martes, diciembre 26

El olvido

La conocí en una academia de aquellas que, por la época, poblaban una ciudad que estaba despertando a un nuevo tiempo. Era el año 1976. Estaba situada en el entresuelo de un edificio de La Meridiana; de aquellos tan altos que se construyeron al amparo de la especulación del que fuera uno de los últimos alcaldes franquistas: Porcioles. 

Nos encontramos de forma casual, buscábamos ampliar nuestros horizontes personales y profesionales a través del estudio, porque nuestro origen nos negó esa posibilidad y nos lanzó al mundo del trabajo con apenas 14 o 15 años. Hijas de padres inmigrantes, teníamos el entusiasmo de la juventud y la voluntad de traspasar las barreras que percibíamos por el hecho de ser mujeres y no tener un título

martes, diciembre 5

Quizás yo soy el sueño de mi madre





Te hubiera gustado, madre. Quiero pensar que estarías orgullosa de tu hija, de tu Maria Teresa, que es como me llamabas. Tal vez hubieras recordado tu larga e infructuosa lucha para que pudiera estudiar, cuando eso de estudiar era un lujo al que sólo accedían unos pocos. Todavía tengo un vago recuerdo de la visita que hice contigo a un colegio de Jaén que se llamaba Sta. María de los Apóstoles, donde hiciste el último intento, mientras pasábamos unos meses en la capital, siempre buscando cómo salir adelante. En aquellos años sesenta ya nadie se conformaba con rezar y pedir a Dios que nos trajera mejores cosechas, o  como había pasado siempre, seguir viviendo sin más, con esa filosofía de la resignación, de que todo estaba ya escrito de antemano. Así eran, sobre todo, los campesinos, hombres y mujeres sujetos al destino, a la fatalidad... ¿Para qué luchar?