martes, abril 16

De La Violetera a los Indignados: una semana muy movida

Dos días muy intensos. Las noticias me dan la dimensión de cómo pasa el tiempo.   Entre La Violetera a la primavera de los Indignados, pasando por la Era Thatcher… ¡Ufffff! Mucho tiempo. Los cincuenta, todavía casi posguerra, en un pueblo jienense, apartado, recóndito, sin apenas comunicación con el exterior. Diez, doce años…; escuela, juegos, rezos obligatorios, sueños imposibles…  Las niñas con nuestros teatrillos, jugando al artisteo… A veces, cuando me pongo “Abuela Cebolleta” y me asombro de las artistas que son ahora ídolos de niñas que no pasan de los doce años: Shakira, Madonna, Lady Gaga… vestidas como auténticas busconas, por no decir algo malsonante y grosero, me acuerdo de las tardes que pasábamos las amigas y primas de la misma edad, jugando a ser Sarita Montiel. 
Aprovechábamos la ausencia de las madres y nos disfrazábamos con lo poco que teníamos en casa. Allí estaba yo, cantando…  Ven y ven y ven,  chiquillo vente conmigo,  no quiero para pegarte, mi vida, ya sabes pa lo que digo, que ya me contarás lo que entendíamos las chiquillas de tan elaborada letra. Y luego venía El Relicario, El Poli Chinela, La Violetera… y muchas más. Todas me las sabía y seguro que ponía esas caras de Sarita, para ser más creible. ¡Increible! Sí. Así es la vida. Antes y ahora, parece que los modelos femeninos que nos atraen a las niñas no son precisamente el colmo de la decencia y del decoro. 

Pues eso: me he movido  entre las canciones de Sarita Montiel, en los años cincuenta,  y  los slogans de los Indignados, cincuenta años después. Pero antes, pasé por la década de los ochenta, una época muy crítica con ciertas medidas Neoliberales en Gran Bretaña,  impulsadas  por la Sra. Thatcher, otra de las personalidades que nos han dejado en estos días. Ella estuvo al  frente de la privatización de todo el país; fue abanderada de lo que ahora nos está llegando a nosotros.  Recuerdo que Ken Loach, director de cine británico,  supo hacer un retrato ácido y al mismo tiempo divertido, de esa época a través de un cine muy interesante. Echando mano de la ironía que le caracteriza,  ha propuesto estos días  privatizar el funeral de la Dama de Hierro. "Es lo que ella habría querido". 
Ken Loach
Y mira por dónde,  cuando ya estoy casi jubilada,  en un momento de retiro a la tierra que me vio nacer, a donde he querido venir para poder descansar de tanto trajín intelectual y universitario,  me estalla prácticamente en mi cara la gran crisis del Neoliberalismo; asisto tan perpleja y preocupada como casi todo el mundo,  al resultado de lo que ella inició.    
Curiosamente, el otro fallecido de la semana, el profesor Sampedro ha sido uno de los personajes más escuchados de estos dos últimos años, y viene a completar estas tres muertes de personajes tan variopintos.  Y aunque Sampedro ha sido archiconocido últimamente por su participación como crítico que acompañó las movilizaciones de Los  Indignados,  o sea, los perjudicados por el pensamiento de la Dama de Hierro,  la verdad es que tiene una larguísima trayectoria como profesor  Catedrático de Economía,  y como escritor y Académico.  Hasta ahora no me había fijado que Sampedro empezó a publicar sus novelas en los años 80, cuando yo ya tenía más de treinta años y él más de sesenta. Es, desde luego, un autor que no tiene mucha obra, porque empezó muy tarde su carrera literaria, pero las novelas que he leído me han dejado un buen sabor de boca. 
José L. Sampedro apoyando las movilizaciones de los Indignados
 

La primera que leí fue La sonrisa Etrusca.  Por entonces, yo solía utilizar la buena literatura para introducir a mi alumnos en cuestiones que tenían que ver con la ética personal, con los conflictos morales que los humanos vivimos en lo cotidiano. Fue un ejercicio estupendo para mi clase y una forma de acercarme a este autor, al que luego he seguido. En la década de los noventa,  leí  La vieja sirena.   La historia se desarrolla en la Alejandría del siglo III, y sigue la vida de tres personajes principales muy complejos.  Los temas que aborda son: las luchas de poder, la vida en un mundo fronterizo, la aceptación de la muerte frente a la eternidad, y el amor. Un libro impresionante,  muy documentado, y que en ese momento me hizo reflexionar mucho sobre los arquetipos masculino y femenino en la cultura.  Un libro rico, profundo, de los que hay que leer con tiempo. A partir de ahí ya seguí a José Luis Sampedro como pensador, como hombre crítico, como humanista. De él he leído una tercera novela, aunque ésta la escribió en los años cincuenta: Congreso en Estocolmo, pero a mí me sirvió para documentarme cuando viajé a Suecia. Una historia de amor preciosa, sencilla,  con la que aprendí mucho sobre  el estilo de vida sueco. Luego, sus artículos, sus conferencias e intervenciones en medios de comunicación. 
  Sampedro llegaba a todo el mundo por su sencillez y tenía, a pesar de la edad, una mente lúcida que para sí la quisiéramos muchos de los que todavía no tenemos mucho más de  sesenta años. Cuando hablaba de economía lo hacía sin tapujos, llamando a cada cosa por su nombre y dejándose de eufemismos, como tantos otros, que se esconden detrás de ese absurdo y hermético lenguaje académico, para despistar a los neófitos, o sea, a la gente de a pié, que lo único que entiende es que la Economía con mayúscula tiene que estar al servicio de los ciudadanos, y no al contrario.     
  Viendo y escuchando a este anciano venerable,  y a personas como él, he pensado, muchas veces,  que si algo nos queda cuando, ya jubilados, no dependemos para sobrevivir de un patrón que nos pague el sueldo mensual,  es la absoluta libertad para decir lo que pensamos, aún a riesgo de soltar inconveniencias, de ser políticamente incorrectos, de que nos tachen de locos o ilusos. Seguro que muchos habrán tachado al viejo profesor con estos calificativos, cuando en estos últimos años de su vida se ha posicionado de forma muy clara frente a determinadas situaciones que él consideraba injustas; pero ¡qué demonios! ¿A caso tenía algo que perder?  Con casi cien años, si no se ha perdido el miedo, ¿de qué te ha servido pasar por este mundo? 

4 comentarios:

  1. Muchas veces me da la impresion cuando hablo, leo, escucho "cosas" que dicen, escriben, jubilados -de toda condicion y mira que tengo a mi alrededor- que tienen un denominador común, parece como que tengan que resarcirse de algo, no se sabe de qué pero de algo. Solo me pasa con los españoles. Curioso. Y mira que estan a "gustito".

    definicion de resarcir.
    (Del lat. resarcīre).
    1. tr. Indemnizar, reparar, compensar un daño, perjuicio o agravio. U. t. c. prnl.

    SOY YO

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    1. Bueno, eso de que están a "gustito"... serán algunos.

      Saludos

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  2. ¡Hola Teresa!
    Curiosa semana en verdad. ¿Quién, como bien dices, de niña no ha cantado ese "fumando espero"? Yo lo hacía con un palito entre los dedos. Para haberme grabado de haber tenido un móvil a mano. jajaja Fue un ídolo para mucha gente.
    En cuanto a este gran hombre que derrochaba humanidad por los cuatro costados, ¡que decir!, que hemos perdido su sabiduría, su sencillez, su buen hacer... Nos queda su huella y su recuerdo por siempre.

    Has hecho una buena entrada.
    Te dejo un beso enorme.

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    1. ¿Tú también? Está claro que eso no era sólo en mi pueblo. La estrellas tienen eso. Ayer entré en tu blog, después de muchos días, y me vinieron a molestar. Total, que me quedó pendiente darle un repasito, que hace días que no te leo. La vida de voluntaria que me está estresando jajaja.
      Un beso y gracias por visitarme.

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