jueves, diciembre 16

Y el silencio enmudeció... (el adiós de Mayte Martín a Enrique Morente)

Hay artistas cuyo principal valor no es la excelencia en aquello a lo que se dedican profesionalmente, sino su grandeza y cualidades humanas. Una de esas artistas es Mayte Martín, a la que admiro profundamente. Cada vez lo veo más claro. Su voz sólo refleja lo que tiene por dentro: su calidad,  claridad y calidez como persona.  Comparto con mis lectores esto que ha escrito sobre la muerte y la vida de Morente. Es más elocuente y sencillo que todo lo que se diga o se haya dicho estos días.  

"La tarde del 13 de diciembre de este año a punto de agotarse, la música blanca, la que encierra todos los sonidos que puedan existir: el silencio, se quedó mudo.
Cuántas cosas se dirán, se escribirán, se habrán escrito ya del maestro morente. Se ensalzará su incomparable talento, su poderosa personalidad, su profundo conocimiento del legado flamenco, su imaginación inagotable y sin límites. Todo ello es absolutamente cierto, y de justo reconocimiento; pero yo, por mi reciente experiencia con él, tengo la irrefrenable necesidad de hablar de otra cosa, de lo esencial, de lo importante, que por supuesto ramificaba también en su arte, pero que tenía su raíz en su alma noble, libre y generosa. Yo quiero hablar de lo sagrado de su aportación al mundo de los mortales, flamencos y no flamencos, que somos lo mismo. De su poderoso impulso libertario extendido por siempre y desde siempre a todos los aspectos de su vida. De su sentido de la ética, esa palabra sagrada en peligro de extinción, de su compromiso real y sólido con los valores que el embrutecimiento del universo amenaza con relegar. Esa es la mayor de las pérdidas y el mayor de los regalos que enrique hizo a quienes tuvimos la suerte de cruzarnos alguna vez en su camino. Porque su religión era todo aquello que para otros es solo un romanticismo.
Su silencio eterno es un grito a la libertad; a la lucha por proteger la integridad en el arte, lo único que de verdad eleva las almas y las hace tener la certeza de que un mundo mejor es posible. Después de morente, se ensancha nuestra obligación moral de preservar ciertas cosas de las que él era ejemplo vivo.
Es tan esperanzador que aún haya cosas que no tienen precio… al día siguiente de su actuación en el molino -colaboración que yo le pedí personalmente para que echara el agua bendita a un proyecto que nace gracias a ese idealismo que para él era religión y para otros solo un romanticismo-, me llamó por teléfono para decirme que no quería cobrar por la actuación, que esa era su aportación a la hermosa y difícil peregrinación que yo había emprendido en pro del flamenco del alma.
La noche del 23 de noviembre morente cantó como si supiera que esa sería la última vez que lo hacía. Entregado y rendido a la fragilidad de la vida. Diría que presintiendo su muerte.
después de esa mágica noche todos los que tuvimos la inmensa suerte de estar allí, la noble causa por la que él nos regaló su arte, los idealistas y el flamenco, cuyo patrimonio, como él bién decía, debía ser la humanidad y no al revés, estamos ya por siempre benditos. Gracias maestro".

Mayte Martín

FUENTE: http://pocoruidoymuchoduende.wordpress.com/

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