viernes, abril 26

Los libros que nos definen

23 de Abril: Día del libro. Como cada año se nos exhorta a que leamos, o mejor, a consumir la gran cantidad de publicaciones que salen al mercado en esta fecha. Yo, como otras veces, paso del evento multitudinario y me sumerjo en ese libro que tengo encima de la mesita de noche y que me tiene totalmente enamorada. 
 Al hilo de la conmemoración, me han venido a la mente los libros que han pasado por mi vida, desde que tengo uso de razón y voy a intentar hacer un recuento de ellos.
No es fácil recordar cuál fue el primer libro de literatura que cayó en mis manos.  Busca que te busca en esa alacena que es la memoria, me aparece de pronto un título que en ese momento me debió de calar muy hondo, porque no he olvidado el título de la protagonista: Fabiola. Iba yo por entonces a unas reuniones de adolescentes católicas, dirigidas por una maestra de mi pueblo: doña Tomasa. Seguramente no tenía más de 13 años, pero claro, una historia de sacrificio y heroísmo a esa edad, no se olvida. Gracias a “San Google”, he encontrado el título completo: Fabiola o la iglesia de las catacumbas/ Y curiosamente un resumen de la temática. La transcribo tal y como viene en internet:
 “Describe la historia de una joven de clase alta, Fabiola, teniendo como escenario a Roma, a principios del siglo IV. A través de éste personaje y su esclava Syra, el escritor pretende rescatar algunos de los más sublimes valores de un cristiano de aquel tiempo, como tratando de advertir algo que se viene a futuro, con el único fin de sensibilizarnos ante una evidente situación, me refiero a la pérdida de interés por nuestra religión. En el transcurso de la novela, podemos apreciar la conversión de Fabiola, gracias a los ejemplos de su propia esclava, quien en su grandeza como persona y cristiana, prefiere dar la vida por la conversión de su ama, como diciendo: ‘aquellas personas que son más difíciles de amar, son las que más lo necesitan”
No hace falta seguir con el resumen, que es algo más largo. Está claro el porqué de esta lectura en el ambiente en el que me movía por entonces: Acción Católica. Claro, yo era una niña fácilmente influenciable y sensible a estas heroínas, capaces de dar su vida por los ideales. Me reconozco en el modelo descrito en el resumen. Recuerdo perfectamente el aula en donde hacíamos las reuniones y el libro muy grueso, lleno de imágenes en color, que me llamaban poderosamente la atención y que me atraían tanto que, a pesar de lo extenso de la historia, seguro que me lo leí con avidez. 
Creo que después de eso, mientras viví en mi pueblo, sólo leí El diario de Ana María, un diario, como su título indica, en el que una adolescente plasma sus dudas,  conflictos y preocupaciones sobre su incipiente sexualidad. Algo muy inocente, pero suficiente como para que las amigas cuchicheáramos entre nosotras entre sonrisas maliciosas.  
También es cierto que fue la primera información que tuve sobre los misterios de la menstruación y demás asuntos propios de una niña camino de hacerse mujer, como se decía entonces. Recuerdo que nos lo dejó, no sé por qué, mi amiga Pepa. Aunque ahora estoy pensando que probablemente lo trajo un cura joven muy moderno, con el que ella tenía relación, ya que era hermano de su maestra de costura: Antonio Rodríguez, se llamaba. Por cierto, Antonio ahora está casado.  La búsqueda en Google me informa de que se editó en 1963. Lo escribió un sacerdote francés, que se dedicaba a trabajar con jóvenes: Michel Quoist. Seguramente al año siguiente llegó a nuestras manos, como una bocanada de aire fresco.  Del mismo autor, leí ya en Barcelona El Diario de  Daniel, sobre el mismo tema, pero orientado a los chicos. 
Es evidente que cada época de la vida tiene su libro. Por eso visitar una biblioteca privada puedes hacerte una idea de cómo es su propietaria o propietario. Claro que yo, por entonces, no compraba libros, vaya, no podía permitirme esos lujos. Tendría ya los 17 años, cuando en esos puestos baratos de las ramblas de Barcelona, o en mercados callejeros de la ciudad accedí a los libritos de poesía, de esos de bolsillo. Recuerdo concretamente Romeo y Julieta; en fin, esas ñoñerías de la edad del pavo, que a mí me duró mucho.  Sin embargo, entre los 15 y 17, fue cuando me aficioné verdaderamente a la lectura, a través de las típicas novelas ejemplarizantes, escritas para adolescentes a los que había que educar y adoctrinar: José  Luis Martín Vigil publicó La vida sale al encuentro, que leyeron muchísimo adolescentes; o Edad prohibida, de Torcuato Luca de Tena. Todas ellas tenían un mismo objetivo que el antiguo Diario de Ana María: reflexionar sobre los cambios y los conflictos de esa edad tan delicada, desde una perspectiva católica, naturalmente. 
En otro orden de cosas, o mejor dicho, con otra temática ya más adulta, me llegaron las novelas de Corín Tellado. Las cambiaba por muy poco dinero en una papelería de mi barrio y las devoraba. Luego, llegaron las fotonovelas, también de la misma Corín, y de otros autores. Fue un tiempo de preparación para lo que después vino. Tiempo que no considero perdido, a pesar de la baja calidad de la lectura. 
Después, ya pasados los veinte años, llegó el Círculo de Lectores. Una forma asequible de comprar libros, para quien aún no tenía el hábito de ir a la librería. Y por ese sistema ya empecé a leer a poetas de toda la vida, como Becquer, Machado, o Espronceda.  Y  autores españoles de moda, además de algunas obras que en la época tuvieron mucho éxito, como Sinuhé el Egipcio, o Por un millón de muertos,  de Josep Mª Gironella.  Luego, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Francisco Umbral, Mario Vargas Llosa… 
 Uno de los libros más impactantes en esos momentos fue Cuerpos y Almas, de Maxence Van der meersch. No sé si es un autor que luego haya escrito mucho o no. Lo cierto es que era una historia de hospitales muy interesante, que tuvo mucho éxito.   
 
Todavía recuerdo perfectamente Buenos días tristeza de la francesa Francoise Sagan. Desde luego esta novela ya se podría considerar una obra súper moderna para lo que estaba acostumbrada yo. Como Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé. Estos ya son libros de calidad.  De esa manera me fui introduciendo en la lectura, como quien no quiere la cosa y creando mi pequeña y humilde biblioteca.  Al mismo tiempo, una compañera de trabajo, gran lectora, me prestaba algunas obras. Ahora recuerdo, por ejemplo, una novelista  que nunca más he vuelto a leer, a pesar de que, según parece,  fue Premio Nobel de literatura en 1938: Pearl S. BuckEl libro que leí se llamaba Viento del este viento del oeste, sobre el cual creo que se hizo la película del mismo título.  
Es curioso, pero tengo la impresión de que el cambio en el mobiliario de las casas humildes, propició la llegada del libro.
Típico mueble de salón años setenta

Aunque visto desde ahora nos parezca una tontería, en la casa de mis padres, no hubo un pequeño mueble con estantería hasta el año 1970. Y como nosotros, la mayoría de familias que habían vivido en zonas rurales, hasta el gran éxodo a la ciudad en los años sesenta, ni habían tenido dinero para comprar libros, ni tenían sitio dónde ponerlos, dada la sencillez del mobiliario de  las vivienda. Mi madre, lo único que tenía era un viejo baúl, donde guardaba las novelas por entregas que ignoro cómo le llegaban al pueblo. Un título que recuerdo es: Genoveva de Brabante. 
Así pues, cualquiera que, como ocurrió en mi familia,  tuviera entre sus valores ampliar su cultura o la de sus hijos, se lanzó en ese momento a colocar en las estanterías, desde enciclopedias, a libros de divulgación sobre sexualidad, consejos para el perfecto matrimonio, hasta las novedades de escritores españoles y extranjeros.  Y nos sirvió, ya lo creo que nos sirvió, aunque a algún intelectual de pro, le parezca una estupidez lo que estoy contando. 
Rememorar la historia de mis lecturas a partir de los 25 años, en que ingresé en la Universidad,  sería demasiado largo. Sin embargo, reconozco que el ejercicio que he tenido que hacer para traer a mi memoria los primeros libros que cayeron en mis manos,  ha sido muy interesante. Así que me propongo seguir con esta historia, que no es sólo literaria, sino de mi proceso vital.   Paciencia…






5 comentarios:

  1. Me has hecho pasar un rato muy bueno leyendo tu entrada. Te felicito.
    Es lo que tiene ser un producto de la imprenta. Los que vienen despues lo son de la Television. La lectura frente al spot publicitario.
    Espero que no te pase como a Carvalho, el personaje de MVM que termino quemando libros en cada noveloa. Eso si, con previa reseña.
    Muy ocurrente la observacion del mueble VS libros. ¿que fue antes?. ¡habia que llenar los estantes como fuera!!
    Saludos
    SOY YO

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  2. Me alegro y gracias. Lo de los muebles, la vrdad es que se me ocurrió sobre la marcha, pero vamos, es que ¿dónde íbamos a poner los libros antes de ese mueble de formica?

    Yo también lo he pasado bien escribiéndolo y además he recordado cosas, he buscado información y me ha sorprendido alguna de ellas.

    Un abrazo

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  3. A mi también me ha encantado tu entrada.Me has ido llevando por distintos escenarios, por distintas etapas de mi vida; han ido apareciendo rostros de "prestamistas" , con los que compartía libros e inquietudes.
    Mi primer libro de lectura, Hemos visto al Señor,¡ menudo título ¡ define ya una etapa....Ejemplarizantes todos los libros que nos proponían, aunque con poco repertorio para la creatividad.Hago una escepción con el único libro de entretenimiento que poseí, con título de propiedad,La Buena Juanita.Con el título ya es suficiente.Pero era un tesoro para mí; me lo regaló mi padre y sus hojas amarillas y ásperas me las leía una y otra vez.Como la protagonista tenía mi edad,7 u 8 años, vivía sus historias como propias.Más tarde llegó una biblioteca ambulante en la escuela de Dª Mercedes, nuestra maestra.Devoraba los libros; era una inmensa alegría la que experimentaba el día que llegaban los lotes.Era capaz de leeerme un librito de 1 a 3 de la tarde, en el intervalo para comer.
    Cuentos de Andersen,los hermanos Grim,Las mil y una noches,La mula Francis....y ya para colmo me leí ¡El Paraíso Perdido¡ de un autor inglés al que no olvido,Milton. Es incomprensible pero esto sucedió antes de irme a estudiar el bachiller.Yo tendría alrededor de 9 años.Solo recuerdo que yo lo veía impropio de mi edad y era un ladrillo.Pero Dª Mercedes me dijo que no me daba "La mula Francis" hasta que no me leyera ese.Supongo que quería elevar mi vocabulario, pero ahora veo que yo no entendía nada.Todo el libro era una alegoría, donde los personajes,amén de Dios, Satán, y otros iban pasando por distintos estadíos de un laberinto, el Limbo,Cielo, etc ....en fín allí me tenías obediente yo,leyendo....y no aborrecí la lectura.
    Posteriormente llegó también para mí Corín Tellado, Mendoza Colt( yo era un poco marimacho y me gustaban los de oeste, patrimonio de los niños) y todavía adolescente Agatha Christie; Los Diez Negritos me la he vuelto a releer, ya casada, dos veces.A J.Mª le encantaban los de suspense.Después llegaron los clásicos, poco conocidos, pero buenísimos.
    El título de Genoveva de Brabante se ve que se vendío por todo el pueblo como churros; Jose María me ha hablado con verdedero cariño de ese libro; tambien lo tenían en casa.Su madre era una gran lectora, de libros prestados por amistades más pudientes.
    Las Hemeroteca-Biblioteca de Jaen, fue un gran refugio para mí Allí leía mucho e hice hasta amistades.Los que no teníamos un duro nos las ingeniábamos para leer así, y con préstamos.
    Me has hecho pasar una buena tarde husmeando en mis recuerdos.Un abrazo.( Y un saludo para SOY YO, me alegro de verlo por aquí)Juanita

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    1. Qué bien hacerte recordar, aunque creo que tienes mejor memoria que yo, porque no recordaba lo de la biblioteca ambulante de doña Mercedes. Siwmpre he pensado que entre tu y yo podríamos componerla historia completa.
      Bienvenida otra vez.
      Un abrazo

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    2. ¡Ah, Juanita! Se me olvidaba. Yo tengo ese precioso libro "La buena Juanita" Además, es una edición de 1880, comprado en una feria de antigÜedades de Barcelona. Es desde luego, una joya sobre la educación de las niñas y lo he utilizado en mis clases de ética muchas veces.

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