lunes, julio 10

Mi amiga Juanita

Las niñas entonces teníamos pocos sueños y un horizonte tan 
corto que podíamos alcanzarlo con sólo mirar a la mancha blanca
que se desparramaba por el Aznaitín, el cerro mítico que todos
conocían como el “Natín”, por donde se escondía el sol.
Las aulas de la escuela unitaria acogía a unas cuarenta criaturas,
la mayoría de las cuales no esperaban casi nada de las lecciones
estudiadas de memoria, las tablas de multiplicar cantadas, la
historia sagrada, con sus mitos y personajes: Adan y Eva, Caín y
Abel, Abrahan, que estuvo a punto de matar a su propio hijo
para dejar contento al Dios de los judíos, tan duro y exigente él...
o el anciano Noé que logró salvar a su familia del Diluvio
Universal y de paso se convirtió en el primer ecologista de la
historia, acogiendo en su enorme barcaza a una pareja de
animales de cada especie. 
Cuando llegaba mayo eran los rosarios y cánticos a María lo que
llenaba el aula de voces infantiles rebosantes de una
espiritualidad sencilla e inocente. Un mundo pequeño; un
escenario del que nunca nos hemos desprendido, a pesar de que
la vida nos ha llevado a lugares que no nos habíamos atrevido a
imaginar siquiera.
Y allí estaba ella: Juanita Romero. Así la llamábamos las
compañeras de la escuela. Una niña despierta e inteligente, que
regalaba sonrisas a diestro y siniestro. Recuerdo su mata de pelo
y su flequillo que, de largo, amenazaba con esconder unos
hermosísimos ojos, siempre expectantes y llenos de alegría.
Ella y su amiga Loli fueron las primeras niñas que salieron a
estudiar a la capital, gracias a la beca que ganaron por sus
excelentes dotes para el estudio. Y abrieron camino a otras que a
                                   
                                                        Cuando eramos unas adolescentes: 1966

partir de entonces cambiaron aquella especie de maldición consistente en que sólo las hijas de los ricos podían estudiar una carrera. Siempre tuvo esa fama de niña lista y despierta; la alegría y el orgullo de sus padres, que pusieron todas sus expectativas en conseguir que pudiera ganarse la vida como maestra.
Y lo consiguió. No había cumplido los dieciocho años y ya era una
joven independiente, con una plaza de maestra en un pueblo de
la provincia. Para entonces, yo la había perdido de vista. Desde los once o doce años ella estudiaba en la capital y nos veíamos en contadas ocasiones cuando volvía a casa en periodos vacacionales, especialmente cuando celebrábamos las fiestas patronales, fechas muy señaladas en las que su pandilla y la mía se juntaban para ir a bailar a la verbena, en horario infantil. De esos momentos ha quedado una imagen muy tierna de todas nosotras. 
Luego, también yo me marché del escenario donde crecimos. Perdimos el contacto de un modo definitivo. Casi mil kilómetros nos separaban. Pero sobre todo un estilo y una trayectoria vital muy dispar.
El milagro de internet volvió a unirnos. Ella, tan curiosa, encontró
mi blog y escribió una nota llena de emoción y afecto. Ese día,
mayo del año 2010, no lo olvido porque hizo que mis lágrimas
brotaran mientras leía aquella misiva tan cariñosa. Ya éramos
mujeres maduras, pero guardábamos en nuestro rincón más
profundo los recuerdos de aquellos días inocentes, cuando no
podíamos imaginar cómo íbamos a florecer lejos del paisaje de
olivares donde crecimos.
Han pasado casi trece años desde aquel encuentro y en ese
tiempo hemos compartido la intimidad a través de la escritura y
el teléfono. Perdió a su compañero de vida muy pronto y ha

vivido la soledad con valentía y determinación, con la ayuda de la
ilusión que ponía en todo; especialmente en ayudar a los demás.
Ser abuela fue una ilusión que la ha mantenido viva. Por eso, a
pesar de la distancia, ha podido y querido disfrutar de sus nietos,
viajando con cierta asiduidad a Dinamarca, a pesar de que los
achaques de salud iban haciendo mella en su ánimo
Hoy quiero recordar los viajes que hemos compartido, de los
quedan algunas imágenes hermosísimas de esos momentos en
que la vi feliz, experimentando sensaciones y experiencias que
por culpa de esos avatares de la vida, que tantas veces nos
cierran caminos, ella se había perdido.  
Hace sólo una semana que se ha marchado para siempre.
Contemplando su sonrisa en las fotos de Cantabria, no puedo
entender que nos haya dejado tan pronto. La miro… la miro y no
me lo puedo creer. Son pocos los años que hemos compartido, a
pesar de haber nacido con tres meses de diferencia y en el
mismo escenario geográfico, pero Juanita quedará siempre en mi
recuerdo. Amiga mía, te voy a echar de menos.
Rota, 7 de julio de 2023

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