martes, junio 9

La mujer helada

La literatura de Annie Ernaux es de índole autobiográfica, discreta, nada secreta y enormemente sencilla, clara y bastante minimalista podría decirse, aunque nada tenga que ver -por su rechazo de la ficción, que asomaba en sus tres primeras novelas, para desaparecer después- con la tendencia anglosajona del mismo nombre. No se trata de contar cuentos sino de contar historias, mejor dicho, su propia historia por encima de todo lo demás, pero no cayendo en intimismo alguno, alejándose de toda subjetividad, pues considera su literatura como una especie de etnología, como una 'intervención' en la sociedad que le rodea.
Y a este respecto, sus libros -cortos en su mayor parte, directos y simples, muy alejados de toda retórica al uso- relatan su propia historia primero como si se tratara de una novela de verdad ficcional (Los armarios vacíos), la de su padre (El lugar), la de su madre (Una mujer), la de un juvenil aborto clandestino (El acontecimiento), la de su matrimonio frustrado (La mujer congelada), la de su adulterio (Pura pasión), hasta llegar, colmando progresivamente sus diversas etapas hasta las más recientes en Perderse (2001) -una historia de seducción sexual- o la más breve, La ocupación (2002), que cuenta la liberación de la fascinación que experimenta la voz narradora por una nueva amante de su antiguo amor.

Tiene treinta años, es profesora, casada con un ejecutivo, madre de dos niños. Vive en una casa confortable. Sin embargo, es una mujer helada. Igual que miles de mujeres ha sentido cómo su curiosidad, su impulso vital se iban anquilosando a fuerza de un trabajo que compaginar con compras que hacer, cenas que cocinar, baños de niños que preparar… Todo eso que se entiende por la condición normal de mujer. Annie Ernaux cuenta brillantemente esta alteración de lo cotidiano, este empobrecimiento de las sensaciones, esta dilución de la identidad, esclavitud a la que las mujeres son empujadas como a un desafío.

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