jueves, noviembre 7

Los críticos del pensamiento positivo que nos invade



Una particularidad del ser humano, muy útil en la práctica y que supone una gran economía de recursos, es su tendencia a simplificar, a regirse por esquemas prefabricados. Es la manera de aprovechar las experiencias propias y ajenas, de no necesitar una valoración continua ni tener que someterse a decisiones constantes. Pero también es una actitud excesivamente cómoda. A causa de nuestro natural perezoso, tendemos a simplificar demasiado, a guiarnos por esquemas previos procedentes de los lugares comunes que gobiernan en cada momento una sociedad determinada. 

Por eso no es nada raro que pasemos del pesimismo más absoluto a la mayor de las euforias. Lo que comúnmente se conoce como pensamiento positivo apareció en Estados Unidos con el movimiento New Age y ha prosperado a lo largo del tiempo extendiéndose a toda su área de influencia. 

En España, tras una época no excesivamente esperanzada, caló bastante en determinados sectores, y ahora, en medio de la frustración generalizada, aún subsiste una inercia entre los antiguos incondicionales de esa corriente. Lo malo de esto es el automatismo, la frase, algo cargante “Hay que ser positivo”, que nos obliga a estar contentos de una forma simplona y bastante artificial. Los sentimientos tienen que aflorar, y ante las molestias e infortunios de la vida, el llanto es un hecho natural y hasta saludable, igual que lo es la rabia o cualquier otro sentimiento que salga de lo más hondo. Todo lleva su proceso, y buscar soluciones, luchar contra la adversidad, encontrar la faceta ventajosa del drama no excluye reconocer también la trágica, ni la convicción de que haber pasado por aquello no nos hacía ninguna falta.

Barbara Ehrenreich expresa esto de forma admirable y, aunque se centra en la realidad estadounidense, coincido con ella en todo. Estamos ante un ensayo inteligente, persuasivo, muy bien documentado, en el que la autora, sin defender el derrotismo, al contrario, demostrando el espíritu de lucha que siempre le ha acompañado, desmonta todos y cada uno de los tópicos al uso que nos obligan a sentirnos culpables sin motivo y, lo que es peor, a aceptar injusticias, incompetencias y cualquier otra eventualidad procedente de quienes toman decisiones, sin protestar, porque sabemos que está muy mal visto no recibir con una sonrisa todo cuanto nos ocurra. De ese modo, los líderes de cualquier ámbito se aseguran una sociedad de borregos y los coaches se forran como conferenciantes y autores de best sellers, la mayoría de las veces con la ayuda cómplice de aquellos a quienes justifican. http://www.alexrovira.com/


El (mal) llamado pensamiento positivo hunde sus raíces en la austeridad religiosa del calvinismo decimonónico –oponiéndosele, pero conservando al mismo tiempo su esencia– y se extiende por los campos más diversos: la religión, la empresa, psicología y psiquiatría, asociaciones de todo tipo (de pacientes, desempleados, adictos a lo que sea) o bien justifica y marca las pautas del liberalismo económico. Quizá sea ese el efecto más peligroso de esta línea de pensamiento, pues da lugar a una aceptación acrítica de cualquier consigna del poder, produciendo un conservadurismo generalizado que no es otra cosa que resignación pasiva, sin ninguna base ideológica. El más demencial consistiría en esa faceta mágica que ha logrado convencer hasta a las mentes más conspicuas de que las visualizaciones concretas y, en general, una confianza ciega en un futuro mejor, atrae hacia nosotros cualquier bien material que deseemos y consigue hacer reales los –más o menos fantásticos pero siempre agradables–  panoramas que a veces fabrica nuestra mente. Tan absurdo como eso, pero la gente, en todas las situaciones pero sobre todo cuando está desesperada, puede llegar a creerse cualquier afirmación que le convenga, siempre que se presente ante sus ojos con el envoltorio más adecuado y seductor.

Personalmente, considero un error estratégico –seguramente solo para la mentalidad europea, no para la americana, que es a quien va dirigido– que Ehrenreich comience su trabajo relatando su propia experiencia. Más allá del Atlántico puede constituir un cebo para el lector; por estos lares, creo sinceramente que le quita categoría a la obra desde mucho antes de haber entrado en materia. Habrá quien lo abandone antes de tiempo por parecerle un mero testimonio sin ninguna consistencia teórica, además del negativo de un manual de autoayuda. Nadie puede intuir que, tras ese alegato –todo lo cargado de razón que se quiera– contra el folclore que rodea al cáncer de mama, vaya a encontrar un estudio tan completo de los orígenes, trayectoria histórica, alcance desmesurado, causas, consecuencias, falacias demagógicas y demás, con un rigor argumentativo irreprochable.
FUENTE: http://tertulectos.blogspot.com.es

3 comentarios:

  1. Pues simplificando simplificando, así es Teresa, pura APARIENCIA, puro infantilismo. Es lo que llamo pensamiento “Disney”:

    “Es suficente que desees con todas tus fuerzas, con todo tu alma que te toque el premio gordo de la lotería que te tocara. Solo es necesario que algo lo desees con todas tus fuerzas para conseguirlo. Con desearlo, todo se arreglará.”

    En eso se resume. Ni siquiera optimismo antropológico –que es otra cosa- sino pura magia de chamanes. Pero sin la liturgia de éstos.

    Ah y no tiene que ver ni con el calvinismo (que implica una moral de exigencia -hay patina-), ni con el liberalismo, que en España nadie sabe lo es. Mas cerca esta del “milagrerismo” católico o directamente de la socialdemocracia. Ya lo decía uno de los timoneles de los que hemos disfrutado recientemente “El pesimismo nunca ha creado puestos de trabajo”. Lo dicho.

    En resumidas cuentas que es muy duro ir de más a menos y eso es lo que toca. Porque después de tanta basura positiva lo que viene después es el pensamiento “El Lute”, o sea, camina o revienta, aguantar como sea.

    SOY YO

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  2. Ostras, releyendo el post me doy cuenta de la pedazo falta de ortografía cometida.
    En fin, dónde pone Hay, hay de poner ahí.
    Saludos
    SOY YO

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  3. Eso le pasa a cualquiera. No te preocupes.

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