Como este año no he podido estar en
el cementerio donde están enterrados mis padres y mis abuelos, acudo, en una
brillante y cálida mañana otoñal, al cementerio de Jerez.
Me gusta la paz que
se respira en los campos santos y no puedo evitar esa costumbre casi
profesional mía de observar los detalles que dan cuenta de la historia social del
lugar. Por eso he puesto mi cámara de fotos en el bolso. Lo primero que me
llama la atención es el orden o mejor, la posición en la que se encuentran las
tumbas. Primero, en cuanto entras por la gran portada, los apellidos Garvey, Osborne,
Domecq. Hablan por sí solas de una ciudad dirigida por los bodegueros, casi
todos de origen extranjero. No son grandes mausoleos, sino tumbas bastante
austeras, en las que se han dejado grabados los apellidos. Nada de mármoles costosos,
sino grandes lápidas de piedra.Por la misma zona, separados por setos y cipreses, la nobleza jerezana: Marqués de Bertemati, Marqués del Real Tesoro, Marqués de … Burriel, Condes de Peraleda, etc. etc.
Me sorprende y dice mucho de la importancia que debió de tener esta ciudad. Y cómo no, Ruiz Mateos. Un espacio suficientemente grande como para que pueda acoger a una familia tan extensa. No hay duda de que los nuevos ricos invierten más en pasar a la posteridad que las casas cuya riqueza procede de varias generaciones.
Una
pareja de personas mayores… me refiero más mayores que yo, comentan en voz alta
el abandono en que se encuentran estas tumbas, con el refrán tan conocido: “Muerto el perro se acabó la rabia” Y es
verdad. Comparándolas con el resto de sepulturas, tanto las que están en el
suelo, cubiertas con pequeñas o grandes lápidas de piedra o mármol, según el
poder adquisitivo, o el capricho, como los nichos situados en alto, cual bloques
de viviendas para la eternidad, está claro: la gente corriente invierte mucho
en agasajar a sus muertos. Flores y plantas adornan y llenan de color todo el cementerio. ¡Y no
digamos las familias gitanas!
En jerez este grupo es numeroso y destaca por su
exuberancia a la hora de adornar el lugar donde reposan sus muertos.
¡Ah! Como
decía al principio. Ni siquiera la muerte acaba con las desigualdades en la
posición que ocupamos. El poder está en primera fila; en la parte más antigua y
noble del Campo Santo. Ocupan las parcelas más cercanas a la pequeña iglesia y
a la puerta principal. Aunque el declive, la decadencia de las castas locales
se ve reflejado en el abandono de sus sepulcros. Tal vez hablan del olvido de
los herederos, o de otros cambios sociales difíciles de analizar en esta apresurada
reflexión personal.
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