miércoles, abril 20

Roscos de Anís y otras humildes delicias

Apenas la primavera hacía acto de presencia, con sus aromas, con aquella radiante luz, que se colaba por las rendijas de los viejos postigos, las mujeres se afanaban en la anual y rutinaria tarea del blanqueo. Entonces, tras el largo y frio invierno, la casa renacía.  La Semana Santa inauguraba la nueva estación.

El Domingo de Ramos era obligado estrenar algo, así que las madres compraban un retazo de tela en la tienda de Peñas y se lo llevaban a Tomasa la modista. Ella y otras tantas eran maestras en el arte de la aguja. Así, casi todas las niñas podíamos presumir de vestido nuevo en esos días, a veces deslucidos por las lluvias primaverales. También mi tía Mª Dolores se dedicaba a la costura y era ella quien normalmente me cosía la ropa.

Como en cada festividad importante, la Semana Santa tenía su propia gastronomía. Además de los días propios de abstinencia, todos los viernes de Cuaresma, en los que estaba prohibido por la doctrina de la Iglesia comer carne, al llegar el Viernes Santo, se imponía el conocido potaje con bacalao. Para las familias más humildes era la oportunidad de incluir en su dieta una proteína que durante el resto del año apenas nadie podía probar. Curiosamente, la regla de los viernes de Cuaresma no resultaba difícil para éstos, ya que la carne era un producto prohibitivo en aquellos tiempos de escasez. Excepto los embutidos y el tocino, la mayoría de la población se apañaba diariamente con los guisos de legumbres, el arroz, y las hortalizas que lograban cultivar, sobre todo los propietarios de las huertas.

Las madres de familia y las abuelas aprovechaban esos días para dar alguna pequeña y dulce alegría a chicos y grandes. Era el tiempo de las natillas con huevos nevados, del arroz con leche, cubierto con canela, las blandillas y los roscos de anís. No se requería mucho gasto ni tampoco una infraestructura muy complicada. Todo se cocinaba en el fuego y con ingredientes propios o que se podían agenciar a través de algún trueque. Mi madre disponía prácticamente de todos los productos, aunque a veces las gallinas no ponían suficientes huevos y había que comprarlos, así como la leche; un auténtico lujo para nosotros, incluso en los años sesenta. 
Hojuelas
Los dulces fritos eran los que más se hacían, aprovechando que disponíamos de aceite en abundancia; de ahí que, desde muy chicas, las niñas aprendíamos las recetas de las blandillas, las hojuelas y los roscos de anís.
Roscos de anís. Al lado una foto con mi madre
Cuando llegaban esos días, nos levantábamos temprano porque había que encender la candela, ir a por la leche a casa de Marca la de Esteban y preparar todos los utensilios necesarios. Mi madre siempre me requería para esos menesteres, incluso si había que matar algún pollo o conejo para el arroz del Domingo de Ramos, allí estaba yo, sujetando el animal ya sacrificado, mientras ella lo pelaba y lo troceaba.
Para mí no era ningún engorro; no suponía ninguna molestia, porque salía de la rutina y me sentía útil. La vida en un pueblo, en aquellos tiempos, podía ser totalmente plana, sin alicientes ni motivaciones.
Recuerdo la maña que tenía mi madre para conseguir batir las claras de los huevos a punto de nieve. Con las yemas hacía las natillas. Yo la observaba y luego le ayudaba a adornar el plato con esa especie de nata que se conseguía. Era la diferencia entre unas simples natillas, y las de la Semana Santa o cualquier otra fiesta especial: los huevos a la nieve.
Natillas con huevos a la nieve
Pero sobre todo me resultaba divertido ayudar a hacer los roscos de anís, porque había que tener mucho tino para que salieran bonitos y no se quemaran. Además, mientras se iban haciendo, siempre podía probar la masa y luego picar algún rosquillo ¡Estaban tan deliciosos…! Mi tarea concreta era la de un pinche: mi madre freía los roscos, pero yo tenía que estar al tanto de darles la vuelta para que no se quemaran. Era materialmente imposible que una persona sola pudiera controlar todo el proceso.
Los moldes para los roscos (uno antiguo de hierro negro y el otro actual)
El Domingo de Resurrección era el cierre de la Semana Santa. Entonces, el horno de Mª Dolores y Cristóbal se ponía a rebosar. Todo el mundo preparaba los Hornazos: una especie de bollo de harina y aceite, que se coronaba con un huevo o dos. Así se celebraba la Pascua, con algo tan sencillo como alimenticio. Ese día casi todo el pueblo salía al campo en grupos de amigos o familia y, aprovechando la bonanza del tiempo, pasábamos un día de esparcimiento, con esta torta de pascua como alimento principal.
El hornazo de un huevo


Un mundo no tan lejano, pero ya desaparecido, y que hoy he rememorado, gracias a vuestro interés por la receta de mis rosquillos.

La receta de los roscos

 

10 comentarios:

  1. FELICIDADES POR ESTA ENTRADA EN TU BLOG. "REDONDO". Y en mayúsculas.

    SOY YO

    Pdta. Solo una pequeña "cuña". De "humildes" nada. Gran complejidad técnica. Por eso son "delicias"

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  2. Me ha gustado mucho la receta de los roscos de anís;así como todo el contenido de la entrada.También a mí me ha hecho rememorar los días "señalados",con el conejo con arroz.Yo también ejercía de ayudante;soy una experta en" preparar"al pobre conejo, desde el corral a la cazuela, aunque ya no se haga.¡Y no sentíamos ni miedo ni repugnancia¡Las niñas de los 50 fuimos puras supervivientes.Genial,Teresa, como siempre.Retratas sabiamente nuestra generación.Juanita

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  3. Hay que recrear ese mundo y yo quiero hacerlo; más bien necesito hacerlo, porque en el camino me encuentro tantas cosas de mí misma... Es como un redescubrimiento de quién soy.

    Un beso Juanita

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  4. Menos mal que lo he visto despues de comer, que si no me cuesta llamar a mi madre y pedirle que me haga unos pocos. Me encanta asomarme a tu ventana, enhorabuena Teresa

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    1. Gracias Alejandra y bienvenida a mi ventana. Espero que sigas asomándote a ella y entres en conversación con los demás seguidores. Somos pocos, pero nos queremos.
      Un beso

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  5. Por cierto, el horno de mi padre (Simon)sigue poniendose a rebosar en dias previos a la semana santa, al domingo de resurrecion, a las navidades y a la romeria, para hacer toda clase de dulces ademas de las tipicas tortas de chocolate y hornazos.

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    1. Alejandra: supongo que eres la hija de Simón el de Alejandra, ¿verdad? Entonces, por parte de tu madre eres familia de Juanita Romero, ¿no? No sé si me estoy liando o estoy en lo cierto.

      Un abrazo

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  6. Tere me gustaria que pusieras las recetas de las natillas con los huevos nevados.

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  7. Buenas tardes, Teresa. Acabo de descubrir tu blog buscando la receta de las blandillas para dar una sorpresa a mi madre. Ella las tomaba de niña y no las ha vuelto a encontrar. Sólo sé que llevaban anís. Tú podrías darme la rceta?? Mil gracias y enhorabuena por tu blog.

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    1. Gracias Elena. Mira este enlace, que es donde está la receta que me pides. http://laventanadeteresa.blogspot.com.es/2013/04/en-semana-santa-me-han-pedido-la-receta.html

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