miércoles, febrero 13

Muertes inesperadas

No sé qué decir. La muerte inesperada de una persona conocida,  y todavía joven, te deja sin palabras. Decir descanse en paz (D.E.P.) es muy poco, muy poco… Hago esfuerzos por no llorar. No quiero hacerlo, porque últimamente evito entristecerme en exceso. La edad me está haciendo más consciente de que tengo que aprovechar al máximo los buenos momentos… estar alegre… aprovechar la vida… ser positiva… ¡Dios mío! Si hace sólo tres meses estuvimos hablando en el camino con la Virgen hacia la ermita. Pepa me vino a buscar. Fue preguntando a las amigas que encontraba si habían visto a Tere y por fin dio conmigo.  
Como siempre,  como si hiciera una semana que dejamos de vernos. Éramos amigas desde que teníamos  doce años más o menos, pero yo me marché a Barcelona a los quince. Luego, la amistad se ha mantenido en los viajes a Bedmar, cultivando los buenos momentos, el apoyo, los detalles… y hasta hoy. 
 Como decía, el día de la romería nos vimos en el camino hacia la ermita y luego entramos en el cortijo, como ellos le dicen a esa casita tan sencilla, pero acogedora, donde hemos pasado tantas tardes de charla, cervezas y pipirrana.  Pepe, como siempre, preocupado por su campo: que las olivas, que si la huerta, que si el muro que se lo llevan las lluvias torrenciales…  Siempre lo asociaré a la huerta. Siempre lo recordaré por ese afán suyo con el campo. Mientras todos estábamos disfrutando de una tarde de relax debajo de la parra, él iba y venía, sin descanso y no se sentaba hasta que tenía todo  controlado: las hortalizas regadas, recogidos los tomates para la ensalada… en fin…,  era su pasión y al mismo tiempo su descanso.
    Claro que su dedicación a la Caja de Ahorros también ha sido larga.  De hecho resulta curioso que Pepe haya perdido el mote familiar (Chaquetas) y se le conozca por su trabajo; algo que empezó a hacer cuando tenía 13 0 14 años: Pepe “El de la Caja”. Así lo recordaremos los que lo conocimos siendo todavía un chiquillo.  Un chico listo, estudioso, muy responsable… Como muchos, no pudo salir a estudiar a la capital, pero supo encontrar su lugar en la Caja, al lado de Juanito, que debía de ser algo así como un segundo padre, o al menos un maestro. Seguro que sentía por él el mismo cariño que sentía yo por Sebastián Carriles, que ejerció el mismo papel conmigo en el antiguo Sindicato.  Pues sí, a Pepe lo conozco desde que tengo memoria más allá de la escuela.  Corrían los años sesenta y tres, sesenta y cuatro. Éramos todavía unos adolescentes. Nuestros padres se llevaban bien, incluso se juntaban en la época de la cosecha, para recoger la aceituna juntos y no tener que pagar jornales.  Pero mi recuerdo más nítido se sitúa en los dos años últimos, antes de marcharme a Barcelona (64-65) Teníamos esa edad en la que nos enamoramos cada día de una persona y formábamos pandillas afines. 
Pepa elegida Reina de las fiestas
Yo no llegué a vivir las noches de verbenas y fiestas porque todavía no nos dejaban, pero sí las miradas huidizas, las medias palabras, las declaraciones amorosas por carta, que corrían de mano en mano. Todo muy inocente, pero hermoso. Pepe era uno de los  muchachos que se hacía ver entre las niñas  que íbamos  camino ya de ser unas mujercitas; muy serio, eso sí, formal siempre, pero ya estaba echando el ojo a la que sería la mujer de su vida: Pepa fue la elegida.  
De eso ha quedado el cariño más sincero y puro, que se ha mantenido a lo largo de cuarenta años, a pesar de las distancias geográficas. Hemos visto crecer a nuestros hijos, hemos pasado muchos ratos en el cortijo. Cada vez que volvíamos en verano los visitábamos y siempre nos recibían con la misma hospitalidad. Eso no se olvida.
Recuerdo cuando me contaban cómo juntos cuidaron los últimos años de Mª Jesús, la madre de Pepa. No todos los hombres son capaces de acompañar esos procesos tan duros y de tantos años. Él lo hizo como un buenísimo compañero.  
Saludando a Cristóbal, otro de los sesenteros en Agosto de 2011
 Me impacta la foto que yo misma les hice en agosto del 2011, en la estupenda fiesta que hicimos los nacidos en 1951. Estaba,  como un padrazo, cuidando de María, su nieta. Disfrutaba con ella y le enseñaba esas cosas de nuestras costumbres que él no quería que se perdieran en la distancia de la niña con el pueblo, como las canciones de la Virgen de Cuadros, por ejemplo.
 Ese mismo verano, nos encontramos alrededor de una mesa, en el llano del cortijo, todas las amigas de infancia: Encarna,  Asunción,  Angelita, Mari Pepa, y yo. Nos acompañaban todos los maridos, a los que acogía con igual afecto que a nosotras, que nos había visto crecer.  
 Pepa  tiene una gran habilidad para improvisar este tipo de encuentros y nos hizo unos huevos que yo no había comido desde que era chica; de esos que se mojaban sopas en el mismo plato, para aprovechar bien en tiempos de escasez. Allí todos metieron la mano y disfrutamos… bueno, yo soy poco de mojar, pero comí otras cosas ricas que salieron de la alacena y de la nevera, siempre llena y dispuesta para las visitas.  
 Y Pepe siempre ahí, apoyando, dando conversación, haciendo ese papel que suelen hacer los hombres de campo. Seguro que es así como él prefiere que se le recuerde: como un estupendo anfitrión, un buen hombre, como un hortelano que iba a trabajar unas horas a la  Caja de Ahorros. 

3 comentarios:

  1. Gracias por tan bello homenaje. Después de haber derramado unas cuántas lágrimas, por los muchos sentimientos que brotaron al leer tus palabras, me reconforta saber, cuán dichosos han sido mi hermano y mi cuñada Pepa, teniendo una amiga como tú. Gracias Tere por toda la belleza de tus mensajes y porque con ellos nos ayudas a ver la vida de otro color.Un beso muy grande. Loli

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti por tus palabras. Ellos se merecen que se reconozca la actitud de acogida que siempre han tenido en su casa. Ese es el recuerdo que hay que tener de tu hermano.
      Un beso

      Eliminar
  2. El que la noticia sea triste no es culpa tuya evidentemente, nunca es culpa del mensajero, no tienes que disculparte por eso.
    Claro que me acuerdo y mucho de Pepe y acabo de leer tu cronica en el blog que podría firmarla yo porque describes perfectamente al personaje, a nuestro Pepe.
    De alguna forma la muerte no viene de golpe, nos morimos poquito a poco con los amigos que se nos adelantan.
    Muy pertinente tu reflexión sobre el aldabonazo que supone la perdida de alguien que es parte de tu propia biografia: te sacude los problemas postizos que te atenazan y que de repente ves como superfluos y te anima a vivir la vida con intensidad dandole importancia a lo que realmente tiene valor y que suele ser lo más sencillo: tu familia, tus amigos, el dia a dia: la vida autentica.
    Me ha llamado mi tita Manuela y me lo ha contado todo tambien, a su manera, novelada y maldiciendo el tabaco.
    Me encantan las fotos que pones, de personas y de paisaje. Un simple olivar, pero que reconozco, me hace revivir recuerdos y emociones ya lejanos pero que afloran con fuerza.
    Cristóbal Viedma.

    ResponderEliminar