miércoles, octubre 26

La vida en las calles de Chaouen



En tres cuartos de hora, cruzando el Estrecho de Gibraltar, estás en otro mundo. Tánger esa ciudad  que aún enseña un pasado de esplendor, a través de edificios fantásticos frente al mar, y hoteles como el Continental, donde nos alojamos. El resto es una mezcla entre las estrechas y laberínticas callejuelas de la Medina,  y el ensanche, lleno de edificios modernos y amplias plazas repletas de gente al atardecer. Tiene vitalidad y se adivina un crecimiento, por la gran cantidad de obras en marcha, y la remodelación del antiguo puerto. Quién sabe si en poco tiempo seremos nosotros los que tendremos que emigrar hacia el sur.
El viaje hacia Chaouen es relativamente corto, una hora y media por autovía hasta Tetuán y luego, a través de una carretera en buen estado, quizás  treinta minutos más. Es una imagen que se queda en la retina por mucho tiempo. Una pequeña población con un casco histórico maravilloso, bien conservado, cuidado, seguramente por sus mujeres, como antaño se hacía en nuestros pueblos andaluces. De hecho en muchos momentos parecía que estuviéramos caminando por cualquier calle de las nuestras: casas blanquísimas, que han embellecido aún más con azulete, aunque supongo que actualmente usan pinturas naturales para dar esos distintos tonos de la gama, tan llamativos y alegres. Niños jugando y correteando por las calles empinadas y empedradas, mujeres que van y vienen de la compra, o con la escoba en la mano, dejando el entorno limpio como el jaspe. 
Aquí los vendedores no dan mucho la lata, como ocurre en Tánger.  Las tiendas nos ofrecen todo tipo de artesanía: alfombras, bolsos, zapatos... abalorios muy variados y siempre coloristas y atractivos a la vista. Y la calle... un hervidero de gentes que van y vienen. Los cafés y las terrazas, donde sirven ese riquísimo té con yerba buena... y al final, debajo del risco que corona la población, manantiales fresquísimos de agua y el lavadero público. Imágenes para retener, para recordar otras épocas y otro mundo que nosotros hemos perdido y que allí aún perduran. En estos casos mi cámara me sirve para dejar testimonio de lo que me sugieren esos cuerpos rotundos y jóvenes, esas niñas que juegan y ayudan a sus madres a transportar la ropa mojada, después del lavado, esos niños que chapotean descalzos y felices, esos arbustos que sirven de tendedero natural. Y la única música que se me ocurre para tan hermosas imágenes es "La vida es bella" . Nos tomamos el zumo de naranja más rico que haya probado nunca, preparado sin prisa y en vaso de vidrio,  mientras contemplamos este cuadro para el recuerdo. Totalmente recomendable, si logras desprenderte de ideas preconcebidas y sabes disfrutar de las cosas sencillas y las experiencias diferentes.
Tánger

5 comentarios:

  1. Hola Tere.Un abrazo y en las primeras fotos parece un pueblo con pocas gentes,todo tan azul y limpio habrá sido precioso y relajado.
    Gracia por enseñarnos sitios nuevos.Besos

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  2. Qué fotos tan bonitas, cargadas de color, y sensibilidad.
    Nos regalas imágenes y palabras estupendas, acompañadas de la música más linda y apropiada.
    Gracias pues amiga y un abrazo.

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  3. Viajé a esta ciudad y pasé por alto detalles que ahora veo en todos estos rincones, rebosantes de color y luz.
    ¡Totalmente profesionales!
    Este blog es un gran almacen cultural.Tendré que ponerme las pilas.
    Gracias por la invitación.

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  4. Mar: agradezco mucho que valores de ese modo mi blog. Eso me anima a seguir adelante.

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  5. Maravillosas fotos impregnadas de color azul. Ese azul especial que sólo se da en esas ciudades al sur.
    Estupendo blog.

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