lunes, julio 31

La Familia (Sara Mesa)

 Como en otra ocasión, cuando leí Un amor, no me atrevo a hacer mi propio comentario sobre La Familia. Sara Mesa me sigue pareciendo una autora a la que me resulta difícil llegar con el corazón y con las emociones. Y a mí me gusta leer para emocionarme. No niego su buen hacer. Seguro que es una escritora consistente, pero las dos novelas que he leído de ella no me han emocionado. Con la primera (Un amor) me enfadé mucho.  No podía comprender a la protagonista. Me resultaba difícil entender el porqué de sus decisiones y también de sus silencios y pasividad ante ciertas cosas. Con La Familia, me he aburrido. Lo siento. Quizás la estructura no acabo de encontrarle acomodo con mis gustos literarios... No sé. Por eso me ha gustado encontrar esta crítica de La Librería de Mujeres. Ahí la dejo para quien quiera acercarse a esta joven, pero profunda escritora. 


"Como saben, Sara Mesa es una extraordinaria escritora de relatos, ensayos y novelas. Una escritora que construye con palabras ambientes llenos de vida que actúan como espejos precisos que nos obligan a mirarnos sin trampa ni cartón. Espejos hechos de lenguaje y, en consecuencia, de realidad, que nos impelen a reconocernos sin posibilidad alguna de fuga. Espejos sin fisuras, sin “rendijas” (“la rendijita” se titula el último capítulo de esta excelente novela), sin espacios para el escaqueo. Ya lo hizo en Cuatro por cuatro, en el poco nombrado ensayo sobre el Silencio administrativo, en la Mala letra. Lo hizo en Cicatriz poniéndonos frente y dentro de un torturador admirablemente culto; lo consiguió en Cara de pan forzándonos a convertirnos en vecinas cotillas y prejuiciosas; lo clavó (perdonen el vulgarismo) con Un amor recordándonos que no es mejor la gente de los pueblos por serlo (no puedo evitar sentir los ecos de La buena gente del campo de Flannery O’Connor en esta maravillosa novela); y lo hace ahora con La familia.

La familia es una novela serena, sin tragedias grandilocuentes, sin víctimas amoratadas, sin estereotipos, porque el espejo de precisión que nos presenta Sara Mesa refleja personas, seres humanos, y no moldes hechos para encajar nuestros sentimientos de lectores o lectoras ojipláticos. Es una novela llena de pequeños detalles y de cotidianidad, con un padre y una madre “normales”, con dos hijos y dos hijas (una que no lo es pero como si lo fuera), con un pisito que no está en un barrio miserable ni en una zona residencial de lujo, con un vecindario vivo, con una historia “vulgar”. Una novela que no habla de “una familia”, aunque haya nombres propios y edades y caracteres, sino de La familia, porque Sara Mesa no le tiene miedo a los grandes temas de la Literatura Universal y los afronta con una inteligencia desbordante y un lenguaje inmaculado.

La familia comienza con “La casa” y la casa comienza advirtiendo “Mírala desde el ojo del sueño”. Por esa casa y por Aquilino ya merece la pena leer esta novela. Pero hay mucho más porque La familia, esta novela, la novela, que recomiendo encarecida y visceralmente, es la última obra de una escritora que narra desde fuera tras haber buceado los entresijos y haberse pringado con ellos, una escritora que no juega con las formas porque no le hace falta y porque quiere que el fondo se muestre con nitidez, una escritora que maneja el lenguaje con esmero artesanal y que, si por mí fuera, se convertiría ya mismo, sin esperar más, en Premio Nacional de las Letras de este país-"

Lean La familia, lean a Sara Mesa. Y, después, hablamos.

¡Gracias por tu escritura, Sara!

Izaskun Legarza NegrínLibrería de Mujeres Canarias (Santa Cruz de Tenerife)

 

sábado, julio 22

Salmón a la naranja.

Una receta nueva con la que me lucí en la cena de anoche con mis amig@s. Os la recomiendo. Es fácil y rápida.


RECETA PARA LAS COCINICAS

Ingredientes: 4 trozos de salmón, un puerro, aceite, zumo de dos naranjas pequeñas, una cucharadita de mostaza, 1/4 de gambas peladas, una cucharadita de harina para espesar la salsa.


ELABORACION: Pochar el puerro troceado en el aceite, a continuación sellar los trozos de salmón por los dos lados, cinco minutos, cuidando que el puerro no se queme. Mejor dejarlo apartado en un plato. Exprimir las naranjas y añadir en el zumo la cucharada de mostaza y la harina. Mover bien para que se mezcle todo y añadir al salmón, junto con el puerro ya pochado. añadir las gambas y dejar cocer unos 15 o 20 minutos a fuego suave hasta que el salmón esté cocinado. Sal pimentar todo al gusto. ¡Y ya está! es muy fácil y está rico. Que os aproveche.

lunes, julio 10

Mi amiga Juanita

Las niñas entonces teníamos pocos sueños y un horizonte tan 
corto que podíamos alcanzarlo con sólo mirar a la mancha blanca
que se desparramaba por el Aznaitín, el cerro mítico que todos
conocían como el “Natín”, por donde se escondía el sol.
Las aulas de la escuela unitaria acogía a unas cuarenta criaturas,
la mayoría de las cuales no esperaban casi nada de las lecciones
estudiadas de memoria, las tablas de multiplicar cantadas, la
historia sagrada, con sus mitos y personajes: Adan y Eva, Caín y
Abel, Abrahan, que estuvo a punto de matar a su propio hijo
para dejar contento al Dios de los judíos, tan duro y exigente él...
o el anciano Noé que logró salvar a su familia del Diluvio
Universal y de paso se convirtió en el primer ecologista de la
historia, acogiendo en su enorme barcaza a una pareja de
animales de cada especie. 
Cuando llegaba mayo eran los rosarios y cánticos a María lo que
llenaba el aula de voces infantiles rebosantes de una
espiritualidad sencilla e inocente. Un mundo pequeño; un
escenario del que nunca nos hemos desprendido, a pesar de que
la vida nos ha llevado a lugares que no nos habíamos atrevido a
imaginar siquiera.
Y allí estaba ella: Juanita Romero. Así la llamábamos las
compañeras de la escuela. Una niña despierta e inteligente, que
regalaba sonrisas a diestro y siniestro. Recuerdo su mata de pelo
y su flequillo que, de largo, amenazaba con esconder unos
hermosísimos ojos, siempre expectantes y llenos de alegría.
Ella y su amiga Loli fueron las primeras niñas que salieron a
estudiar a la capital, gracias a la beca que ganaron por sus
excelentes dotes para el estudio. Y abrieron camino a otras que a
                                   
                                                        Cuando eramos unas adolescentes: 1966

partir de entonces cambiaron aquella especie de maldición consistente en que sólo las hijas de los ricos podían estudiar una carrera. Siempre tuvo esa fama de niña lista y despierta; la alegría y el orgullo de sus padres, que pusieron todas sus expectativas en conseguir que pudiera ganarse la vida como maestra.
Y lo consiguió. No había cumplido los dieciocho años y ya era una
joven independiente, con una plaza de maestra en un pueblo de
la provincia. Para entonces, yo la había perdido de vista. Desde los once o doce años ella estudiaba en la capital y nos veíamos en contadas ocasiones cuando volvía a casa en periodos vacacionales, especialmente cuando celebrábamos las fiestas patronales, fechas muy señaladas en las que su pandilla y la mía se juntaban para ir a bailar a la verbena, en horario infantil. De esos momentos ha quedado una imagen muy tierna de todas nosotras. 
Luego, también yo me marché del escenario donde crecimos. Perdimos el contacto de un modo definitivo. Casi mil kilómetros nos separaban. Pero sobre todo un estilo y una trayectoria vital muy dispar.
El milagro de internet volvió a unirnos. Ella, tan curiosa, encontró
mi blog y escribió una nota llena de emoción y afecto. Ese día,
mayo del año 2010, no lo olvido porque hizo que mis lágrimas
brotaran mientras leía aquella misiva tan cariñosa. Ya éramos
mujeres maduras, pero guardábamos en nuestro rincón más
profundo los recuerdos de aquellos días inocentes, cuando no
podíamos imaginar cómo íbamos a florecer lejos del paisaje de
olivares donde crecimos.
Han pasado casi trece años desde aquel encuentro y en ese
tiempo hemos compartido la intimidad a través de la escritura y
el teléfono. Perdió a su compañero de vida muy pronto y ha

vivido la soledad con valentía y determinación, con la ayuda de la
ilusión que ponía en todo; especialmente en ayudar a los demás.
Ser abuela fue una ilusión que la ha mantenido viva. Por eso, a
pesar de la distancia, ha podido y querido disfrutar de sus nietos,
viajando con cierta asiduidad a Dinamarca, a pesar de que los
achaques de salud iban haciendo mella en su ánimo
Hoy quiero recordar los viajes que hemos compartido, de los
quedan algunas imágenes hermosísimas de esos momentos en
que la vi feliz, experimentando sensaciones y experiencias que
por culpa de esos avatares de la vida, que tantas veces nos
cierran caminos, ella se había perdido.  
Hace sólo una semana que se ha marchado para siempre.
Contemplando su sonrisa en las fotos de Cantabria, no puedo
entender que nos haya dejado tan pronto. La miro… la miro y no
me lo puedo creer. Son pocos los años que hemos compartido, a
pesar de haber nacido con tres meses de diferencia y en el
mismo escenario geográfico, pero Juanita quedará siempre en mi
recuerdo. Amiga mía, te voy a echar de menos.
Rota, 7 de julio de 2023