jueves, junio 27

Curiosamente, después de tres años, tiene total actualidad

Querida Ángeles: Hoy voy de Maruja Ilustrada. Ya sabes que en el fondo soy eso: una mujer muy normal que le gusta mirar la tele y entretenerse con esos culebrones que nos llegan desde distintas cadenas. En eso consiste mi siesta diaria. Pero lo que desde luego no soporto son los latinoamericanos, ¡son horrorosos!, aunque no dudo que sociológicamente muy instructivos. Pero no soy capaz de quedarme mirando y escuchando tanta sandez reunida. No aguanto a las muchachitas pintarrajeadas hasta la saciedad; que se levantan por la mañana con los ojos y los labios maquillados, como si fuera algo natural, vaya, como si hubiesen nacido así. Son la viva imagen del tópico: la mujer fatal, o la tontorrona; o una u otra. Sin término medio. Demasiado simple, para mi gusto.
A mi me enganchan las Teleseries españolas... digamos que de personajes más cercanos, con los que me pueda identificar de algún modo, o que al menos me resulten creíbles. Desde hace años soy una fans de las que se emiten en la tele catalana y cuando me vine a Andalucía seguí viéndolas. De ese modo no pierdo ese contacto con la lengua y el paisaje humano y cultural en el que he pasado tanto tiempo.
Personajes de El cor de la ciutat 
Hace pocos meses acabó una de mis preferidas: El cor de la ciutat. No me acuerdo bien, pero quizás se han emitido dos mil y pico capítulos. Unos seis años de historias de gente corriente de un barrio barcelonés, aunque para dramatizar los relatos, los guionistas se pasaban un pelín, o introducían temáticas no tan cotidianas. Lo normal en estos casos. Llegó un momento en que veía a los actores como alguien de la familia, y ahora, cuando actúan en teatro o en cine, los identifico con su personaje de la serie. No lo puedo evitar. Es curioso, pero me alegro muchísimo cuando veo a muchos que iniciaron su carrera siendo aún casi niños y han encontrado un lugar en el cine español. Son como mis hijos. Qué tontería, ¿verdad?
Bueno, pues ahora estoy enganchada a La Riera. Te aseguro que aunque sólo sea por ver a Mercé Sanpietro, valdría la pena. Yo diría que la serie tiene más elementos del culebrón clásico que la anterior, porque hay gente mala muy mala, y tramas llenas de situaciones moralmente deplorables. Luego, están esos personajes que, como la mayoría de nosotros, son buenos y malos, vaya que no son de una pieza; lo que se entiende que somos los humanos. 
La familia al completo
Hace unos días me llamó la atención una de esas afirmaciones que te hacen abrir el ojo, cuando, como en mi caso, te has quedado traspuesta en el sofá. El que hablaba era uno de los hijos de la Mercé, auténtica matriarca de un clan; una familia que se dedica a la hostelería. Claudi, el hijo mayor, y también uno de los protagonistas más despreciables, soltó lo siguiente: “El mundo está lleno de pobres con ética”.
Lo escribo en castellano para que todo el mundo me entienda, aunque la lengua que se utiliza es el catalán. Pero sigo, que se me va el santo al cielo. ¡A lo que vamos! El tipo ese de la frase lapidaria, el Claudi, es un personaje que podríamos definir como un cínico. Va por la vida arrasando; vaya,  que pasa por encima de cualquiera con tal de conseguir sus objetivos. Lo que suele llamarse un individuo sin escrúpulos. Su principal motivación, lo que lo mueve en la vida es el dinero, pero claro, no se trata de que vaya por ahí dilapidando, o haciendo alardes, sino que lo que persigue con ello es poder; poder en un sentido muy amplio, especialmente ese que hace que tengas a la gente a tus pies.
Pere Arquillué es el Claudi de la serie
Algunos ricos, creo yo, no persiguen llevar una vida disoluta, ni ser unos horteras a quienes se les ve el plumero por la vida que llevan o por lo que se ponen encima. Lo que más les atrae es esa posibilidad de manejar los hilos de la vida de los demás.
Este es uno de esos. Vive en una población pequeña de la costa catalana, en una vivienda nada ostentosa y se dedica día y noche a hacer negocios; o sea que trabaja muchísimo y dispone de poco tiempo para pasarlo bien, para el ocio y la diversión. Pero… ¿en qué consiste su trabajo…? Pues en idear, en maquinar, en tramar a quién puede engañar; con quien tiene que quedar a comer en el mejor restaurante, con el sólo objetivo de proponerle un buen negocio.
Naturalmente, la persona con la que se asocia, no tiene por qué ser amiga, incluso puede ser un enemigo declarado, con el que congenia a la perfección en eso de los escrúpulos, o de la falta de escrúpulos, vaya. Por lo que refiere a su vida amorosa, se orienta por los mismos valores. Vive con una compañera que, como él, está motivada por la acumulación de propiedades y los negocios especulativos; una mujer fría y calculadora, con la que tener hijos y aumentar el patrimonio. Pero eso sí, no desaprovecha “echar un polvo”, como dice él con quien se le ponga a tiro, aunque también en eso siempre hay una segunda intención, una oportunidad para ganar algo, más allá del simple placer. Para colmo, en este caso se trata de la concejala de Urbanismo. Ya se sabe que el ladrillo da para mucho. En fin, como estarás pensando, tipos de estos debe haber unos cuantos, pero más vale mantenerlos bien lejos, porque si te colocas en su camino, seguro que vas a salir perjudicado por algún lado.

La serie tiene varios de estos personajes, que, por otro lado, tienen una parte simpática. Se trata de esos individuos que usan todos sus atractivos con tal inteligencia, que resultan ser unos seductores. De ahí esa capacidad de engañar al más pintado, mostrando su mejor sonrisa, halagando, engatusando…, o sea, siendo el más encantador del mundo mundial. Además reparten besos y regalos entre sus jóvenes vástagos, siempre, eso sí, que éstos sigan el camino que él ha trazado para ellos. Un amor de padre, en serio.
El otro que me tiene estupefacta es un honorable señor de unos setenta años, de voz grave y bien modulada, elegante, sin estridencias y con la sonrisa siempre a punto.

Fermí Reixach, encarna al cínico Filántropo 
El hombre está forrado, especula y engaña, si puede; pero eso sí, hace Meditación Zen, porque él cuida su vida espiritual. Además, envía dinero a alguna ONG de la India, porque es un buen ciudadano; un Filántropo como Dios manda. Es de esos que tiene muy claro que el negoci es el negoci. Quiero decir que sabe separar perfectamente lo legal y lo moral y jamás lo van a pillar, porque sabe utilizar todos los resortes que le proporcionan las normas escritas. No se le mueve un pelo, aunque esté ante un adversario que lo acaba de traicionar. Sabe jugar sus cartas con total frialdad y espera la mejor ocasión para devolver las malas jugadas que le hacen. Me alucina, Ángeles. Es el colmo de la desvergüenza.
También en este caso, se trata de un hombre que ama a su hija, con la que se entiende a la perfección, puesto que es su alumna más aventajada. Otro padre respetable y ejemplar.
Estos individuos, de los que me temo hay muchos en el mundo, y todos conocemos a unos cuantos, aunque sólo sea a través de las noticias, son conscientes de la diferencia entre lo moral y lo legal; saben además que sus actos están muy alejados de la ética, y lo confiesan sin avergonzarse. Diríase que son alumnos aventajados del gran Maquiavelo; es más, no sienten ningún respeto ni admiración por esa gente llena de escrúpulos y manías, que nunca saldrán del agujero, que se pasan la vida currando como unos “pringaos”, total… ¿para qué….? , pensarán ellos. Y así nos va…
Pero qué quieres que te diga, hay una cierta honestidad en estos personajes, en el sentido que son capaces de reconocer que ellos pasan de esas zarandajas de la ética: o los tomas o los dejas, pero lo tienes claro. Sabes a quien te enfrentas. A mí me parece peor tener dos caras; dártelas de algo y engañar a la gente con buenas palabras; vaya ser una hipócrita mosquita muerta, como se suele decir.
Amiga mía, esto que te cuento me ha hecho recordar una conversación que tuvimos una vez, en la que tu mensaje era completamente opuesto al del personaje del que te hablo. Dijiste exactamente: “La ética es para los ricos” Es curioso, ¿verdad? Son dos posturas y hay algo de verdad en ambas. Lo que tú querías decirme es que hay gente que puede permitirse ser escrupuloso, ser éticamente estricto, porque tiene la vida resuelta. Sin embargo, cuando hay que ganarse la vida; cuando lo único que tienes es tu trabajo, y gracias…, entonces la cosa se pone más fea. Vamos, que ser pobre y tener unos principios muy estrictos, te parecía que era pedir demasiado. En consecuencia, lo que se deduce de eso es que hay dos varas de medir la honestidad de las personas, en función de su situación económica.
No sé si querías decir que los pobres, la gente corriente como nosotras, tenemos permiso para actuar según nos viene en gana, o según la situación. Total, ¿qué importancia tiene que yo defraude quinientos euros a la Hacienda Pública, cuando hay tantos que se llevan millones a Suiza...? El que más y el que menos piensa así, ¿no…?
Hasta el Evangelio de San Mateo lo decía: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre al Reino de los Cielos”. Una manera como otra cualquiera de consolar a los pobres, dirás tú…, que te conozco. Y quizás tengas razón. Pero también me pregunto qué pueden hacer esos “pobres ricos”. Si resulta tan difícil ser aceptados en el lugar donde van los justos, digo yo que para qué se van a esforzar, ¿no? Así que casi resulta comprensible ese cinismo de mi personaje preferido de la tele. ¡Vaya!, si va a resultar que hasta me cae simpático el tipo. ¡Teresa, Teresa… que se te va la olla y aquí hay mucha tela que cortar! Si quieres, podemos seguir en otro momento.

¡Santo cielo, Ángeles! Acabo de enterarme que hace treinta años que mataron a John Lennon. No puede ser, y yo con estos pelos… y casi sesenta tacos.


Hasta muy pronto.

1 comentario:

  1. ¿No lo limitas mucho...? Creo que el fenómeno es mucho más amplio.

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