"Nuestras convicciones más arraigadas, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión" (Ortega y Gasset)
Algunos acontecimientos
últimos que han producido ríos de tinta y de palabras me han hecho volver a temáticas muy sesudas
que hacía tiempo no usaba en mis conversaciones cotidianas. Puedo parecer
pedante y es lo que menos desearía, porque, francamente, dejé la tarima de las
clases de Ética hace ya algunos años, aunque eso sí, durante el tiempo que me
dediqué a formar a profesionales del Trabajo Social, aprendí muchísimo sobre
esta disciplina, no sólo en su vertiente teórica, sino principalmente en lo que
significaba para nuestra vida real.
Francamente,
me dan pánico las personas de una pieza; esas que se suponen a sí mismas puras
y limpias, libres de cualquier fisura, Quizás un adolescente, o cuando aún somos
jóvenes y no hemos tenido que pasar por dramas que nos han obligado a tomar
decisiones, no siempre impecables moralmente, quizás entonces nos atrevemos a
situarnos por encima de la mayoría y juzgar ciertas cosas de una manera absoluta:
Esto
está bien, esto está mal. Creo que a todos nos ha podido pasar en algún
momento