miércoles, abril 8

El niño que miraba al mar



Desde que en el 2016, hace ya cuatro años, sufrió un ataque al corazón y creo que también un ictus, Aute dejó de ser él. Lo pensé entonces y estos días, tras su desaparición definitiva, su propia familia lo ha confirmado. Nadie, después de dos meses en coma vuelve a la vida como si tal cosa. Ahora, en estos días en los que no podemos despedir a ninguno de nuestros muertos, va él y se nos va. Alguien dijo el día de su muerte que había sido tan discreto y tímido, que hasta este viaje lo ha querido hacer sin ruido
Y es verdad que ha sido un artista poco común: pintor, dibujante, cineasta, escultor, compositor, poeta, cantante... Le costó mucho subirse al escenario a cantar sus propias creaciones y cuando lo hizo, no se dejó deslumbrar por los oropeles. Dedicó su vida a realizarse como persona. Si le gustaba pintar y lo hacía muy bien, era en ese campo donde ponía todo su poder de creación. Cuando supo que también era capaz de cantar, lo hizo, pero no fue nunca más allá del placer que le reportaba. Dicen sus amigos y  productores, que hizo siempre lo que quiso. No se vendió a las casas de discos y sus intereses comerciales. Sólo editaba lo que a él le gustaba. Si se vendía bien, y si no, mala suerte. Pero ahí está su producción.
Recuerdo la primera vez que vi a Aute en la Tele. Y no entiendo cómo me ha quedado grabada esa situación. Fue en la casa de mis vecinos del pueblo. Eran panaderos y tenían televisión. Estaba yo de vacaciones; había vuelto desde Barcelona, después de dos años más o menos. Creo que fue en 1968. Me acerqué a hacerles una visita y allí estaba.

La tele abierta y él cantando Aleluya y Rosas en el mar. Vestido de forma muy seria, con traje y corbata, su pelo corto y cara de niño bueno. Haciendo cuentas, ya tendría él 24 años, aunque parecía más joven. Esa imagen ha quedado en mi memoria musical. Otro recuerdo que me lleva a Aute es un día, recién casada, poniendo una lavadora. Me dejó impactada una Rosa León, tan joven como yo, cantando Las cuatro y diez. Es otro momento que quedó ahí por algo. Sería el año 1973.
Luis Eduardo Aute forma parte de mis recuerdos sentimentales. Sus letras eran pura poesía, y su música las acompañaba y las convertía en pequeñas obras de arte. ¿Y qué decir de su voz? Lo mismo que su presencia, era tan natural... Una voz pequeña, grave y muy afinada. Cantaba sin ningún esfuerzo y cuando llegaban los agudos, sus falsetes salvaban la dificultad, con el gusto y la sensibilidad que siempre lo distinguió. 
La primera vez que lo vi en un escenario, fue en la plaza de toros La Monumental de Barcelona. Estaba a rebosar. Recuerdo cuando cantó "Siento que te estoy perdiendo". Lo recuerdo porque era una época de crisis en mi vida personal y tenía a Manolo a mi lado derecho, apretándome la mano y con los ojos brillantes. Al otro lado estaba mi amiga Amparo, también desaparecida antes de tiempo. Y él, sobre el escenario, con aquella figura enjuta que lo hacía elegantemente sexi, con sus patalones tejanos azul claro y una camisa blanca impoluta. Yo estaba deslumbrada, fascinada y muy, muy emocionada. Nunca olvidaré ese momento. Sería aproximadamente el año 1978. 
Lo volví a ver unas cuantas veces más. Siempre era un placer escucharlo y verlo. Y mira por dónde, tuve la ocasión de tenerlo muy cerca y hasta de hacerme una foto a su lado cuando ya los dos eramos algo más maduros. Yo tenía 53 y él unos 62. 
Su corazón dejó de latir y nos dejó huérfanos de sensibilidad, de arte, de coherencia vital. Descansa en paz, querido Aute. 

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