lunes, marzo 14

Anita

No sé qué me pasa, pero cada vez me siento más alejada de los fastos  y festejos con que anualmente nos  bombardean los medios de comunicación, cuando llega el 8 de Marzo. ¿Será la edad?, me pregunto.  ¿Será que me estoy convirtiendo en una escéptica?  Me doy cuenta de que no soporto los discursos de género. ¡Hay tan pocas voces originales!  Es tan difícil escuchar algo que me haga prestar atención, entusiasmarme; algo verdaderamente motivador. Todo me resulta “requetesabido”, pero, sobre todo,  repetitivo y sin alma.   Por eso, esa tarde, cuando Anita, con la dulzura y la fuerza que la caracterzan, levantó su voz para recordar el dolor de las mujeres que se marchan, que cruzan el Atlántico,  dejando atrás a sus hijos, la sala quedó en silencio y se percibió una suerte de estremecimiento general. También ella está inmersa en esa aventura, pero se siente acompañada en el camino que tiene por delante... y lo agradece con ese exceso de humildad de algunos pobres,  que acompaña con su eterna sonrisa de niña bondadosa que aún cree en muchas cosas.
Imagen de Anita, con su cabello suelto
Su imagen la delata; la hermosa y negrísima trenza con que suele peinarse, habla de su origen y también de su resistencia a dejar de ser lo que es: una joven mujer que aún guarda en lo más hondo,  el misterioso encanto de lo genuino, eso de lo que estamos tan faltos.   

2 comentarios:

  1. Cuanta verdad. Que suerte he tenido de conoceros a ambas y poder corroborar tus palabras con respecto a Ana Hérica y saber que vienen del corazón al saber que son tuyas. Un abrazo.

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    1. Bienvenida Blanca, a ésta mi ventana. Es un gusto conocer a gente joven y entusiasta.

      Un beso

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