viernes, agosto 22

Evocación desde Aroma de Mágina



Mañanas frescas de domingo. Misa de doce,  paseo a la Pililla, falda de piqué blanquísima, pliegues y tirantes, zapatos rojos de charol, siempre a punto para marcarse un twist. Risas que estallan sin motivo, miradas adolescentes que se cruzan en el parque, un vaso de gaseosa la Bedmarense. La vida por delante….

Luego… en la distancia, soñar con un balcón en Mágina, como éste,  que en el verano de mi ocaso tiene aromas de aquel tiempo… churros y chocolate, como en la feria;  que desde el pilar de la rambla hasta la plaza de abastos era una orgia para los sentidos. Voces amigas que se cruzan, mientras Cristóbal trajina y nos prepara el rico desayuno…  sonrisas, recuerdos compartidos,  rostros que ni el tiempo ha borrado.

Un paisaje mil veces recordado. El sinuoso camino de Los Villares y la huerta, a horcajadas sobre la mula, o la mano de mi hermano al pasar el rio, saltando de piedra en piedra… y la choza,  flanqueada por dos higueras; sombra y reposo  del abuelo Juan y de mi padre, en los calurosos veranos; cuando la cosecha de melones pedía vigilancia a tiempo completo.   

Desde aquí,  vuelvo a  recrearme en el horizonte; en esa línea que dibuja Aznaitin en las negras noches bedmareñas. Y siento nostalgia de ese tiempo, perdido para siempre, que fue mi infancia en Bedmar. 

 Teresa Fuentes                                                Agosto de 2014

sábado, agosto 16

Carmen Fariña: otra mujer con nombre y apellidos reconocida fuera de España



“En casa siempre hablábamos español. En aquel tiempo, en Brooklyn, cuando yo fui a la escuela por primera vez, con cinco años, no había otros chiquillos que hablaran el idioma. A las maestras no les hacía ni pizca de gracia vernos. Y no podías hablar español en clase, claro. La primera maestra que tuve no me quería dejar hacer nada. Yo era una cosa rarita para ella. Mi padre tuvo que ir a la escuela y decirle: ‘Mire, ella no habla inglés, pero va a aprender pronto, tiene que darle tiempo…’.