domingo, febrero 9

La nostalgia del limonero

En las páginas de esta novela al lector le parecerá que se reencuentra con viejos conocidos, casi parientes muy cercanos cuya historia no sólo merece sino que conviene recordar: sus protagonistas son Concha, andaluza emigrada a Cataluña en los años 60, y su hija Paz. Si yo no perteneciera a ese numeroso colectivo que emigró desde Andalucía a Cataluña, seguramente tendría una opinión diferente de este libro. He repasado en Google las críticas no profesionales y no he encontrado en ellas nada que cuestionara la calidad literaria de esta novela, pero tampoco la verosimilitud de sus personajes. 
Es verdad que se trata de una ficción más o menos novelada de la vida de la familia de la autora; pero a poco que hayas convivido con familias inmigradas en los años sesenta en un barrio barcelonés, o hayas trabajado rodeada de jóvenes llegadas de Andalucía, muchas de las cosas que relata Maria Pau, no cuadran. 
Claro que hace pensar sobre las diferentes actitudes que se dan en situaciones como la que tuvimos que vivir los que emigramos. Algunos no lograron desembarazarse del olor del limonero; una nostalgia que no les hacía crecer ni avanzar en otro paisaje y con otros aromas. Otros, sin embargo, sin olvidarse de su origen, hicieron el esfuerzo de aprender a vivir en un mundo muy diferente al conocido, pero que les abría un horizonte de oportunidades fabuloso. En el caso de la novela, Diego, el protagonista masculino, es de los primeros; y sin embargo, no era esperable esa actitud tan cerrada y despreciativa de lo nuevo. El joven había vivido en otro país durante años y se había relacionado con gente variopinta en una ciudad como Tánger, que tenía una historia cosmopolita. Nunca pudo, sin embargo, adaptarse a la vida en Cataluña. Pero la autora pasa por encima de eso. No logra entrar en el interior de este hombre y explicar el porqué de esa cerrazón que tanto le hizo sufrir y que afectó también a su compañera. Concha entró en la ciudad de Barcelona, primero con mucho miedo, como cualquiera. Y mucho más con el episodio de la llegada a la estación, por cierto, muy poco creíble. Luego, sin embargo, se muestra abierta y esperanzada siempre. Se esfuerza por aprovechar lo que la ciudad ofrece, aunque siempre se encuentra con el muro de Diego. Concha representa a muchas personas y creo que más mujeres que hombres, que abandonaron su lugar de origen con el objetivo de que sus hijos tuvieran una vida mejor. Lo que ella, con sus ganas de luchar, transmitió a su hija, tuvo su fruto. 
El ambiente donde se crió PAZ, su hija, no determinó su futuro, sino que ejercía de estímulo para salir de la pobreza material y cultural. Esta parte no es muy verosímil tampoco. La familia donde vivía, las amistades y los barrios donde  creció, no concuerdan con sus inquietudes intelectuales, su forma de moverse por lugares de la ciudad que entonces resultaban muy lejanos para cualquier chica de barrio.
Sería muy largo sacar a colación todos los detalles inverosímiles de la vida de Concha, una vez que consigue una cierta libertad y sale diariamente de casa para el trabajo. Yo he conocido el ambiente de las chicas trabajadoras en talleres y oficinas, en los años sesenta en Barcelona y no me cuadra. 
Y por último. A este libro la falta un repaso de corrección de estilo. Pero creo que pocas editoriales invierten ya en eso. Supongo que cuando se encuentran ante una autora con varios libros publicados, dan por hecho que sabe escribir. Pues no es tan claro. A mi me ha parecido manifiestamente mejorable. 

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