jueves, septiembre 30

Pepa Parra: una poetisa jerezana

Tengo entendido que Pepa prefiere que la llamen poetisa, más que poeta, porque le suena a sacerdotisa o a pitonisa. Desde que la conocí y la escuché leer sus propios poemas, me quedé totalmente prendada de su persona. Recuerdo que en una de sus presentaciones públicas, me emocioné tanto, que no pude contener las lágrimas y me acerqué a ella para felicitarla efusivamente. Transmite sencillez, pasión, entusiasmo, y mucha verdad.
En la fundación Caballero Bonald, donde trabaja, se la puede ver siempre atendiendo a todo el que llega, con su bonita y atractiva sonrisa, y una calidez humana que poca gente transmite como ella. He escuchado en algún sitio que su compañero David Naranjo, le comentó que en la Biblioteca del Congreso en Washington había libros suyos, y ella se quedó tan pancha. Así es Pepa.
Ha sido galardonada entre otros con el Premio Internacional de Poesía Loewe a la Creación Joven en 1995 -por el libro Elogio a la mala yerba-. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al francés, al árabe, al inglés y al alemán. Algunos de sus textos han sido musicados por algunos cantautores.
Aquí la tenemos, junto a Espido Freire
El dormido pretérito y pluscuamperfecto

Devuélvete a tu pura
silueta de dormido,
a tus piernas perfectas recogidas,
a tu gesto inocente
rendido en la almohada,
a las horas de siesta en que te hallabas
al alcance de mis ensoñaciones.

Devuélveme a ese niño
que a solas descubrí tras la vigilia,
devuélveme tus párpados,
quisiera contemplarte de nuevo,
 ahora te comprendo.

Buenos días, tristeza

A veces llega la tristeza.
Trae las alas suaves de conformidades,
los ojos bajos y la piel desnuda,
y parece tan fácil entregarse,
despojarse, poner bajo sus plantas
el reino, los poderes y las armas,
el amor sobre todo, y esos últimos
retales que nos quedan de alegría.

A veces gana la tristeza; entonces,
qué lujo de matices su victoria,
qué fasto de sus grises y sus pardos
ocupándolo todo.
Buenos días,
 -he de decir-, tristeza, aquí me tienes.

Natalia Fernández Díaz: algo más que poeta

La conocí el año pasado en Barcelona, una tarde de Mayo, en la presentación de mi libro, y mantenemos correspondencia por la red. Natalia es una mujer del Renacimiento: conoce nueve idiomas y se dedica a la traducción. Pero además, es profesora universitaria, escritora, poeta,  pintora, fotógrafa, articulista... Y por si no era suficiente, es humilde, entusiasta y una auténtica  belleza, ¿alguien puede pedir más...?
Os regalo este poema, que podréis encontrar en su libro Secreta perfección del fracaso. Ed. Torremozas, 2010.
                                                                   I

Si me van descascarando
Queda esa unidad tan primitiva
Que existió hace miles de años.

Si me van despojando
De mis capas de carne
Queda de mí la señal que me humaniza.

Si me arrancan los ojos
Quedan en mí los ojos atónitos
De mis antepasados
Como certeza oscura de un milagro.

Si me arrancan el cuerpo
Siempre quedará,
En la península del tiempo,
El último eslabón de la conciencia.

                                                                                                                Natalia Fernández Díaz

                                                

martes, septiembre 28

El descubrimiento de una gran soprano

Os presento a Emelina López, una buenísima soprano cuya carrera se ha desarrollado en los escenarios de medio mundo. De origen cubano, la tenemos en Jerez, y ejerce como profesora de canto en la Escuela de Música  del Äyuntamiento de la ciudad. Espero que os guste.

lunes, septiembre 27

Historias en Face Book

Cada mañana lo veía subir por la rampa que conducía desde el almacén al gran vestíbulo donde se cargaban y descargaban los camiones.
Sobre las nueve y media de la mañana, las muchachas de los talleres bajaban a almorzar al comedor. Ella acababa de aterrizar en la empresa. Con la carita de niña, salpicada de pecas, y un aspecto que delataba su origen pueblerino, aún no se sentía segura lejos de sus primas. Por eso, a la hora del almuerzo, se confundía con la masa de jovencitas llegadas del sur; mucho más parecidas a ella que sus compañeras del despacho, con las que todavía no tenía confianza.

El muchacho casi siempre portaba una especie de carro con alguna mercancía; a veces, un perchero cargado de vestidos o trajes. Se movía nerviosamente. De estatura más bien pequeña, y aspecto frágil, parecía más joven de lo que en realidad era, más o menos dieciocho años. Pero lo que destacaba en aquel chico moreno, era su mirada pícara y su brillante sonrisa, siempre a punto de seducir a quien se pusiera a tiro. Pero Rafa, así se llamaba, quizás no lo supiera. Tal vez no era consciente de ese encanto personal, y por eso era fácil acercarse a él. Claro que Maria tardó algún tiempo en darse cuenta de eso y durante meses, su corazón latía más aceleradamente de lo normal, cada vez que lo veía. Lo peor era encontrarse en el reducido espacio del ascensor. Allí sus traviesos ojillos la ponían muy nerviosa y no sabía hacia dónde dirigir la mirada. Sólo tenía quince años y sus compañeros de oficina, burlonamente, le hablaban de él y de otros muchachitos… recuerda un tal Hilario, con el que también estaban empeñados en emparejarla. 
Maria, con sus compañeros
Ella, inocente y llena de miedos y complejos, procuraba pasar desapercibida, ser lo más natural posible, pero sobre todo, evitaba los encuentros comprometidos.
Un día, como tantos compañeros, Rafa desapareció de la empresa y sus vidas siguieron caminos diferentes. Para entonces, María había encontrado el amor; ese con el que había soñado tantas veces. A pesar de las distancias, volvieron a encontrarse. La boda de Ramón, un amigo común, propició unos momentos llenos de alegría y de ternura, porque aquella niña tímida de ojos transparentes, llevaba en su vientre una criatura. Seguía siendo muy joven y estaba llena de esperanza. 
El día de la boda del amigo de Rafa
María aún conserva las fotos de sus últimos encuentros. La imagen siempre alegre y vivaracha de Rafa le hace recordar el día que se casó con una linda muchacha: morena ella, esbelta, un pelín más alta que él, con su ramo de flores silvestres, y sonriendo feliz, con la melena al viento.
Es verdad, piensa… Eran la misma imagen de la felicidad; ambos vestidos de blanco y bailando como posesos. Una tarde de verano, y en un entorno que no podía ser más bucólico: una pequeña iglesia románica, rodeada de pinos, muy cerca de la ciudad donde vivían.

Después… nada. La vida, los estudios, los trabajos…, los hijos… Un tiempo en blanco.
Un día, como tantos otros, ella entró en la red. Tenía uno de esos momentos de soledad y quietud, propicios para el recuerdo y la nostalgia. Seguía siendo una sentimental y no había olvidado aquellos primeros descubrimientos y experiencias vitales. A veces le asaltaban recuerdos de escenas de la primera época en la ciudad, y solía soñar muchas noches con sus compañeros de la oficina. Eran sueños que la devolvían a la vida cotidiana en su primer trabajo, a los afectos, pero también a los miedos y las inseguridades, que de todo hubo.
Habían pasado más de treinta años, pero se atrevió a abrir una puerta al encuentro con el pasado. Escribió su nombre y apellidos: Rafael Romero Torres. Esperó que alguien, al otro lado, diera una respuesta. Y allí estaba. Con algunos años más, y sin embargo…, con aquella sonrisa llena de encanto.
 Genio y figura, pensó…, y una alegría casi adolescente se le coló entre los pliegues de su alma ya madura.

domingo, septiembre 26

Septiembre...


Lo primero que me viene a la memoria, cuando evoco el final del verano es esta canción; una de las más bonitas del Duo Dinámico y que me hacen rememorar esos días aún calurosos de septiembre, cuando, después de un breve periodo en el que se rompia la rutina del pueblo, con la llegada de forasteros: amigas, primos, tios... , todo volvía a la normalidad.  Más tarde, quizás cuando ya vivía en Barcelona, otra de las canciones de la banda sonora de mi vida..."Septiembre"  Fue una canción que cantaron varios artistas de la época, entre ellos Salomé y Bruno Lomas, éste último muerto prematuramente, en accidente de tráfico, el 17 de Agosto de 1990. Y aprovecho para compartir una de sus mejores canciones, con los mayores, como yo, y con otros más jóvenes que no lo conocieron: un gran roquero y mejor baladista. BRUNO LOMAS. Como no encuentro Septiembre, escuchad ésta: una preciosidad... ¿No os recuerda a Miguel Rios...? Una voz y un estilo parecido.

martes, septiembre 21

Tierra de rastrojos

Esta semana he visto una película en Canal Sur 2, que me ha sorprendido. Conocía su existencia, pero no había tenido la oportunidad de verla, ya que es una auténtica rareza. En blanco y negro, se trata de una obra poco comercial, y que en su época tuvo premios en festivales europeos. Su distribución, sin embargo, estuvo limitada al territorio andaluz, y proyectada sólo en cine clubs.  Eso sí, pienso que es infinitamente inferior que la novela en la que está basada.
Tierra de rastrojos, es el título de un libro, también raro,  publicado en 1979, en plena transición. Conocí a su autor, Antonio García Cano,  de forma casual en aquellos eventos que  organizaban los partidos de izquierdas en Barcelona, y me firmó un ejemplar. La leí y me dejó impactada. Se trata de un retrato de la Andalucía rural anterior a la Guerra Civil, concretamente en una zona de grandes latifundios.
Recojo esta nota, publicada en un diario local. Por ella he sabido que Antonio murió este año. Precisamente, mientras yo escribía mi libro, durante 2008, estuve intentando encontrarlo, porque viviendo yo en Andalucia, pensaba que podría tener una charla con él. Me imaginaba que sería ya mayor, pero que había tenido vivencias muy aprovechables para cualquier persona interesada por la historia del campo andaluz. No lo conseguí, a pesar de internet. Era un hombre sencillo y silencioso, por eso no aparecían noticias suyas en ningún sitio.
La nota, con su biografía está escrita por Mari Carmen España, seguramente una amiga suya. La transcribo tal y como ella la ha publicado.
"Nacido en Fuente Tójar (Córdoba) en 1927, de familia campesina, emigró con sus padres a Lantejuela en 1934. Su primer trabajo fue, según me contaba este pasado febrero, cuidar cabras con diez años en el Molino de “El Salado”. A los catorce entró como dependiente en un comercio en el pueblo de El Saucejo. Cumplió el servicio militar en Sevilla y a su salida se colocó en unos grandes almacenes, donde se inició en la lucha sindical, porque según sus palabras “había mucha explotación y un mal trato hacia los dependientes”. Fue uno de los fundadores de CC.OO del Comercio en Sevilla. Ingresó en el Partido Comunista en el año 1960, donde luchó hasta que fue detenido, encarcelado y condenado a cinco años de prisión, que cumplió entre las cárceles de Sevilla y Jaén. Durante su encarcelamiento escribió “Tierra de Rastrojos”, novela genial, ambientada en los tiempos inmediatamente anteriores al golpe de estado de 1936 y que describe como ninguna las penurias de los jornaleros andaluces que soñaban con un mundo mejor. “Tierra de Rastrojos” posee un lenguaje real, vivo y andaluz y está basada en hechos y personajes reales, siendo saludada aún todavía hoy como la primera novela estrictamente campesina del Sur, tal y como Antonio Burgos la definía en su Prólogo.
Esta es la portada del libro que perdí y que he encontrado en un mercado de segunda mano 
Esta novela fue publicada en su primera edición en 1975 y reeditada después en 1976. Antonio García Cano en la prisión provincial de Sevilla (años 1967 y 1968) también escribiría su novela “Manuel Remárquez e Hijos”, publicada en 1977. Salió en libertad en 1972, incorporándose inmediatamente al Partido y a la lucha. Fue deportado poco después al pueblo de La Jonquera (Girona), en el que permaneció dos meses, hasta que levantaron el estado de excepción. Volvió nuevamente a Sevilla. 
Decía emocionado, mientras me dictaba esta biografía, y al conocer la noticia de la publicación de “Memorias de un cabrero”: “Sigo con mi misma ideología y moriré con ella” (25 de febrero de 2010). Para él, esta novela corta es de lo mejor que escribió porque recoge todas sus vivencias y todos sus recuerdos de la infancia.
Su maestra pluma, su valentía excepcional en una lucha dura, en tiempos difíciles, y su humanidad y bondad infinitas, de las que sus ojos eran fiel testigo, me hacen recordar aquella frase de Séneca, el filósofo romano también cordobés: “Para bien de todos (…) combaten los mejores”. Antonio García Cano, escritor andaluz, luchador incansable pertenece a los mejores. Su añorado mar y sus campos de la infancia son el espejo de lo que fue su vida: siempre constante, siempre sabio, apacible y humano.
Me queda el consuelo de haberlo ayudado a realizar uno de sus últimos sueños, que era ver publicada en su pueblo su mejor novela “Las Dos Orillas del río (Memorias de un Cabrero). Viéndose ya muy enfermo, me dictó lo que quería poner en las dedicatorias".

Ficha Técnica de la Película
•Argumento: Novela homónima de Antonio García Cano, basada en hechos y personajes reales
•Guión: Ana Galván, Antonio Gonzalo
•Director de Fotografía: Hans Burmann
•Montaje: Nieves Martín
•Montaje (adjunta): Victoria García,Productor ejecutivo: Valentín Lizárraga,Dirección artística: José Plá,Ambientación: Gregorio Sanz,Gemma Arquer

sábado, septiembre 18

Cuando canta Rocio

No es el tipo de música que solía cantar en los discos y las actuaciones más comerciales, pero para mí es una bulería en la que hay mucha emoción. Y cuando canta Rocio, hay que escuchar con todos los sentidos. La voz es inigualable, y lo que transmite... No tengo palabras para describirlo. Ha sido una de mis preferidas.

viernes, septiembre 17

La tristeza de Lola.

                  Lola tiene los ojos más tristes que yo haya visto nunca. Con apenas setenta años, hay días en que su mirada se oscurece y su gesto se tuerce, dejando en su rostro algo sombrío, que la hace mucho más vieja. El tono de su voz denota un carácter reservado y prudente. Pero, detrás de esa discreción, se adivina una mujer que esconde historias y sentimientos profundos; y, sin embargo, se resiste a abrir ventanas; no quiere tocar eso tan sensible y delicado que guarda dentro de los rincones de un alma herida.
Siento que esta tarde algo la ha hecho dejar entornadas esas puertas; tal vez una ráfaga de aire, al que Lola no teme. Sentada en torno de la mesa camilla, con un hilillo de voz, da comienzo a su relato. 
Su infancia transcurrió en el campo. La mayor de seis hermanos, se ocupó muy pronto del cuidado de ellos y de la casa. Nada de tiempo para la escuela y los juegos. Dice haberse sentido muy querida, no sólo por el padre, un hombre sensible del que habla con adoración, sino por los abuelos y los tíos. Durante muchas temporadas,  la niña se trasladaba al cortijo donde vivía la familia paterna. Era una forma de descargar a sus padres, a los que el trozo de tierra no daba como para alimentar tantas bocas. Pero a pesar de su pena por estar tan lejos de casa, siendo tan chica, recuerda el amor y los mimos que recibía de sus tíos.  
Juntas miramos sus fotos de adolescente. En una de ellas se la ve sentada en una fiesta. Seria y en actitud decorosa, parece esperar a alguien. Le pregunto qué le sugiere esa imagen. Sus palabras me emocionan:
“Me sugiere una muchacha que se siente sola, que no se quiere mucho, que no sabe quién es, que no sabe…”  
Y rompe a llorar desconsoladamente; eso sí, controlada, como temiendo decir más de lo que desea. Me desconcierta y no estoy segura de cuál debe ser mi reacción. Quiero consolarla y al tiempo darle la tranquilidad suficiente para que haga lo que más desee, incluso dejar de hablar de lo que tanto le duele. Lola respira hondo, se recompone y me cuenta:
"Yo aquí tenía unos catorce años y ya tenía novio, pero él estaba en la mili. Desde que empezamos a salir juntos, yo perdí todo mi mundo. Él no me dejaba ni a sol ni a sombra; no quería que tuviese amigas, no podía salir sin alguien de confianza. En ese baile, recuerdo que estaba con su hermana, pero me sentía sola y en cierto modo vigilada…" Y continúa su relato, salpicado de anécdotas que no hacen más que confirmar el maltrato al que ha sido sometida a lo largo de muchos años.
Sí querida Ángeles. Esta es una historia real, como la vida misma. Sé que te va a enfurecer cuando lo leas. El tema no lo había comentado contigo antes y ahora estoy sensibilizada porque en estos últimos meses he conocido varias historias de mujeres que merecerían una novela. Ojalá yo tuviese talento para eso, pero no, soy incapaz. Sin embargo no me resisto a contarte lo que me ha sugerido la de Lola. 
¿Cómo es posible que la gente aguante tanto…? ¿Cómo somos capaces de soportar la humillación y el desprecio de alguien que teóricamente dice querernos? Y que conste que no hablo sólo de mujeres. Yo pienso que esa es un tipo de conducta que no tiene género, aunque no se hable tanto del tipo de violencia más invisible, tan sibilina que resulta complicado identificar y calificar. Hombres y mujeres somos capaces de ejercerla alguna vez en nuestra vida, pero algunos la convierten en un hábito, en su forma de relación cotidiana. Entonces, cuando eso ocurre, creo yo que ha podemos hablar de una conducta patológica y perversa, en la que hay responsable directo, pero claro, no podemos olvidar que la víctima es un ser proclive a buscar este tipo de personas y a aceptar ciertas actitudes y chantajes emocionales. Algo sacarán de eso, digo yo.
En fin, como te digo, no sólo hablo de mujeres, pero la historia que te cuento es de una mujer y por eso me centraré en ella.
Lola no responde al tópico de mujer andaluza, sobre todo porque es de una tremenda sobriedad y discreción. Desde su físico hasta su manera de comportarse. Escucha con atención y sonríe de forma muy cautelosa, como con miedo a mostrarse demasiado. Y ahora ya sé el porqué: desconfía, esa es la razón principal.  
Después de conocer algunos retazos de su vida, comprendo que se sienta avergonzada de algunas cosas, entiendo que se esconda detrás de esa leve sonrisa, y que se esfuerce por ser aceptada y querida. Han sido muchos años de sentirse dentro del cuento de la Cenicienta. Primero en su familia de origen, (aunque le cueste aceptarlo) y después, una vez casada, por el trato al que se vio sometida por un hombre que no sabía controlar su necesidad de beber, que la vigilaba obsesivamente y era dueño de su vida.
Amiga mía, sigo preguntándome cada día, y no encuentro una respuesta. ¿Cuál es la causa de tanto alcoholismo en los hombres de estos pueblos del sur? ¿Cómo es posible que con tanto control sobre la sexualidad de estas mujeres hubiese tanto embarazo antes del matrimonio…? Son aspectos de la vida cotidiana que me llaman la atención porque se repiten en las historias de vida.
Después de dos o tres años en los que me he zambullido en historias de mujeres, de otras generaciones y del mundo rural, empiezo a ver algunas cosas más claras. Aún así la primera de las preguntas no la puedo responder. Necesitaría estudiar el fenómeno en profundidad. Pero me parece excesivo: padres, hermanos, maridos…, en casi todos los casos, uno o más de uno en de la familia están afectados por esta lacra. Lo peor es cómo la bebida ha afectado a la vida cotidiana; cómo las mujeres han tenido que coger las riendas de la casa, de los hijos, de la economía familiar, porque ellos, siendo muy jóvenes aún, se convertían en verdaderos enfermos. Estas mujeres han ejercido de madres y de padres, aunque de puertas para afuera, ellos eran cabezas de familia modélicos, que incluso trabajaban con normalidad. Las admiro, de verdad, pero eso no quita que me enfade su capacidad de aguante y de sufrimiento.
La otra cuestión sobre la que me he preguntado algunas veces es cómo estas muchachas, sometidas a vigilancia continua, se quedaban embarazadas, siendo solteras. Mi hipótesis, basada en alguna de las historias que me han contado, incluso en algunos silencios muy elocuentes, es que eran forzadas por el novio. Había un tipo de presión más o menos explícita, consistente en buscar el encuentro íntimo, en cuanto había la oportunidad. Cosa por otro lado natural, aunque totalmente prohibido por las normas morales del momento. Las muchachas tenían más que perder. Socialmente quedaban marcadas por salirse del camino trazado para ellas. Quiero decir que el deseo sexual estaba ahí; pero era mayor el propio autocontrol, la defensa a ultranza de la honestidad, casi el único patrimonio que se les pedía. Por eso se resistían de esa forma.
Naturalmente, ellos procuraban convencerlas con argumentos que rozaban el chantaje emocional; a veces insistían en confirmar si eran capaces de engendrar un hijo. Ya ves, Ángeles, las mujeres como simples hembras, lo más primario del mundo, aunque claro, fundamental para las sociedades agrarias tradicionales. Y ellas, claro está, ¿qué iban a hacer? Ante la posibilidad de ser abandonadas, cedían. Amiga mía, me juego algo a que ese ceder era un acto de total posesión por parte del hombre y de pasiva aceptación de su destino, por parte de ella. Y luego venía lo que venía. Un embarazo mal visto por toda la sociedad de la época, castigado por los padres, incluso con la expulsión de la joven, y el matrimonio forzado. Mal asunto para empezar una nueva vida, ¿no crees...?
Lola me cuenta cómo tuvo que casarse a las seis de la mañana, sin la presencia de las personas más importantes de su vida; una doble humillación: tener que esconderse y estar sola en un momento tan trascendente. Mientras la escucho, recuerdo aquella imagen de Encarna, otra mujer de la campiña jerezana, que fue al pueblo de al lado a casarse, porque en su parroquia, el cura se negaba a hacerlo. La razón: había sido madre sin pasar por el altar. En bicicleta, fueron los tres hasta San José: su marido, ella y el pequeño Manuel, con poco más de un año de vida. Encantador, pero humillante.
Ya en su casa, Lola me enseña las fotos de sus seis hijos, a los que ha dedicado su vida. Con una de las niñas consiguió eso que a ella le hubiese encantado: estudiar. “Se dedica a la enseñanza y es una artista”, dice, mostrándome orgullosa sus obras.
Lola vive todavía su proceso de duelo. Está empezando a salir del gran agujero en el que cayó hace pocos meses, tras la muerte anunciada del padre de sus hijos. Mientras duró la enfermedad, ella hizo lo que tenía que hacer; pero lo más triste de todo, lo más terrible, querida Ángeles, es que ha tenido que ocurrir esto para sentir que ahora puede ser ella misma. Aún le queda tiempo para conocer, viajar, leer, participar en la vida de su comunidad… poco tiempo, pero piensa aprovecharlo. La soledad no le pesa, porque siempre estuvo sola.
Me dice que no quiere recordar los últimos momentos, preferiría no hablar de ello, si no fuera porque, por fin, quiere abrir las ventanas y dejar pasar aire fresco, nunca se hubiese atrevido: entre terribles gritos de dolor, la llamaba, pero no precisamente para hablarle de su amor, o pedirle perdón, antes de irse,  sino para insistir en su obsesión de siempre. Una pena ángeles. Para llorar y para sentir mucha, mucha rabia.
Y por hoy creo que es suficiente. Por aquí ya se acercan las tormentas y la tarde se presenta fresquita. Hasta otro día amiga mía.

NOTA ACLARATORIA:
Aunque esta historia está sacada de la experiencia real, los datos y el nombre de la protagonista no corresponden a nadie en particular. El relato es un compendio de las historia de vida que he ido recogiendo desde el año 2007, en la provincia de Cádiz.

Descubrimientos para la banda sonora

Roser Ferrer, una cantante joven, mitad catalana, mitad indú. La he descubierto a través de un foro de mujeres creativas y artistas de varias disciplinas. Es amable, sencilla y tiene una voz prometedora. Actualmente está cantando en una ópera sobre la vida de Vicente Ferrer: El hombre del paraguas, que se representa en el Liceo de Barcelona. Los que estéis cerca, podéis acercaros a verla.

jueves, septiembre 16

Pavarotti o la pasión de una voz

Cuando canta Pavarotti... Reconozco que no soy una entendida, pero me encanta la lírica. Luciano Pavarotti es una de mis voces preferidas. Como en cualquier cantante, lo que pido es pasión y emoción, y él lo consigue. Por desgracia nos abandonó demasiado pronto, pero nos queda su música y estas hermosas imágenes, que hablan por sí mismas.

lunes, septiembre 13

Luis Soriano Bohórquez un maestro vocacional

Luis Humberto Soriano Bohórquez, protagonista central del documental Biblioburro, fue destacado por el periodista Larry King, de la cadena CNN, como Personaje del día.
En su programa ‘Héroes’, sección ‘Larry King Live’, el periodista estadounidense presentó escenas de Soriano en sus recorridos por poblaciones de la costa Caribe colombiana, con los burros Alfa y Beto cargados de libros destinados a los niños de las regiones más apartadas.
El informe mostró imágenes de un documental producido por Carlos Rendón Zipagauta, profesor de la Universidad del Magdalena, que destaca a Soriano como un singular educador que carga una biblioteca de 120 libros montados en un par de burros.
El documental Biblioburro fue financiado por la Comisión Nacional de Televisión en marzo de 2009, y emitido por los canales Señal Institucional, Señal Colombia, los regionales, Teleantioquia, Telecaribe, Telepacífico, Telecafé, Televisión Regional del Oriente, Canal 13, Canal Capital y Teleislas, y Región Colombia Internacional.
Desde entonces, el profesor Soriano se convirtió en ejemplo en muchos países del mundo, por su entrega desinteresada a la educación de los niños en zonas remotas de los departamentos de la costa Caribe colombiana.
FUENTE: Elespectador.com

Libros en burro

Anoche, escuchando la radio, me encontré con esta hermosa historia. Un maestro colombiano ha ideado una fórmula preciosa para llevar libros a los pueblos a los que no llegan ni las bibliotecas, ni las librerías. Con dos burros de nombre ALFA y BETO, acerca maravillosas historias a la población rural de ese país tan castigado. Así contribuye no sólo a alfabetizar a los más pobres y olvidados de la zona, sino a crear el hábito de la lectura. A través de la literatura, esos niños que han sido testigos de las más horrendas injusticias, se acercan a otros mundos, cultivan su sensibilidad y su imaginación; y de esa forma, con un objetivo a largo plazo, este hermoso proyecto abre una ventana al cambio cultural y social en el país.
Escuchad este video. Es toda una lección para nosotros.

sábado, septiembre 11

Volver a leer

Rebuscando entre mis libros algo que pudiera volver a leer, he encontrado este del que quiero dejar una reseña.
Lo leí recién salido al mercado, en el año 2004,  porque en Barcelona le dieron mucha publicidad, ya que habla de la primera inmigración andaluza a esa ciudad, durante la posguerra, tema por el que estoy muy interesada. Recuerdo haber tenido un contacto via E-mail con la autora, porque me apetecía felicitarla personalmente y compartir con ella mi deseo de algún día hablar de algo parecido, aunque desde mi experiencia de emigrante a Catalunya allá por los años sesenta. Olga fue muy generosa y amable conmigo, y me animó a poner sobre el papel la experiencia de tanta gente que, como yo misma, dejó su pueblo y se instaló en otro lugar del país. 
Aprovecho que un buen lector lo ha reseñado de forma muy sintética. Así que, el autor del resumen es SERGIO PARRA.  http://www.papelenblanco.com/
En los años cincuenta, Juana, andaluza de nacimiento, emigra con su familia a Barcelona huyendo de la pobreza. Entrará a servir en casa de Salud Monterde y sus hijas, enriquecidas por un turbio asunto y, a modo de Cenicienta moderna, acabará enamorándose de un anarquista perseguido, su único refugio en una vida sin ilusiones.
Pero en esta segunda novela de la barcelonesa Olga Merino, que se estrenó en 1999 con Cenizas rojas, el argumento poco importa. En realidad, Espuelas de papel constituye un retablo costumbrista de la España triste, oscura y vencida de la Guerra Civil. Un mosaico de escenas (hiladas entre sí con una fina hebra), descritas todas ellas con una prosa preñada de lírica. Espuelas de papel , de hecho, podría leerse como un largo poema interrumpido por esporádicos diálogos que recogen fielmente el habla popular de la época.
Así que no espere el lector encontrar aquí una historia con su planteamiento, nudo y desenlace bien definidos, tampoco grandes misterios o cabriolas argumentales, sino el amor a las palabras que profesa Olga Merino, una esteta especialista en recrear ambientes y sensaciones. La experiencia de leer Espuelas de papel se parece, de algún modo, a repasar la versión de posguerra dee los artículos de costumbres de Larra como si estos hubiesen sido construidos con una sucesión de ingeniosas greguerías.

Como muestra, un par de fragmentos:

El balcón del cuarto abocaba a la calle de Jesús del Gran Poder. El murmullo del agua al verterla sobre la jofaina de loza resbaló en el calor de la habitación, a resguardo de la resolana por un esterón de pleita. El capitán se miró en el espejo surcado por vetas de azogue cariado. Se pellizcó las mejillas con dedos gruesos, cortos, de falanges velludas. Eructó. Forzó una sonrisa de quijadas prietas y se husmeó en el hueco de las manos, que retenían el olor dulce y salado de una vagina. Se las lavó con desgana en el aguamanil.
Cuando llegan los meses de calor, la humedad enardece las emanaciones de la factoría y amortigua el ruido de las máquinas. El sudor acre y sexual de los obreros, las tufaradas de faria y genuino Floïd mentolado vigoroso, los efluvios comestibles de la seda, las vaharadas volcánicas de la plancha industrial y el olor mineral del lubricante se afilan y entremezclan hasta el aturdimiento.

Y es que la propia autora, en una entrevista, hacía hincapié acerca del cuidado formal de la novela:

He procurado recrear el lenguaje de mis familiares, oriundos de Osuna, de las faenas agrícolas que se van perdiendo. Me fascina el lenguaje. Además he tenido la suerte de que mi familia provenga de un medio rural. Desde pequeña he escuchado muchas palabras que ahora se están perdiendo. Me viene a la cabeza que, cuando era pequeña, a los diez años o así, pedí que los Reyes Magos me trajeran un diccionario.

Así pues, para quienes ya disfrutan de la prosa sinestésica de Olga Merino en El periódico, sirva este saludable ejercicio de memoria sobre los andaluces que emigraron a Barcelona durante la posguerra y sobre las injusticias cometidas por los vencedores en la administración del país. Una joya estilística que precisa de una lectura lenta y sosegada, no apta para consumidores compulsivos.

Editorial: Alfaguara, 2004
Colección: Hispánica
Páginas: 288