A veces vale la pena olvidar las novedades literarias y zambullirse en un libro que ha quedado olvidado en un rincón la librería propia o de alguna amiga.
Jaime Bayly, el autor |
Delicioso, sencillamente delicioso: De repente un ángel, un libro de Jaime Bayly, publicado hace ya algunos años, que fue finalista del premio Planeta. La acción se sitúa en Perú, concretamente en la capital. Dos protagonistas: un joven y desastroso escritor limeño, y su asistenta: una mujer sin edad definida, procedente del interior del país; una zona muy alejada del mundo urbano y sofisticado en el que vive Julián, el escritor. El resto de personajes son totalmente secundarios; apenas tienen entidad dentro de la historia.
Se trata de dos mundos que se encuentran por obra y gracia de la necesidad del joven de que alguien pusiera orden y limpieza en su casa. De forma totalmente aleatoria, elige entre varias mujeres en una agencia de colocación a Mercedes. Su intuición le decía que era alguien de quien se podía fiar. La mujer, es un modelo de sumisión y lealtad; esa actitud tan propia de las personas que han nacido en una sociedad fuertemente clasista. Julián, por el contrario, pertenece a la cúspide de la pirámide social del país. Él ha nacido y crecido en una familia pudiente y urbana, y eso le hace ser muy poco consciente de otras realidades, aunque al mismo tiempo ya está muy lejos de los prejuicios y las actitudes discriminatorias e injustas de sus mayores. Por eso, desde el primer momento se acerca a Mercedes con ánimo de conocerla, de saber quién demonios es esa persona tan extraña, tan inocente, tan buena. Porque esa es exactamente la palabra que definiría mejor la idea principal de la novela: la bondad. La bondad natural, ajena a cualquier doctrina.
En la historia de la mujer hay un hecho difícil de comprender y de aceptar para cualquier persona bien pensante y que no ha tenido problemas de supervivencia. Fue vendida por su madre, siendo niña, a una familia rica de la capital. Vendida, sí, vendida. Por unas cuentas monedas, la niña pasó a ser propiedad de esa familia, con la que trabajó durante muchos años, sin recibir absolutamente nada. Mercedes no se ha preguntado nunca el porqué de esa decisión materna. La acepta sin más. Lo mismo que considera natural amar a esa madre, sólo porque la trajo al mundo, porque es su madre. En las conversaciones entre el escritor y su criada, él va descubriendo un mundo totalmente desconocido para él y, por supuesto, incomprensible. Pero también a un ser humano tan especial, tan poco contagiado por la civilización y los valores contemporáneos.
Imagen aproximada de la asistenta de la novela |
Julián se empeña en que la mujer busque a su madre y, a pesar de la resistencia de ésta, consigue encontrarla, después de muchas peripecias, incomprensibles para Mercedes. Paradójicamente, él no se habla con sus padres, a pesar de que viven en la misma ciudad. Es esa historia de Mercedes y sus valores, lo que hace que se tambaleen las seguridades de Julián. Se siente interpelado no sólo por su asistenta, sino por su propia conciencia y se replantea el enfado que le ha llevado al alejamiento del padre. Prácticamente en el lecho de muerte paterno, el joven se reconcilia con la familia de origen y permite que el moribundo pueda marcharse en paz. Su gesto no sólo se queda en el reducto íntimo de la familia, sino que en el entierro, públicamente, Julián pide perdón al padre que prefiere recordar: al de su infancia.
Quiero resaltar de un modo especial el ritmo y la gracilidad de la novela. Los diálogos entre ambos son deliciosos. El autor ha sabido recoger el léxico popular peruano, un lenguaje fresco y muy sonoro; un estilo que sirve perfectamente a la historia. Una gozada también en ese sentido.
Por todo esto animo a buscarla en las bibliotecas públicas: vale la pena.
Un poco lio escribir comentarios en este Blog. No se, igual esta monitorizado por la Sinde, je je.
ResponderEliminarRecuerdo una entrevista a J. Bayli, ya hace años, el estaba en una radio en Miami, en la que explicada con una gracejo y una frescura que te hacía reir, como una milico peruano (creo recordar que Velasco Albarado), con la complicidad del Obispo de Lima le habían robado, literalmente robado el patrimonio, o una parte de él, a su abuelo, y la reaccion de éste. Te explicada en toda su crudeza el "solialismo" peruano, o se el robo y la extorsion al por mayor, pero con una gracia, una inteligencia y una falta de rencor, que encima te reías.
Intenatre leer la recomendacion de esta novela, no te quepa duda, a ver si tengo tiempo, que cada vez leo menos, y cada vez hay menos cosas buenas que leer.
Saludos a Todas
SOY YO
¡¡¡Jajaja ...!! Aquí la Sinde no tiene nada que decir.
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