lunes, octubre 31

El legado de la pérdida

Jemubhai Patel es un juez indio que ha estudiado en Cambridge y que toma la decisión de retirarse de la vida pública en los últimos años de su vida, residiendo en un aislado caserón de Kalimpong junto a un cocinero llamado Nandu y al lado de Sai, su nieta huérfana que mantiene una relación con el tutor nepalés Gyan.
Al mismo tiempo, el hijo del cocinero, Biju, intenta abrirse camino trabajando en Nueva York.
Ocho años después de su aclamado debut con “Alboroto en el Guayabal”, la escritora hindú asentada en los Estados Unidos publica “El legado de la pérdida”, libro de ambientes interculturales con lugar para contrastes, referencias de identidad, nacionalidad, inmigración, aspiración y mejora vital, conflictos políticos, y conexiones familiares que vinculan tradición con modernidad.
Estos asuntos, interesantes pero ya muy manidos en otras manifestaciones culturales de artistas hindúes, son conducidos a través de una narrativa que alterna ambientes y personajes con tanto dinamismo como veleidad.
Más preocupada en definir el sentir de los caracteres y mostrar atmósferas que en conducir una trama, el libro, con un enfoque astutamente impactante en su lánguido y parcial retrato (más amplia perspectiva por ejemplo se encuentra en trabajos de Arundhati Roy o Salman Rushdie), no termina de funcionar a pesar de capacidad para los detalles descriptivos con talento para la imaginería y/o ambientación de los diferentes escenarios y hechos acontecidos en la mitad de la década de los 80.
También es reseñable algún acierto en los trazos emocionales que puntualizan las odiseas íntimas de sus protagonistas, aunque éstos se revelen bastante vacuos y sus andanzas expuestas a través de un amasijo pretencioso y extraviado de situaciones y ambientes.

El club de los viernes

Nacida cerca de Vancouver (Canadá), después de sus estudios de periodismo, Kate Jacobs se trasladó a Nueva York para colaborar en algunas revistas. Fue en esta ciudad donde escribió El Club de los Viernes, su primera novela, que se convirtió en un auténtico best seller internacional. Escuchó las historias de muchísimas mujeres e incluso viajó a Escocia para documentarse, ya que la vida de una de sus protagonistas tiene sus raíces allí. Insiste, en alguna de sus entrevistas, que no es una novela autobiográfica, que ella no es necesariamente ninguna de las ocho componentes del club y a la vez es un poco de todas ellas.


“Bienvenidos a mi… mundo. Soy Georgia Walker, ésta es mi tienda de lanas en el Upper West Side de la ciudad de Nueva York y éste es el lugar donde sucede todo”.Así empieza el vídeo que Lucie, una de las componentes del club, ha grabado para promocionar la tienda de tejidos de Georgia, Walker e hija.
En ese lugar, en esa tienda de lanas, es donde ocho mujeres con emociones contradictorias y las mismas inseguridades que muchas de nosotras se encuentran cada viernes llevando bajo el brazo su bolsa con las agujas, las lanas y un proyecto que acabar.
Ocho mujeres, ocho vidas distintas, ocho retratos unidos por una misma pasión; tejer.
Kate Jacobs ha sabido unir los hilos de una novela que desprende en todas y cada una de sus páginas sentimientos de ternura sin que la dura realidad deje de sobrevolar las madejas de lanas con las que las protagonistas tejen sus propias vidas:
Georgia Walker: fuerte, activa, decidida, abandonada por su novio cuando quedó embarazada. Dakota, hija de Georgia, adolescente, vital. Anita, de madurez serena y bondadosa. Peri, actual, emprendedora, jovial. Cat: la antigua amiga de la infancia, superficial, deseosa de enmendar antiguos errores. Darwin, ¡quién diría que ella también coge las agujas! cree vivir entre sueños rotos. Lucie, Independiente, valiente. KC, loca entusiasta.
A ellas se les une James (el antiguo novio de Georgia, padre de Dakota), Martty, el vecino de la charcutería y la familia que ha vivido durante demasiado tiempo en la lejanía.
Ya sólo la portada del libro es cautivadora. Todo el que me veía con el libro bajo el brazo no podía reprimir un “¿qué lees?”. Y yo les explicaba que era una de las historias más bonita, tierna y entrañable que había tenido entre manos desde hacía tiempo.
Para mí que coser un botón supone una gran proeza, leer cómo ocho mujeres (no todas expertas en el arte del tejido) iban avanzando en sus labores, casi me ha creado la necesidad de ir a la primera mercería y comprarme un ovillo de lana, unas agujas y tejer, por lo menos, una bufanda (que de todo, parece lo más sencillo).
Porque tejer puede ser además una terapia. De hecho en la novela, tejer entre amigas no es más que una excusa que para cada una de ellas es distinta: terapia, relajación, comunicación...
La vuelta a actividades de artesanía anticuada parece estar más cerca de lo que pensamos: la cocina, la costura, la jardinería… Aunque estoy segura de que nunca desparecieron del todo, sólo han quedado ocultas tras la pasión por el gimnasio, las dietas, las superwoman y el estrés.
Así, haciendo uso del tejido como metáfora, Kate Jacobs nos adentra en las vidas de estas ocho mujeres, en sus anhelos, sus frustraciones, sus ansias, sus aciertos y sus errores, y entreteje a todo ello valores hoy en día tan denostados, como la amistad, la lealtad, la unión, el espíritu de lucha, el perdón y, como no, el amor.
Es posible que haya quien considere todo esto un exceso de sensiblería y, tal vez, esté en lo cierto. Pero qué queréis que os diga, en el mundo que nos ha tocado vivir, lleno de angustia, inquietud, impaciencia, inseguridad y prejuicios, resulta saludable y alentador encontrarte con textos como el del Club de los Viernes. Con él aprendes a valorar los esfuerzos, las pequeñas cosas y, sobre todo, que en la vida, cada minuto es oro.
Abras por donde abras el libro te encuentras con una frase que te hace pensar, que te provoca una emoción, un sentimiento, una verdad para no olvidar.
Su lectura es fácil (yo la acabé en tiempo récord) e incluso divertida aunque no dejaré de lado, ni muchísimo menos, los pasajes dramáticos, que también los tiene. Así es la vida: a veces luces, a veces sombras.
Cuando empiezas un libro, cuando abres la primera página, hay curiosidad, ganas de entrar en seguida en materia, ilusión. Hay libros que cuando los acabas sientes que permanecerán contigo, que su historia no la olvidarás fácilmente. El Club de los Viernes es uno de ellos.
RESEÑA DE Celia Santos


El arte del placer

Hay autores cuya vida es tan fascinante como su obra literaria. El caso de Goliarda Sapienza es paradigmático.
El arte del placer, redactado entre 1967 y 1976, aunque se centre en tres generaciones de una misma familia, tendrá como trasfondo los acontecimientos políticos y sociales más importantes que acaecieron en la primera mitad del novecento italiano. No se trata, en rigor, de una novela adscrita al género histórico. La intención principal de Goliarda Sapienza es mostrar la complejidad del alma femenina, la lucha de la mujer consigo misma y con el represivo entorno social. En El arte del placer se acrisolan personajes femeninos clásicos de la literatura europea y lógicas narrativas de autores italianos coetáneos de la escritora: Stendhal (Madame Renal) y Moravia, Flaubert (Madame Bovary) y Lampedusa, D.H. Lawrence (Lady Chatterley) y Pirandello, Virginia Woolf (Orlando) y Elio Vittorini... Todos esos prototipos de mujer coincidirán en Modesta, la protagonista de la novela, quien nace el primero de enero de 1900 en el seno de una paupérrima familia de campesinos y crece junto a una hermana con el síndrome de Down y una madre que la ignora afectivamente. Cuando tiene nueve años, el padre, que las había abandonado, violará a Modesta. Tras un penoso encierro en un convento pasará al servicio de una familia noble. La princesa de Brandiforti convertirá a Modesta en su confidente y discípula en el arte amatorio. Ese aprendizaje, complementado por sus despiertos sentidos e innata inteligencia, servirá a la muchacha para seducir y casarse con el hijo de su protectora. Esa nueva posición social le permitirá dar rienda suelta a su voluntad de poder y querencias (tendrá numerosos amantes de ambos sexos); sin importarle los prejuicios sociales (dará a luz a seis hijos de distintos progenitores) y transgrediendo las normas que se oponen a sus deseos. Modesta –en quien Sapienza proyecta muchas de sus experiencias– hará de la libertad y el goce un arte de vivir.
Se puede considerar El arte del placer como un libro precursor y clarividente; de rebeldía y liberación; de sensibilidad y sentidos desatados; desmedido en ocasiones y en otras de exquisita lucidez. Libro carnal –las pasiones se incendian y consumen en los cuerpos de los personajes– y luminoso como la energía telúrica que emana de Sicilia y el Mediterráneo. Narración a un tiempo novelesca y sociológica, febril y realista, visual (muchas secuencias son propias de un guión cinematográfico) y psicológica. Hay novelas que no encajan en su tiempo por inoportunas o porque el público lector no es consciente de su valor anticipatorio. El arte del placer sería un ejemplo, pues, en vida de Goliarda Sapienza, el prolijo manuscrito fue rechazado por muchos editores. Sólo después de su muerte en 1996 se publicará la novela, inédita desde hacía veinte años, en una editorial marginal (Stampa Alternativa) y gracias a la porfía de su marido Angelo María Pellegrino. El arte del placer es la primera obra de Goliarda Sapienza que se publica en España. Aunque con retraso, bienvenida sea. ~

El club de la buena estrella

Aunque a veces se encuadra este libro dentro de lo que se suele llamar, no sé si despectivamente o no, literatura femenina, lo cierto es que estamos ante una obra que, centrándose en la visión femenina del mundo, penetra con bastante seriedad en la naturaleza humana.
Este libro nos narra una historia autobiográfica. La autora, Amy Tan, decidió escribirla poco después de que falleciera su madre. Ésta le contó en inumerables ocasiones la historia de su vida. Amy se preguntaba si su madre le engañaba porque cada historia diferia en ciertos aspectos, o era consecuencia del pago que la memoria debe hacer al tiempo. Nos comienza relatando como su madre en los años de guerra entre China y Japón se encontraba en la ciudad de Kweilin. Allí acudían refugiados de toda China. Entre tanta miseria, tanta muerte, tanto drama a la madre de Amy se le ocurrió fundar: " El Club de la Buena Estrella". Era un grupo, una sociedad formada por cuatro mujeres. Su fin social era el de huir mentalmente de aquel drama, evadirse de la realidad, pensar en un futuro mejor para sus hijos. Para ello juegan al mah jong, que para que os hagais una idea, por lo que explica en el libro es como el dominó. Mientras juegan a este juego relatan historias pasadas, pero sobre todo sus sueños. Sueñas que vendrán tiempos mejores. Hacen de ese ritual un banquete, en el que no falta comida abundante. Lo practican una vez a la semana. Resulta un poco hiriente el contraste entre los bombardeos continuos, el hambre generalizada y esta especie de festín.
La autora se asentará en San Francisco con su familia, y habrán pasado nada menos que 50 años desde la fundación del Club. A lo largo de este tiempo muchos parientes provenientes de China vendrán trayendo consigo noticias de sus origenes. El club tiene su replica en San Francisco, procurando mantener las tradiciones chinas en pleno mundo occidental. Amy ocupará el sitio que pertenecía a su madre. En su primera partida de mah jong sus tias le contarán detalles de la historia de su madre. Y le darán una sorpresa. Su madre tuvo que huir en la guerra de una ciudad a otra. Decidió coger lo esencial: un poco de alimento, un poco de ropa y a sus dos gemelas recién nacidas. Conforme corría, el cansancio se hacía más fuerte, cada vez andaba más despacio, primero se deshizo de la ropa, despues del alimento, y al final no le quedó más remedio que abandonar a sus dos hijas. A Amy le comunicarán ahora que han localizado a sus hermanas. Hasta aquí os puedo contar. El resto es un trabajo vuestro.



El amante de Lady Chatterley

Es la novela más famosa escrita por el autor inglés D.H. Lawrence. Constance Reid tiene 23 años cuando se casa con Clifford Chatterley, un elegante teniente del ejército británico. Corre el año 1917 y Clifford se va a luchar en el frente de la batalla de Flandes, de donde regresa con una parálisis irreversible. La joven pareja se asienta en una casa situada en las tierras de la familia de él. Lady Chatterley es una joven educada fuera de los tabúes y de la ocultación social de las relaciones imperante en la sociedad en la que vivía. En la universidad ella era libre y experimentaba, junto a su hermana, las infinitas sensaciones e impulsos sexuales. Cuando su juventud pasa, su vida da un giro y transcurre junto a su marido paralítico en un pueblo minero, entre conversaciones y días monótonos. El amor deja paso al respeto y la compresión y desaparece completamente la pasión… hasta que Connie -Lady Chatterley- decide tomar las riendas de su vida de nuevo y dejar de ser simplemente la compañera y enfermera de Sir Clifford. Abandonándose a sí misma, triste e indiferente, Constance Chatterley se refugia en la pasión erótica que le otorga Parkin, el guardabosques de la zona, que vive aislado tras la separación de su mujer... lo que supondrá el despertar a la sensualidad para ella, y la vuelta a la vida y sus placeres para él.
Nunca antes en la literatura se había descrito de una manera tan erótica las relaciones sexuales, sin perder una gran sensibilidad en el trazo que plasmaba bellamente las emociones sentidas en el acto amoroso por la pareja y los escenarios naturales en que se desarrolla la acción, descritos a menudo de manera un tanto afectada. En la sencilla e intensa relación adúltera, con una conclusión un tanto insulsa, se abordan los temas preferentes en Lawrence, el choque de clases, las distintas sensibilidades entre hombre y mujer, con la emancipación, descubrimiento y la liberación sexual femenina, el contraste entre el mundo natural y el mundo "civilizado", y se establece una sombría perspectiva sobre el futuro del ser humano, ausente de valores y sentimientos, y preocupado principalmente por el dinero y el bienestar material.
La novela, perseguida por el puritanismo, prohibida en EE.UU. y en Inglaterra durante más de 30 años, acusada de escandalosa e inmoral, relata con extremada minuciosidad y rigor las relaciones libres entre hombres y mujeres, sin escatimar en detalles las sensaciones y emociones que van surgiendo entre los amantes. Pero no fueron estas descripciones detalladas de los actos eróticos lo que revolucionó la crítica y la moral de la sociedad anglosajona del siglo XX sino la trasgresión social, puesto que el amante de Lady Chatterley no pertenece a su clase.
David Herbert aborda temas inusualmente tratados, el de la mezcla de clases y el de la liberación sexual femenina, no es que Lady Chatterley pudiese serle infiel a su marido en el bosque, es que lo hace con un obrero. La historia nos ayuda a meternos de lleno en la conciencia de aquella sociedad marcada por los tabúes y la moral, sociedad burguesa que cerraba los ojos y se escandalizaba ante las relaciones sexuales y la pasión. No es de extrañar que la primera semana en que se permitió su publicación la novela vendió más de un millón de ejemplares.

Ana karenina


Narra la trágica pasión amorosa de ana, casada sin amar con el ministro Alejo Karenin, pero se enamora perdidamente del joven oficial Alexis Vronski.
Ana Karenina fue una dama de la alta sociedad rusa, casada con un funcionario de San Petersburgo, que llegó a Moscú con una misión especial. Su hermano, Esteban Oblonsky, le pidió que le ayudara hacer las paces con su esposa, Dolly, que acababa de enterarse de que él le había sido infiel con la institutriz de los niños. Durante el camino Ana conoció a una señora que iba a Moscú a visitar a su hijo, que era el conde Wronsky. En la estación del ferrocarril Anna conoce al conde Wronsky, el cual le atrajo desde el primer instante y éste en ese momento quedó perdidamente enamorado de Ana.
Después de arreglar los problemas familiares de su hermano Ana se marchó a San Petersburgo para evitar el incremento de los celos de Kitty, la hermana de Dolly, quien estaba enamorada de Wronsky. Éste al enterarse de que Ana se había marchado a San Petersburgo decidió ir detrás de ella en el mismo tren, donde se encontraron y él le hizo su declaración de amor. Ana trató de rechazarlo, deseando controlar los sentimientos de amor despertados por él en ella.
En San Petersburgo, Wronsky siguió buscando el amor de Ana, la cual tiempo después se lo concedió. En esos momentos la pasión desenfrenada de ambos no tenía tiempo ni lugar y por eso buscaron cualquier instante para encontrarse. Esa relación existente entre ambos no pasó desapercibida en la sociedad, lo que hizo que Karenin, el esposo de Ana, sospechara del romance. Karenin decidió enfrentar la realidad, preguntándole a Ana si existía algo entre ella y el conde Wronsky, a lo cual ella le respondía con evasivas.
Tiempo después, Ana quedó embarazada de Wronsky y esto la sumió en un estado de profunda depresión. Karenina le contó a su amante sobre su estado y las preocupaciones con respecto a la reacción de Karenin a la hora de enterarse. El conde al ver su estado de angustia le propuso a ella un plan de fuga pero ésta lo rechazó. Meses después Ana dio a luz a una hermosa niña. El parto fue sumamente difícil y Ana quedo a la merced de la muerte y pensando en su cercano encuentro con Dios, Anna le pidió perdón a su esposo, el cual se lo concedió.
Después de mejorarse Ana, Wronsky, ella y la niña se fueron de viaje al extranjero y vivieron una temporada en Italia. Algunos meses después ellos regresaron a Rusia y se instalaron en el campo, donde vivieron un tiempo. Durante esa época las preocupaciones de Ana y Wronsky sobre su estado social y legal fueron en aumento. Hasta que el conde pidió al hermano de Ana que estaba de visita en su casa, que hablara con Karenin sobre la posibilidad de un divorcio y la restauración de los derechos legales de Ana sobre su hijo Sergio.
Esperando el divorcio los protagonistas de la novela se marcharon a San Petersburgo, donde se desencadenaron los celos y la crisis neurótica de Ana. El silencio de Karenin agravó la crisis emocional de ella. Durante esa penosa estancia en la ciudad, el amor desenfrenado que Ana sentía por Wronsky se convirtió en una obsesión enfermiza, ya que a cada instante que él no se encontraba con ella, se lo imaginaba con otra mujer.
Finalmente, sin esperar la respuesta de Karenin ellos decidieron marcharse al campo, pero antes Wronsky tuvo que ir a ver a su mamá. Esto enloqueció a Ana ya que creía, que estaba con otra mujer, ayudado por su madre. Karenina decide ir a la casa de la vieja condesa para confirmar sus sospechas, las cuales no tenían base alguna ya que el conde le era fiel a su amor y ella era la única mujer de su vida. Durante el viaje hacia la casa de la madre, Ana seguía abrumada con sus pensamientos negativos acerca de que la vida para ella no tenía valor alguno y que Wronsky ya no la quería. En una de las paradas que hizo el tren, Ana baja pensando en su situación y concluye que la única salvación para ella era la muerte. Y al pensar eso, caminó lentamente hacia la vía del tren, donde se inclinó hacia las fauces de la locomotora, la cual terminó cruelmente con su existencia. Cuando Wronsky se enteró del accidente, se quedó muerto en vida por el impacto emocional y decide abandonarlo todo marchándose a la guerra. Y como una paradoja de la vida, la mujer que este rechazó por Ana, Kitty, vivió felizmente con su esposo, Levine, rodeada del cariño que este le brindaba y que Wronsky le negó.
FUENTE: http://www.monografias.com/trabajos10/anak/anak.shtml

miércoles, octubre 26

La vida en las calles de Chaouen



En tres cuartos de hora, cruzando el Estrecho de Gibraltar, estás en otro mundo. Tánger esa ciudad  que aún enseña un pasado de esplendor, a través de edificios fantásticos frente al mar, y hoteles como el Continental, donde nos alojamos. El resto es una mezcla entre las estrechas y laberínticas callejuelas de la Medina,  y el ensanche, lleno de edificios modernos y amplias plazas repletas de gente al atardecer. Tiene vitalidad y se adivina un crecimiento, por la gran cantidad de obras en marcha, y la remodelación del antiguo puerto. Quién sabe si en poco tiempo seremos nosotros los que tendremos que emigrar hacia el sur.
El viaje hacia Chaouen es relativamente corto, una hora y media por autovía hasta Tetuán y luego, a través de una carretera en buen estado, quizás  treinta minutos más. Es una imagen que se queda en la retina por mucho tiempo. Una pequeña población con un casco histórico maravilloso, bien conservado, cuidado, seguramente por sus mujeres, como antaño se hacía en nuestros pueblos andaluces. De hecho en muchos momentos parecía que estuviéramos caminando por cualquier calle de las nuestras: casas blanquísimas, que han embellecido aún más con azulete, aunque supongo que actualmente usan pinturas naturales para dar esos distintos tonos de la gama, tan llamativos y alegres. Niños jugando y correteando por las calles empinadas y empedradas, mujeres que van y vienen de la compra, o con la escoba en la mano, dejando el entorno limpio como el jaspe. 
Aquí los vendedores no dan mucho la lata, como ocurre en Tánger.  Las tiendas nos ofrecen todo tipo de artesanía: alfombras, bolsos, zapatos... abalorios muy variados y siempre coloristas y atractivos a la vista. Y la calle... un hervidero de gentes que van y vienen. Los cafés y las terrazas, donde sirven ese riquísimo té con yerba buena... y al final, debajo del risco que corona la población, manantiales fresquísimos de agua y el lavadero público. Imágenes para retener, para recordar otras épocas y otro mundo que nosotros hemos perdido y que allí aún perduran. En estos casos mi cámara me sirve para dejar testimonio de lo que me sugieren esos cuerpos rotundos y jóvenes, esas niñas que juegan y ayudan a sus madres a transportar la ropa mojada, después del lavado, esos niños que chapotean descalzos y felices, esos arbustos que sirven de tendedero natural. Y la única música que se me ocurre para tan hermosas imágenes es "La vida es bella" . Nos tomamos el zumo de naranja más rico que haya probado nunca, preparado sin prisa y en vaso de vidrio,  mientras contemplamos este cuadro para el recuerdo. Totalmente recomendable, si logras desprenderte de ideas preconcebidas y sabes disfrutar de las cosas sencillas y las experiencias diferentes.
Tánger

viernes, octubre 14

Cartas leídas, cartas escritas: una historia real

Este audiovisual lo he presentado en el Congreso Internacional organizado por la Escuela Feminista de Teología de Angalucía, en la Universidad de Sevilla. Este congreso ha tratado sobre la intimidad de las mujeres y cómo esa intimidad ha sido narrada de diversas formas, por ellas, o por otros u otras. Lo comparto con quienes habitualmente entráis a visitarme. Espero que os guste. ¡Ah, que no se me olvide! La persona que ha puesta la parte técnica es Maga, mi amiga, que es una krac de la informática y disfruta muchísimo acompañándome en estas historias.

Esta es la segunda parte de la intervención, donde explico el lazo de unión entre las cartas que leía y escribía mi madre, y mi trabajo actual con las historias de vida de mujeres rurales.   

miércoles, octubre 12

Entrevista a Pedro Sevilla

Miguel Ángel Rincón (M.A.R.): Hola Pedro. Para comenzar con esta entrevista, me gustaría que explicaras a nuestros lectores cómo fueron tus inicios literarios, en términos de ambiente, amistades e inquietudes.


Pedro Sevilla (PS): Fui un lector precoz. Me entusiasmaba con los poemas infantiles que venían en los libros de Lectura de mis primeros años de escuela. Pero antes ya sabía que el idioma no sirve sólo para entendernos, sino que es creador de belleza. Lo aprendí cuando mi abuela me cantaba romances para dormirme. Me quedaba dormido entre el bamboleo de las rimas. De adolescente escribí para explicar mis sentimientos. Plagiaba descaradamente a Julio Mariscal. Ya de mayor creamos un grupo, “Calima”, entre Pepa Caro, Juan Luis Vega, Cristóbal Romero, María Jesús Ortega, José Luis Morante y yo. Del grupo queda la amistad, que no es poco.

M.A.R.: Cuáles fueron los autores que te influyeron en aquellos comienzos.

P.S.: Conocer la poesía de Julio Mariscal significó para mí un cataclismo emocional que aún me dura. Luego vinieron otras lecturas, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, etc.

M.A.R.: A mi parecer, tú poesía es sincera, intimista, comprometida… Cómo la defines tú.


P.S.: Mi poesía es comprometida en cuanto se compromete con el hombre, con su dolor, su angustia ante el paso del tiempo, ante la inexorable presencia de la muerte. No comprometida políticamente porque no creo que la poesía deba ser un arma política. La poesía trata de lo eterno, de lo que siempre es. Yo empecé queriendo cambiar el mundo a golpes de endecasílabos. Gran error.

M.A.R.: Cuáles son los factores que consideras determinantes a la hora de crear un buen poema.

P.S.: La sinceridad de que antes hablabas. Pero no una sinceridad literal. En el poema se puede mentir en lo pequeño para decir una verdad grande.

M.A.R.: La familia y la infancia han sido reflejadas en muchas de tus poesías. ¿Marcan tanto al poeta esos temas?

P.S.: La infancia es nuestra patria perdida. Todo niño es un Monarca, aunque su infancia sea desgraciada. Sin embargo, cuando llegamos a la adolescencia la vida empieza a pedirnos cuentas, nos convertimos en unos parias que debemos construir nuestra propia biografía con materiales escasos y nula experiencia, porque no hemos vivido antes.

M.A.R.: La política también ocupa un lugar fundamental en tu vida. Tuviste una experiencia como político que te llevó a ocupar el cargo de concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Arcos. Cómo valorarías aquella experiencia.

P.S.: En política tuve grandes amigos, que mantengo. Hoy se habla muy mal de los políticos en general. Creo que no debemos meterlos a todos en el mismo saco. Los hay buenos, muchos, y malos, pocos. A estos pocos hay que echarlos o enjuiciarlos en su caso. A los buenos, que como digo son mayoría, hay que respetarlos. Mi paso por la política no fue del todo agradable. Luego me puse enfermo y se acabó todo.

M.A.R.: Estás de acuerdo con que, generalmente, el poeta, por su manera de ver la vida, se inclina más por la Izquierda política.

P.S.: No creo que el amor, el dolor o la angustia, que es de lo que escribimos los poetas, sea patrimonio ni de derechas ni de izquierdas. La poesía sopla donde quiere.

M.A.R.: Volviendo a terrenos poéticos, para escribir, prefieres la noche, el día, o es indiferente.

P.S.: La poesía sopla donde quiere y viene cuando quiere. Uno no escribe poesía. La poesía lo utiliza a uno para escribirse. Así que hay que esperarla a ella. En novela sí que puede uno mancarse unos horarios, porque tiene otro mecanismo.

M.A.R.: Quién es tu mayor crítico.

P.S.: El poeta tiene que tener mucho miedo al ridículo. Así será parco en publicaciones y lo meditará todo antes. Con todo, tengo algunos maestros a los que respeto y sigo.

M.A.R.: ¿Estás trabajando actualmente en algún proyecto nuevo?

P.S.: Tengo terminado un trabajo en prosa, unas memorias de mi medio siglo.

M.A.R.: Cómo ves el panorama cultural en la Sierra de Cádiz.

P.S.: Creo que vosotros estáis haciendo una gran labor.

M.A.R.: Para concluir, quisiera agradecerte tu buena disposición para realizar esta pequeña entrevista y te deseo lo mejor. Un gran abrazo.

P.S.: Gracias a vosotros.

miércoles, octubre 5

Duelos eternos

La suelo encontrar en mis paseos por la ciudad. A veces, sentada en una terraza, casi siempre acompañada de otras mujeres más jóvenes. Desconozco el parentesco que las une, pero podría afirmar sin miedo a equivocarme que son hijas, nueras, o sobrinas.  Llama la atención su aspecto; cualquiera diría que nos hemos trasladado a otra época, a esos años en los que las mujeres no se desprendían del luto en toda su vida de adultas. Así viste ella: completamente de negro, sin adornos, como si su cuerpo, que adivino pudo ser lozano y garboso,  hubiese muerto aquel día.  Unas tupidas medias cubren sus piernas fuertes, acostumbradas a transitar por la ciudad, siempre acompañada, siempre grave, siempre hablando de lo mismo. De edad indefinida, aunque ha traspasado hace tiempo el medio siglo,  la frente despejada,  moño apretado y sin canas. Su rostro, moreno y curtido,  podría ser hermoso, pero el gesto áspero lo endurece;  da la sensación de rabia contenida, de una amargura que va mas allá del dolor.
                           
Me impresiona, me da pena; no tanto por el sufrimiento que se adivina en ella, sino porque la intuyo encerrada en la rabia, empeñada en no olvidar. Quiere seguir siendo esa madre coraje, sin permiso para vivir, y para sonreír; una Bernarda Alba, que transforma su sufrimiento en rencor, obligada a ser, de por vida, una mujer de negro, porque así son las madres, porque si olvidara a su hijo, tan joven, tan trabajador, tan cariñoso, sería como darle muerte de nuevo.