Después de ver la película nos quedamos mudos. La memoria infinita es realmente un documental, pero parece una ficción. Sin embargo, asistimos a la historia en total silencio y con la emoción a flor de piel.
Augusto, un conocido periodista cultural chileno, y Paulina, actriz y ex ministra de cultura, han estado juntos y enamorados desde hace más de 25 años.
Ese amor es el que se manifiesta en la forma en que transcurren los días de la pareja. Él, en momentos, parece consciente de su situación. Y lo parece gracias a la infinita paciencia de ella, a su capacidad para convertir en un juego las situaciones que otras personas dramatizarían. Es admirable como hace de la vida cotidiana una especie de escenario lleno de momentos llenos de ternura y sentido del humor. La ayuda de Paulina no es profesional; es la ayuda de un cuidado amoroso convertido en memoria dirigido a que Augusto no pierda el contacto con la realidad: yo, tú, nosotros, nuestra casa; todo lo que puede conectar con quienes son y quienes han sido; y siempre con una sonrisa, con el juego casi infantil de dos almas que se reconocen en cada mirada, en cada palabra, incluso en el silencio.
Los observo y pienso en nosotros. Nosotros que ya somos
mayores y que no estamos libres de sufrir alguna enfermedad que nos convierta
en personas sin identidad. Me pregunto si sería yo capaz de convertirme en una Paulina
sonriente, paciente y amorosa, teniendo una situación tan dolorosa. No lo sé,
pero no paro de pensar en ello, mientras sigo enfrascada en una historia que me
atrapa.
De vez en cuando esa vida cotidiana, aparentemente tan
sencilla, en la que hay un préstamo de memoria de ella hacia él, sucede algo
que nos hace más conscientes de esa tremenda enfermedad. Un día cualquiera, se desencadena en Augusto una
gran confusión, una especie de nubarrón que lo cambia todo. Crisis. Ahí ella no
es capaz de entrar. Se le ve como un animal enjaulado y solo, que se pregunta
qué le pasa, donde están sus hijos, y ya no puede escuchar a su compañera. Ella
se acerca a él, con sumo cuidado, hasta con miedo a hacerle daño; apaciguándolo,
hasta hacerlo volver a la otra realidad, que es también su realidad, pero
tamizada por algo que tienen entre los dos. Pienso que esa apertura de Gustavo
a las palabras y la guía de su mujer tiene que ver con el amor que construyeron
y vivieron en el pasado; algo que no se ha perdido y que a través del cuidado
amoroso de Paulina vuelve a sus días de encierro en su casa. La casa es
importante en la historia. Puedo imaginarme una persona con Alzheimer que la
trasladen a un centro residencial, fuera de su mundo conocido. Debe de ser muy
diferente. Es por eso, quizás, por lo que en una de las crisis de Augusto, ella
lo conecta con estas palabras: esta es tu casa, tus libros… Le enseña las fotos
de sus hijos, de sus amigos en las estanterías de la biblioteca.
La música y el movimiento corporal está muy presente en el
documental. Es precioso ver a Augusto bailar al ritmo de cualquier música,
incluso participa en una obra de teatro al inicio de la enfermedad, saliendo al
escenario a bailar. Dicen que los enfermos de Alzheimer lo último que olvidan
son las canciones. Conmovedora es la escena del masaje en el rostro;
seguramente forma parte de la terapia que usan algunos profesionales y que
invita a practicar en nuestras relaciones íntimas.
Conmovedora y dolorosa a la vez. Nos acerca a una enfermedad
que asociamos con algo tan dramático, que resulta una sorpresa la belleza que
desprenden sus imágenes y ver a sus protagonistas sonreir, cantar, bailar y
manifestar las emociones con tanta sensibilidad.
La memoria infinita es una película documental chilena de 2023 escrita y dirigida por Maite Alberdi. Su estreno mundial ocurrió el 21 de enero de 2023 en el Festival de Cine de Sundance, donde ganó el Gran Premio del Jurado.1 También ganó el premio a mejor dirección en el OUFF, 2023, en el festival de Ourense, Galicia.