viernes, marzo 26

Besos de tornillo

La realidad supera a la ficción y nunca lo he dicho más convencida. Desde hace unos días, por pura indolencia, me quedo en el sofá, después de mi serie preferida de las 4 de la tarde, con la que reposo la comida y descanso del trabajo de la mañana.
Casualmente he conectado con un programa de Canal Sur, cuyo presentador, un hombre de mediana edad, al que llaman Juan y Medio, se pasa una buena parte de la tarde charlando con personas mayores, algunas de ellas entrando ya en la ancianidad.
El programa tiene un valor testimonial y sociológico muy interesante. Este Juan, un muchachote altísimo, al que las mujeres mayores, sobre todo, consideran el hijo ideal y como tal lo tratan… Pues, como digo… este Juan tiene una forma muy peculiar de acercarse a la gente sencilla. Y es que, además de ser un andaluz almeriense y conocer, por tanto, la idiosincrasia de los nativos de esta región, sabe cómo orientar los relatos de vida de las personas que se acercan al programa, con un objetivo que, para algunos casos resulta cuanto menos conmovedor, por no usar otro adjetivo que pudiera resultar más peyorativo: encontrar una pareja.
El programa se ha convertido en uno de los más vistos, comentados y visitados por las personas mayores de cincuenta años, especialmente las que viven en los pueblos y no tienen otras distracciones o cosas mejores que hacer a esa hora de la tarde. Me temo que también lo seguirá gente que, como yo, tenga algún otro motivo o curiosidad de tipo sociológico. Así que no tengo nada que reprocharle, sobre todo porque sus vecinas cadenas, a la misma hora se dedican a “despellejar” a cualquier famos@ o famosill@ que se deje, e incluso que no se deje. Así que, por mi parte, es mucho más edificante buscar novio o novia para nuestros mayores, que hundir al prójimo.
Me llama la atención comprobar algo que yo ya imaginaba (para algo me tienen que servir mis años al lado de personas de esa generación educadas en una época determinda) Como digo, me llama la atención lo poco acostumbrados que están, hombres y mujeres a algo que a nosotros, gente de otras generaciones nos parece que ha existido siempre: el beso en la boca.
El lunes, una mujer de muy buen ver, aunque ya tenía sus setenta años, presumía de que nunca había recibido un beso de tornillo. Por supuesto era algo tan extraño para ella, que le resultaba enojoso, vaya, que no le hacía ninguna ilusión, más bien le producía cierto miedo… ¿o quizás algo de repulsión…? me preguntaba yo, viendo sus gestos. Y, sin embargo, al mismo tiempo parecía estar interesada en aprender la técnica con alguien que supiera enseñársela; un hombre “apañao” que quisiera acompañarla los últimos años de su vida; un compañero con el que vivir esas cosas que un tiempo oscuro y mojigato le robó.
Este hecho, el de los besos de tornillo, tiene que ver con los usos amorosos a lo largo del tiempo. Olvidamos, o quizás nadie nos ha explicado, que la historia es larga y muy variada en cuanto a las formas de relación entre hombres y mujeres.

Nuestros abuelos, incluso nuestros padres tenían rituales muy diferentes a los de ahora, cuando se acercaban al otro sexo. De hecho el beso es como un preámbulo, el inicio del ritual amoroso por excelencia, pero el beso de tornillo requiere una entrega por parte de ambos; es decir, que sin la participación de la mujer, ese ritual no tiene sentido. Es comprensible entonces que las mujeres decentes, las que en los años 30-40-50 consideraran ese gesto algo indecoroso, propio de artistas, mujeres de vida alegre, y también de aquellas frescas que se entregaban a la pasión desenfrenada, cosa harto peligrosa y, por supuesto, pecaminosa. No está tan lejano el corte que se producía en las salas de cine, cuando Ava Gardner, por ejemplo, o Sarita Montiel, si queremos hablar de una de las primeras españolas “despendoladas”, que se entregaban con aquella pasión impropia de una mujer decente, a sus enamorados.
Así, suponemos que las parejas pasaban prácticamente del roce de mano, o el casto beso en la mejilla, al “catre”, lugar en el que también ellas tenían que mostrar decoro y vergüenza, para ser consideradas mujeres decentes; apropiadas para convertirse en la madre y esposa perfecta. En definitiva, no se trata de algo tan banal eso del beso de tornillo, sino de una caricia erótica propia de un tiempo y un mundo en el que las mujeres toman iniciativas y pueden expresarse sin miedo a ser menospreciadas o rechazadas.
Por supuesto que no quiero hacer aquí una tesis ni nada parecido sobre este tema. Se trata de algo que he pensado, mientras observo la forma cómo se acercan físicamente varias parejas de las que se encuentran en el programa. Incluso cuando se tienen que saludar con dos besos en las mejillas, son bruscos…, casi empujan al otro. Es lógico, porque les falta costumbre; se diría que no han tenido modelos en los que fijarse, ni ocasiones en las que poder practicar la sutileza, la delicadeza. Esas cosas se aprenden, creo yo y cuanto más se practican, mejor salen. Pero claro, a esta generación española, les ha tocado vivir en un mundo que no posibilitaba nada las muestras de cariño, sobre todo entre hombres y mujeres. Incluso las madres eran parcas con los niños…, pensaban que de ese modo se les mal acostumbraba; se les hacía débiles.
He pensado que también los hijos de esta buena gente, nosotros, hemos crecido faltos de todo ese mundo de gestos, abrazos y mimos, que nuestros niños y jóvenes de ahora disfrutan hasta en exceso. Así que, a pesar de todo, no estamos tan mal. Bueno, Woody Allen seguro que tendría mucho que decir… me temo.

2 comentarios:

  1. Qué bonito, no es sólo mirar, sino también observar y cuando el zoom es tan amplio, como en esta oportunidad,da más gusto y satisfacción.

    Lo que un "beso de tornillo" puede brindar verdad? Me ha gustado mucho su mirada y su descripción de tan peculiar programa de televisión.

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  2. Otro me sentía muy atraída por una persona, era reciproco, no podíamos dejar de besarnos... Yo me sentía cortada pero la atracción era superior a mi. Le confesaba que me daba vergüenza besar en publico al que ella me respondió - menos peor, los que nos miran seguro que es porque les da envidia...

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