lunes, abril 17

Nada crece a la luz de la luna

Lo que me llamó la atención cuando oí hablar de él fue el título tan poético y sugerente.  No tenía ni idea de la temática o el estilo, y desconocía totalmente a la autora; pero confié en el criterio literario de quien lo recomendó en un programa de radio. No me equivoqué. Después de unos meses en los que mi única actividad ha sido la escritura, volver a leer ha sido un placer y un descubrimiento.  Y es que los autores nórdicos son poco conocidos para el gran público del que yo misma formo parte.  Soy una lectora media que huye de los best seller; de esa literatura que encontramos en las primeras líneas de los estantes y expositores de las librerías. Las editoriales nos atiborran de títulos y más títulos que no siempre satisfacen las expectativas de quien busca en un libro algo más que un pasatiempo.

Según he leído, Errata Naturae, que es el sello donde este libro está editado, es un proyecto que trata de ofrecer otra cosa. Sus fundadores lo definen de esta manera: “Este nombre lo escogimos porque habla de lo otro, lo diferente, lo pequeño, lo ajeno, lo marginal”. Esto es lo que he encontrado en Nada crece a la luz de la luna. Una historia diferente, contada de una forma diferente y con un lenguaje que, a mí al menos, me pedía momentos en los que tenía que parar, tenía que respirar profundamente y saborear, recrearme en las imágenes poéticas con las que la autora quizás pretendía suavizar la dureza de la narración. Un libro que golpea y no deja indiferente.    
No se trata de una novedad, aunque sí lo es en nuestro entorno. La primera edición lleva la fecha de 1947.  De hecho, la autora noruega, Torborg Nedreaas  falleció en 1987.  Nada crece a la luz de la luna se considera un clásico de la literatura moderna nórdica y esta editorial independiente la recupera para que podamos disfrutar del dramatismo de una vida atormentada y tristísima. Es esa la sensación que me ha quedado tras dar por finalizada su lectura. La novela más triste que jamás haya leído.