sábado, noviembre 2

Los cementerios nos hablan de tantas cosas...



Como este año no he podido estar en el cementerio donde están enterrados mis padres y mis abuelos, acudo, en una brillante y cálida mañana otoñal, al cementerio de Jerez. 
Me gusta la paz que se respira en los campos santos y no puedo evitar esa costumbre casi profesional mía de observar los detalles que dan cuenta de la historia social del lugar. Por eso he puesto mi cámara de fotos en el bolso. Lo primero que me llama la atención es el orden o mejor, la posición en la que se encuentran las tumbas. Primero, en cuanto entras por la gran portada, los apellidos Garvey, Osborne, Domecq. Hablan por sí solas de una ciudad dirigida por los bodegueros, casi todos de origen extranjero. No son grandes mausoleos, sino tumbas bastante austeras, en las que se han dejado grabados los apellidos. Nada de mármoles costosos, sino grandes lápidas de piedra.

Por la misma zona, separados por setos y cipreses, la nobleza jerezana: Marqués de Bertemati, Marqués del Real Tesoro, Marqués de … Burriel, Condes de Peraleda, etc. etc.  


 Me sorprende y dice mucho de la importancia que debió de tener esta ciudad. Y cómo no, Ruiz Mateos. Un espacio suficientemente grande como para que pueda acoger a una familia tan extensa. No hay duda de que los nuevos ricos invierten más en pasar a la posteridad que las casas cuya riqueza procede de varias generaciones. 

Una pareja de personas mayores… me refiero más mayores que yo, comentan en voz alta el abandono en que se encuentran estas tumbas, con el refrán tan conocido: “Muerto el perro se acabó la rabia” Y es verdad. Comparándolas con el resto de sepulturas, tanto las que están en el suelo, cubiertas con pequeñas o grandes lápidas de piedra o mármol, según el poder adquisitivo, o el capricho, como los nichos situados en alto, cual bloques de viviendas para la eternidad, está claro: la gente corriente invierte mucho en agasajar a sus muertos. Flores y plantas adornan  y llenan de color todo el cementerio. ¡Y no digamos las familias gitanas! 



En jerez este grupo es numeroso y destaca por su exuberancia a la hora de adornar el lugar donde reposan sus muertos.
¡Ah! Como decía al principio. Ni siquiera la muerte acaba con las desigualdades en la posición que ocupamos. El poder está en primera fila; en la parte más antigua y noble del Campo Santo. Ocupan las parcelas más cercanas a la pequeña iglesia y a la puerta principal. Aunque el declive, la decadencia de las castas locales se ve reflejado en el abandono de sus sepulcros. Tal vez hablan del olvido de los herederos, o de otros cambios sociales difíciles de analizar en esta apresurada reflexión personal.     

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