domingo, enero 12

Nada sería igual

 Nada sería igual sin aquel encuentro cuando apenas estaba amaneciendo, en un autobús y con el sueño todavía reflejado en nuestros rostros. 

Nada sería igual si hubiésemos saltado de la cama a la llamada del despertador. Cosa del azar, supongo. 

Nada sería igual si no me hubieses preguntado por mi signo del zodiaco en aquel primer guateque.

Nada sería igual, si el Parque Guell hubiese sido un parque como todos.

Nada sería igual si al día siguiente no me hubieses escrito aquel poema en el que hablabas de mis  ojos                

Nada sería igual si tu y yo no hubiésemos sido unos jóvenes tan endiabladamente románticos.

Nada sería igual sin los paseos por el Barrio Gótico y aquel anochecer frente al rompeolas en que te lanzaste a tomar mi mano sin permiso.

Nada sería igual si aquella tarde de invierno no te hubiese obligado a confesar tus sentimientos.

Nada sería igual si no hubiésemos guardado los besos para más adelante, a pesar de tu ímpetu y mi curiosidad.

Nada sería igual sin el descubrimiento de que el deseo que nos consumía, tenía una persona y una dirección.     

Nada sería igual sin más de trescientos días de soledad: tú en la montaña, yo en casa, esperando tu vuelta.

Nada sería igual sin aquellas cartas diarias llenas de amor, de nostalgia y de deseos por cumplir en un futuro juntos.

Nada sería igual sin la ilusión que pusimos en llenar aquellas cuatro paredes que sería nuestro primer hogar en la Meridiana.

Nada sería igual sin la primera noche cuando, temblando, juntamos nuestros cuerpos y se produjo el milagro.

Nada sería igual sin los colores del otoño que acompañaron el viaje al Valle de Ordesa.

Nada sería igual sin las mañanas de primavera y las tardes de verano, estrenando vida y saboreando la felicidad de estar juntos.

Nada sería igual sin la sorpresa que me dio mi vientre, empeñado en cobijar el fruto del amor.

Nada sería igual sin nuestro empeño en tener casa propia, donde criar a nuestro hijo. 

Nada sería igual sin la alegría de traer una nueva vida y sin tantos momentos de miedo e incertidumbre.

Nada sería igual si no hubiera sentido siempre tu apoyo con un bebé entre los brazos, siendo yo casi una niña.

Nada sería igual sin el dolor de la pérdida de nuestra hija soñada y quedarnos con los brazos vacíos.

Nada sería igual si no hubieses creído en mi desde el principio y me hubieses empujado a tomar nuevos caminos.

Nada sería igual si nuestro hijo hubiese crecido sin la mano de su padre, mientras su madre preparaba los exámenes.

Nada sería igual sin mi empeño y tu apoyo hasta terminar los cinco años de universidad.

Nada sería igual sin la furgoneta amarilla, que nos llevó a descubrir nuestra parte aventurera. 

Nada sería igual sin la cámara de fotos que pusiste en mis manos para aprender a captar el mundo.

Nada sería igual sin que una nueva vida viniera a poner nuestros días del revés, después de diez años. 

Nada sería igual sin tantos días de soledad, frio y miedo, estrenando nuevo hogar lejos del bullicio de la ciudad. 

Nada sería igual sin aquel tiempo que lo cambió todo, para ti y para mi.

Nada sería igual si no me hubiese atrevido a salir a conquistar el mundo, sin tener ni idea de nada. 

Nada sería igual sin la curiosidad, el miedo, la inseguridad, y aquel cambio de vida que nos alejó el uno del otro.

Nada será igual sin las lágrimas derramadas, las noches de insomnio, los abrazos desesperados.

Nada sería igual sin la voluntad de olvido, sin un perdón quizás forzado, sin tratar de enterrar el daño que te hice.

Nada sería igual sin los años que tu y yo dedicamos a trabajar, sin abandonar nuestra tarea de ser padres presentes. 

Nada sería igual porque eso que hoy llaman conciliación, no fue posible y nuestra vida se convirtió en una lucha diaria para seguir queriéndonos, a pesar de todo.

Nada sería igual sin la decisión de cambiar aquello que no nos hacía felices, buscando en el sur añorado, un mayor bienestar y la alegría que habíamos perdido. 

Nada sería igual sin la esperanza que nos empujaba, que se convirtió en realidad con el cambio de vida, cómodo, fructífero y saludable en Jerez.

Nada sería igual sin tantos momentos hermosos en los que el amor físico nos ha colmado y nos ha unido espiritualmente, tantos sacrificios con o sin recompensa. Y también tantas etapas oscuras que han quedado amarradas en nuestra memoria, provocando resentimiento, que el tiempo se encarga de convertir en el rostro más duro y odioso de nosotros mismos. 

Nada sería igual, desde luego, para mí. No sé para ti. Si no te hubieras cruzado en mi camino ese bendito día del autobús; no sé qué hubiera sido de mi vida. Pero puedo intuirlo. Nunca, nunca habría descubierto mi auténtica valía y todo lo que he experimentado en el camino que emprendí, gracias a que tuviste fe en mí y has estado ahí siempre, a mi lado, creyendo más que yo misma en que podía hacer aquello que me propusiera. 

Es la mejor celebración que puedo hacer después de 52 años.  Recordar y recordarte que somos todo eso luminoso que el tiempo se ha encargado de borrar, y toda la sombra que oscurece el fulgor del inicio del amor. Todo forma parte de la vida real. Somos el resultado de esa larga y rica experiencia juntos. Con sus luces y sus sombras. 

    Y por todo eso, sé que nunca podré agradecer suficiente que entraras en mi vida y me quisieras. Gracias, gracias. Te quiero.       

Teresa

 

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