martes, agosto 1

Cartas sin respuesta

Un mes no es nada, comparado con la eternidad que es ese concepto tan incomprensible para los humanos. Pensar en algo que no tiene fin resulta raro. Y más pensar en que alguien ha vivido cerca de mi y de pronto ya no está, sin que nadie pueda explicar adonde ha ido a parar su espíritu. El cuerpo es algo tangible y sabemos que la muerte acaba con él, pero qué fue de esa persona que hasta hace poco más de un mes era capaz de hablar conmigo desde una habitación hospital donde esperaba entre triste y esperanzada que todo acabara. Eso no es fácil explicarlo. 

Viaje a Cantabria 

Querida amiga: Con tu marcha he tenido la misma sensación que ya viví en otras ocasiones. Especialmente he recordado a mi amiga Ángeles, de la que te hablé muchas veces. La distancia física ha impedido que pueda acompañar tu declive en los últimos meses y claro, de pronto no puedo hacerme la idea de que nos has dejado. Contigo se ha ido una amiga, sí, pero también una especie de cordón umbilical que me unía a la memoria de mi infancia. Recuerdo que cuando escribía algo sobre nuestro pueblo, acababas poniendo la guinda para completar mi relato. Tú recordabas los motes, los pequeños detalles que yo he perdido porque me fui muy pronto de allí y tú, sin embargo estuviste volviendo bastantes años, hasta que perdiste la costumbre, o simplemente preferías no tener que dar muchas explicaciones sobre tus problemas a la gente que preguntaba. Ya tenías bastante con  sufrirlos. Cuando tus padres desaparecieron,  dejaste de ir. 

Esa conexión con mi origen la he perdido.  Sólo me consuela saber que se ha cumplido lo que machaconamente pedías en los últimos tiempos. Yo no lo podía aceptar. Bueno, no comprendía que quisieras marcharte tan pronto, y es que yo tengo tu misma edad y me gusta vivir. Decías que sólo te motivaba lo que todavía podías hacer por tus hijos, a los que aún considerabas con necesidad de una madre donde apoyarse. Y eso me enfadaba. Cuando hablé contigo la última vez por teléfono te eché una bronca. Quería hacerte reaccionar y considerar tu postura de madre a la antigua; una madre que su único vínculo con la vida son sus hijos. Y sin embargo, yo te veía como una mujer interesada por los problemas de la gente, dispuesta a ser un puntal para amigas y compañeras de la asociación en la que estabas tan implicada; una persona que leía con interés y que le gustaba comentarme sus descubrimientos literarios: autores, novelas, ensayos... Aún tenías cosas que resolver para poner tu  nueva casa tal y como a ti te gustaba. Pero era triste escuchar que apenas tenías aliento para desplazarte entre la cocina y la sala de estar. Y entonces es cuando podía entender que no quisieras vivir, que te costara depender de que te llevaran de un lugar a otro. Pensaba en nuestras madres, siempre diciendo que no querían molestar a sus hijos; algo que no creía que una mujer de nuestro tiempo pudiera pensar. Pero así era. Te lo escuché muchas veces: "No quiero que mi Javi se tenga que ocupar de mi" - 

Si hay algo positivo en tu viaje a la eternidad es que no tendrás que pasar por el proceso de declive que ya se veía venir. Me refiero a la pérdida de capacidad cognitiva. Yo lo veía. Ya lo creo. Cuando pasaba un cierto tiempo y no me llamabas, o no me ponías un mensaje en el whasap, sabía que no era sólo tu estado de salud, sino esa maldita memoria, el despiste, seguramente un cúmulo de sensaciones que yo soy incapaz ni de imaginar y que te alejaban del mundo para llevarte a quien sabe qué lugares de tu mente. Tenías miedo de llegar a la situación de tu madre, a la que tuviste que cuidar aquejada de Alzheimer y, afortunadamente, no has llegado a sufrir ese deterioro, pero estabas en camino. Todos nos dábamos cuenta y no sé si tú preferías negarlo y quedarte sólo en esa sensación de miedo a que llegase el momento. De eso sí me alegro. Así esa cabeza tan bien amueblada que tenias es el recuerdo que nos vas a dejar. Una mujer inteligente, que le buscaba explicación a todo y sabía argumentar para defender sus posiciones. Por eso nunca entendiste que el sistema médico no te explicara el porqué de todo lo que te estaba pasando y la razón de que, a pesar de los avances científicos, no pudieran dar solución a tus problemas de salud. 

Querida Juanita. Sigo pensando en ti y recuerdo tu ancha y preciosa sonrisa. Me gustaría, lo mismo que hice durante unos años con mi amiga Ángeles, escribirte una carta de vez en cuando, para que sepas de mí y puedas ponerte al día de lo que pasa en este loco mundo en el que espero vivir todavía un tiempo largo. 

Un fuerte abrazo      

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario