jueves, febrero 24

Dichoso San Valentín

¡Dichoso San Valentín! Desde que enchufé la radio esta mañana no parece que haya nada más importante en este día 14 de febrero... ¿será que me estoy haciendo mayor…? Lo digo porque me parece algo tan pasado, tan ñoño, tan lleno de topicazos, tan a medida de las tiendas de El Corte Inglés… que me sorprende que haya tanta gente que lo celebre, y para más INRI, se atrevan a compartir con el personal poesías y dedicatorias, a cada cual más cursi, por no hablar de las más cutres. No vale la pena transcribirlas, porque dan un poco de vergüenza… o quizás pudor… no sé, pero me ha llamado la atención tanta gente “enamorada” .
Estas celebraciones me recuerdan a mi adolescencia; y de hecho también yo caí alguna vez en la trampa de pensar que el amor había que celebrarlo un día especial. Por eso soy comprensiva con esos jovencitos que se escriben SMS con mensajes, o se regalan una piruleta de color rojo y forma de corazón. En el fondo, me parece algo bastante normal en una cierta época de la vida; en esa edad del pavo en la que sientes que ese chico que te hace tilín es el gran amor que te salvará del tedio y, sobre todo, te hará feliz. ¡Ah, cuántas veces habré escuchado esto de “te haré feliz”, o “me hará feliz”, y cómo no: ¡No me haces feliz! Cuánta inocencia hay detrás de esta idea de que somos responsables de la felicidad del otro. Por eso,  escucharlo de un adolescente o jovencita me produce una ternura muy especial. Al fin y al cabo es lo que yo pensaba cuando tenía esa edad.
Para colmo, los periodistas de la tele nos regalan reportajes sobre el consumo amoroso en estos días. Esto ya me hace abrir los ojos como platos, especialmente cuando hablan de que las parejas se regalan cenas románticas, fines de semana románticos en hoteles carísimos, con jacuzzi y demás pamplinas, a las que curiosamente califican como “románticos”.Se comprende la confusión tan tremenda que hay en el uso de palabras como ésta. ¿Por qué se asocia el calificativo romántico a algo tan carente de ese espíritu? Me pregunto, y no encuentro la respuesta. ¿Acaso lo romántico no tiene más que ver con lo pasional, lo tormentoso, lo aventurero, lo trágico…? Quizás me equivoque, pero es lo que yo tengo entendido. Aunque he buscado imágenes muy típicas y tópicas del Romanticismo en el arte pictórico y que resultan muy reveladoras de ese espíritu dramático.
Friedrich: Caminante sobre el mar de nubes
Esos novios, amigos, parejas sentimentales, como eufemísticamente se suele decir ahora, no me parecen en absoluto románticos. Yo tengo entendido que el Romanticismo es algo así como un canto a los espíritus libres en todos los sentidos; eso significa un estilo de vida y un tipo de relaciones amorosas muy alejadas de las cenitas con velas, de la comodidad del hotel con jacuzzi…, en definitiva, de todo lo que conlleva una vida convencional y desde luego acomodada. Una persona romántica, para mí, debe ser excesiva, extravagante, bohemia, idealista, pasional… vamos, bastante transgresora y un punto irracional. Todo lo contrario de alguien ponderado, pragmático, miedoso, cómodo, convencional y realista. Por eso en la literatura y el arte en general (me refiero a la tradición romántica) las historias de amor suelen acabar trágicamente. ¿Por qué? Porque tratan de amores imposibles, desesperados, en los que los protagonistas arriesgan mucho y están dispuestos incluso a perderlo todo, hasta la vida.
Madame Bovary, por ejemplo, fue una de esas ilusas que, no se conformaba con vivir una vida cómoda y sin pasión. De forma poco racional, desde luego, emprendió un camino peligroso que le llevó a la perdición y a la muerte. Enma Bovary, influida por su afición a la literatura, quería vivir la vida como las heroínas de las novelas, con riesgo, con pasión y saltándose la moral de su tiempo. También Ana Karenina vive ese tipo de pasión transgresora que la lleva a la muerte. Y es que la muerte es una forma de redimir a los personajes de estas historias, y si no, recuerda a Don Juan de Zorrilla, o Violeta, en la Traviata de Verdi. Todos ellos acaban bastante mal, por su mala cabeza, porque de alguna manera tienen que pagar su gran pecado: amar fuera de las reglas que marca la sociedad; todos ellos sufrieron por amor, algunos se sacrificaron, como Violeta, y en general arrasaron con todo lo que se les ponía por delante para lograr sus fines. Nada que ver con las jovencitas y jovencitos que salen cada mañana de la casa de sus padres hacia la oficina, que esperan pacientemente a tener un trabajo fijo, o una oposición para poder comprarse un piso y casarse? ¿Hay algo en común entre los cómodos jóvenes actuales, que, confunden sexo con pasión amorosa, que cambian de amor como de camiseta, y que el mayor riesgo que suelen correr es comprarse un billete de avión para marcharse a Nueva York, o buscarse un hotelito en la sierra donde cenar a la luz de las velas y con una buena calefacción? Si esto es Romanticismo, ¿Que venga Dios y lo vea, o mejor que venga Gustavo Adolfo Bécquer, por poner un ejemplo de poeta atormentado y muerto prematuramente. Se echaría las manos a la cabeza.Y no digamos Espronceda, de quien voy a transcribir uno de los poemas más desgarradores, en los que llora la muerte de su amada: Canto a Teresa. 
Gustavo Adolfo Becquer
                                                                   Canto a Teresa

¿Por qué volvéis a la memoria mía
tristes recuerdos del placer perdido,
a aumentar la ansiedad y la agonía
de este desierto corazón herido?

¡Ay!, que de aquellas horas de alegría
le quede al corazón sólo un gemido,
¡y el llanto que al dolor los ojos niegan
lágrimas son de hiel que el alma anegan! (…)

¿Quién pensará jamás, Teresa mía,
que fuera eterno manantial de llanto,
tanto inocente amor, tanta alegría,
tantas delicias y delirio tanto?

¿Quién pensará jamás llegase un día
en que perdido el celestial encanto
y caída la venda de los ojos,
cuanto diera placer causara enojos?

Aún parece, Teresa, que te veo
aérea como dorada mariposa,
ensueño delicioso del deseo,
sobre tallo gentil temprana rosa,
del amor venturoso devaneo,
angélica, purísima y dichosa,
y oigo tu voz dulcísima, y respiro
tu aliento perfumado en tu suspiro.

Y aún miro aquellos ojos que robaron
a los cielos su azul, y las rosadas
tintas sobre la nieve, que envidiaron
las de mayo serenas alboradas,
y aquellas horas dulces que pasaron
tan breves ¡ay! como después lloradas,
horas de confianza y de delicias,
de abandono, y de amor, y de caricias.

Que así las horas rápidas pasaban,
y pasaban a la par nuestra ventura;
y nunca nuestras ansias las contaban,
tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura,
las horas ¡ay! huyendo nos miraban
llanto tal vez vertiendo de ternura,
que nuestro amor y juventud veían,
y temblaban las horas que vendrían.

Y llegaron en fin: ¡oh!, ¿quién impío,
¡ay!, agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo un cristalino río,
manantial de purísima limpieza;
después torrente de color sombrío,
rompiendo entre peñascos y maleza,
y estanque, al fin, de aguas corrompidas,
entre fétido fango detenidas. (…)

Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído
O mujer nada más y lodo inmundo,
hermoso ser para llorar nacido,
o vivir como autómata en el mundo;
sí, que el demonio en el Edén perdido
abrasara con fuego del profundo
la primera mujer, y ¡ay! aquel fuego
la herencia ha sido de sus hijos luego (…)

¡Pobre Teresa! ¡Al recordarte siento
un pesar tan intenso…! Embarga impío
mi quebrantada voz mi sentimiento,
y suspira tu nombre el labio mío;
para allí su carrera el pensamiento,
hiela mi corazón punzante frío,
ante mis ojos la funesta losa,
donde vil polvo tu beldad reposa.

Y tú feliz, que hallaste en la muerte
sombra a que descansar en tu camino,
cuando llegabas mísera a perderte,
y era llorar tu único destino;
cuando en tu frente la implacable suerte
¡grababa de los réprobos el sino…!

¡Feliz la muerte te arrancó del suelo,
y otra vez ángel te volviste al cielo. (…)
¡Oh! ¡Cruel! ¡Muy cruel!... ¡Ah! Yo entretanto
dentro del pecho mi dolor oculto,
enjugo de mis párpados el llanto
y doy al mundo el exigido culto,
yo escondo con vergüenza mi quebranto,
mi propia pena con mi risa insulto,
y me divierto en arrancar del pecho
mi mismo corazón pedazos hecho.

Gocemos, sí: la cristalina esfera
gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
los campos pinta en la estación florida:
truéquese en risa mi dolor profundo…
Que haya un cadáver más ¿qué importa al mundo?

(José de Espronceda)

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo Teresa en tu reflexión sobre San Valentín. En el instituto, con los alumnos y alumnas, es una batalla casi perdida entrar en estos debates de las celebraciones consumistas... En fin, seguiremos peleando contra ellas. Me quedo con lo de Sabina: "...yo no quiero catorce de febrero...".

    Saludos y Felicidades por tus reflexiones.
    Agustín GL

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    1. Ya... ya... Se nota que somos de la generación que ayudó a cambiar algo. Lo fuerte es que parece que nada de eso ha quedado. Al contrario. Como tienen más posibilidades, consumen algo que creen ellos que tiene que ver con amar a alguien. Nosotros, aunque pudiéramos ser un poco inocentones en nuestros 18 años, al menos no nos íbamos a ningún hotel de 4 estrellas a celebrar el amor.
      Gracias por entretenerte en leerme.

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