo aquel que pretende saltarse a la torera las reglas de continuidad del grupo familiar.
En este caso, durante un tiempo, la madre consigue evitar la ruptura total entre el joven, que pretende vivir su vida. Para ello está dispuesto a romper el compromiso de matrimonio, organizado al margen de sus sentimientos, algo totalmente aceptable dentro de determinadas culturas, en las que el amor sería la última razón para contraer un  matrimonio duradero y crear una familia.
Pero aunque, en apariencia, Qasim está dispuesto a todo por dirigir su vida, en su interior se produce un debate que lo trastorna:

  • Por un lado ama a Sadia y quiere vivir con ella un amor libre de trabas religiosas y morales. Pero eso tiene el peligro de alejarlo definitivamente de  su familia de origen y romper el equilibrio en el que han vivido durante años. 
  • Por otro, se siente comprometido con su familia y no quiere renunciar a los valores de su cultura. Esta lealtad no es sólo cultural, sino afectiva. Pero, le obliga a una renuncia que va más allá del amor. Se trata de defender su integridad como persona, su derecho a decidir.

Este es el debate, en el que el joven se siente, a un tiempo prisionero de la tradición, y decidido a romper con ella, a sabiendas de que romperá el corazón de sus padres y causará  un daño moral a toda la familia.
Pero la película plantea no sólo la intransigencia musulmana, a la hora de aceptar otras creencias y formas de vida diferentes. Ken Loach ataca de frente al Catolicismo, al introducir la postura del colegio donde trabaja la protagonista, frente al estilo de vida de ésta. Una profesora en una escuela católica tiene que dar ejemplo, así que no puede hacer pública la convivencia con un musulmán, y además, sin estar casados. Su plaza fija como docente está sujeta a que se plantee esta cuestión y ella no lo puede entender. Claro que la joven, desde mi punto de vista, no entiende casi nada. Quiero decir que, le resulta inconcebible que su amante ponga en una balanza al mismo nivel la pasión que están viviendo, y su fidelidad a la familia y a los valores en los que le han educado.  
En un momento de la película, alguien pregunta a la joven hasta cuándo piensa que puede durar ese amor. La respuesta es la que deja en evidencia dos mundos difíciles de reconciliar:
-       No lo sé...  

Y sin embargo, ella pretende que él deje toda su vida y sus apoyos emocionales y materiales; algo que da seguridad y estabilidad, por una pasión transitoria, por una relación que desde el principio se considera efímera. Es eso lo que se pregunta el muchacho cuando discuten sobre su preocupación por los sentimientos de su madre y el mal que puede ocasionar a tanta gente. Pero ella no escuchaba…

Y es que Sadia representa el valor de la independencia y el individualismo. Sola en una gran ciudad, vive sin apenas lazos, sin echar de menos a una familia. Su profesión le permite no depender de nadie, pero no tiene conciencia del contexto en el que la ejerce: un centro católico. Le sorprende que la quieran despedir por sus costumbres liberales; lo considera injusto y seguramente lo es...Nadie debería tener que justificar en un trabajo qué hace en su vida privada. Pero lo cierto es que a ella le faltaba coherencia y le sobraban seguridades: lo suyo era lo que valía y no estaba dispuesta a renunciar a ninguno de sus deseos ni a sus proyectos. Eran los demás lo que estaban equivocados y los que tenían que  cambiar para ajustarse a su mundo.
Hay momentos en que no puedo ponerme al lado de la joven, porque se muestra totalmente ciega a los sentimientos de Qasim y es incapaz de ponerse en su lugar. Le falta empatía y sensibilidad para conectar con otros mundos, que aunque diferentes, no tiene por qué despreciar ni desvalorizar.
No esperaba la decisión que tomó Qasim, pero la comprendí. Se sintió manipulado y humillado por sus propios padres, que lo dejaron sin posibilidades de reaccionar delante de la que querían fuera su esposa. Quizás hubiera actuado de otra manera, si ellos hubieran sido más inteligentes, porque el joven se debatía en un conflicto, en el que ellos eran importantes, pero la torpeza con la que actuaron le jugó una mala pasada y tuvieron que admitir que las cosas ya nunca serían como antes… Estaban en otro mundo y sus hijos formaban parte de otra cultura y no iban a pedir permiso para tomar sus propias decisiones
Supongo que la segunda generación de inmigrantes sufrirá todavía ese doloroso conflicto de tener que elegir entre el pasado, representado por sus padres, y  la nueva cultura, en la que ellos se han educado.  Esa situación seguro que está provocando mucho dolor y rupturas en las familias, sobre todo las procedentes de tradiciones religiosas poco permeables a nuevas ideas y creencias. Pero cuando pasen unas décadas, ese conflicto va a ser historia.
El mundo que nos espera es multicultural y multirracial; un mundo rico y variado, en el que tendremos que aprender a convivir, sin estar tan seguros de que lo propio es lo mejor que podemos tener.

FICHA del film:Director: Ken Loach 
Intérpretes: Atta Yakub, Eva Birthistle, 
Ahmed Riaz, Shamshad Akhatar Gran Bretaña (2004) 
100 minutos

miércoles, febrero 3

El teatro como crítica social y placer estético

Tenía razón Pepa Fernández, conductora del programa de Radio 1 los fines de semana "No es un día cualquiera". Después de asistir a la representación de Urtain ya no eres la misma persona que entró en la sala de teatro. Hace como una semana, la periodista, entrevistó a un actor cuyo nombre ni siquiera me sonaba: Roberto Álamo, protagonista principal de una obra que deja huella en el espectador. Fue una de esas entrevistas que tiene Pepa con personajes interesantes del mundo de la cultura; conversaciones casi intimistas, a través de las cuales conecta al escuchante con la persona invitada. A mí, desde luego, me quedó muchísima gana de conocer a Roberto, de verle actuar y comprobar en primera persona lo extraordinario de su talento; su gran capacidad para la interpretación; las dotes tremendas con las que hace llegar al público una historia tan dramática como la del Boxeador Urtáin.    
Se trata de una reflexión muy seria sobre la fama, los ídolos de barro, la hipocresía, la violencia, pero también sobre la inocencia de ciertos personajes creados por los medios de comunicación, cuyas vidas acaban en un escaparate, donde cualquiera puede escudriñar y, sobre todo, de las que muchos sacan provecho.
La obra empieza con el suicidio del boxeador, tres o cuatro días antes de las Olimpiadas de Barcelona, en el año 1992. Una escena impresionante, que Roberto recrea de forma magistral. El escenario casi desnudo: un cuadrilátero sirve al grupo de actores (Compañía Animalario) para ir narrando desde el presente al pasado, las peripecias de un hombre sencillo que salió un día de su aldea Vasca, sin hablar siquiera el castellano. Urtain se instaló en la capital del reino, donde se convirtió en uno de los "héroes" de la época, junto con Pedro Carrasco y otros deportistas y artistas, que en los años setenta llenaban las salas,  las páginas de los diarios y los noticiarios.
Pero como tantos otros, este hombre no estaba preparado para todo eso y su fama lo llevó al desastre. Se rodeó de aduladores, de profesionales que se alimentan de la carroña que ellos mismos producen, y se creyó su propio personaje. La mentira no sólo era de los otros, sino que él mismo iba creyéndosela y acabó desarrollando una gran paranoia, agravada por su afición a la bebida. Urtain se destruyó a sí mismo, porque tenía muy poco seso, desde luego. Fue víctima de sí mismo, pero en la obra queda muy clara la responsabilidad de toda la sociedad de su tiempo; en primer lugar de su propio padre, del que recibió únicamente violencia. Sólo por la escena en la que su progenitor muere de la forma más estúpida, absurda, violenta, salvaje... vale la pena ver la obra; además de que explica el porqué de las actitudes y la trayectoria del boxeador.
Todos los actores están bien, pero, como digo, el protagonista te deja helada la sangre. Su voz, sus gestos, su físico, su capacidad de concentración y de profundizar en el dolor humano son impresionantes. Asombra que pueda realizar cada tarde ese ejercicio dramático, en el que se entrega completamente.
Buscando información sobre Roberto,  en internet,  he encontrado este comentario de un periodista que fue al teatro a hacerle una entrevista: "Lo que define a su personaje es precisamente la fragilidad". (...) él no se dedica al teatro por dinero, sino por dar y recibir emociones con los espectadores. Entregar parte de sí mismo para luego recibirlo en forma de aplausos y algún abrazo. Y mejor en el teatro, donde vive con más libertad y donde puede decir lo que quiera. Siempre buscando los contrastes, la dureza y la dulzura, la ternura y la violencia, pero siempre dejando ver un resquicio de sí mismo y de la realidad que le rodea y a la que mira de frente"
Cuando, finalizada la última escena, se apagó la luz en la sala, la gente parecía no atreverse ni a aplaudir. Estábamos tan impresionados por lo que allí se representaba, que la reacción fue algo tardía. Yo estaba muy cerca de los actores, mientras saludaban,  y a punto estuve de echarme a llorar... tal era mi estado emocional. En estos momentos me pasa como cuando me gusta mucho una novela. Me encantaría poder hablar con su autor y transmitirle lo que me ha hecho sentir; lo que he aprendido sobre mí y sobre la vida, a través de eso que algunos llaman obra de arte.
Y como este gran actor, además es poeta, os transcribo uno de sus poemas, que he encontrado en Internet                
Soy un árbol
Paseaba por la playa; el sol colgaba de los brazos de los niños,
las dunas vestían sus faldas amarillas, la vida aullaba
entre los muslos de las olas.
De repente, cayó del cielo un violín triste golpeando mi copa con saña.
Sacando la voz de mi savia pregunté al instrumento su causa.
" Te he atacado porque lloro y no entiendo de lágrimas.
Soy el pasajero de los trenes solitarios
y me siento tan solo !!.
Desde este vagón en el que sueno
veo pasar la tortura y la ternura y el amor
pero siempre me detengo en esta última estación
que es la cabeza del poeta. "

Lloré, lloré solo y mucho,
y batiendo mis ramas mojadas planté mi sombra delgada
a la sombra de otra playa.
Las nubes eran gemidos de siete grandes orgasmos,
al otro lado del mundo se maquillaba un payaso.
Abrí el puño (apretado, siempre apretado)
y en la palma de mi mano encontré un niño agazapado
que con gesto vengativo me cantó :
" La sonrisa del absuelto a la alegría
y el silbido del deseo en tu cerebro
son materia que no debieras olvidar,
si lo hicieras,
la eternidad tornaría en recuerdo
y el pirata de los cuentos para adultos
taparía primero un ojo
para morir guiñando el otro. "

Paseaba por la playa con un niño en los oídos.
Entre un bikini y una lengua ví dos pieles que se amaban,
la luz de una vela,
la vela del barco que ondea en su llama.
Te vi a ti, mujer que me riegas,
luminosa en cada cama.



Si queréis escuchar esta preciosa entrevista...
http://www.rtve.es/mediateca/audios/20100116/entrevista-a-roberto-alamo-no-dia-cualquiera/670108.shtml