jueves, agosto 4

Siguiendo con la trilogía de Elena Ferrante

Demasiado contenido, demasiada complejidad y emoción. Los tres libros que me quedan por comentar es difícil resumirlos en un post, pero voy a tratar de hacerlo, por el gusto de entusiasmar a alguna lectora de este tipo de literatura. 

Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida. 

En los tres tomos, Elena Ferrante narra la historia de esas dos amigas, que desde la escuela primaria apuntan maneras, en el sentido de que no son niñas que pasen desapercibidas. Cada una en su estilo y con un carácter muy definido, se hacen dueñas de nuestro interés hasta no poder dejar de leer. 

En el primer tomo: La amiga estupenda, habíamos dejado a Lila recién casada con Stéfano, un joven del que ni siquiera estaba enamorada. Un mal nombre, es el segundo tomo de la trilogía. Son más de 500 páginas a través de las cuales nos adentramos en la juventud de Lila y Lenú. Son años en los que se van definiendo como mujeres y buscando su lugar en el mundo.
Lila se ha metido en un camino que vislumbraba de éxito, ya que el chico con quien se casa pertenece a una de las familias del barrio que se dedican a los negocios. Con él accedió a una buena vivienda en un barrio mejor del que había pasado su infancia, no tenía que preocuparse de ganarse un sueldo y podía comprar cualquier capricho, porque Stéfano no le ponía límites. Presumía paseando en un gran descapotable y abandonó el interés por la lectura que tuvo durante la infancia. Ahora se trataba de que cumpliera con las expectativas que ponía la sociedad en las mujeres casadas, especialmente la de la maternidad. Pero la joven se negaba a darle esa satisfacción a su marido, con el que desde la noche de bodas vivía de una forma más que forzada. En definitiva, desde el principio de su nuevo estado, comprendió que aquello que se llamaba amor era otra cosa. 

Lenú, su amiga, sigue un camino muy diferente. A instancias y con la ayuda de sus profesoras, logra seguir estudiando hasta completar el Bachillerato Superior. Pero sus esfuerzos siempre estaban apoyados por su amiga, y también por el interés que despertaba o quería despertar en su amor platónico: Nino. Eran caminos diferentes, pero las motivaciones no lo eran tanto, porque ambas soñaban con salir de la miseria, la marginación que implicaba haber nacido y crecido en  aquel barrio pobre entre los pobres. 


Cada una a su manera lo iba consiguiendo, y las dos encontraban trabas y sufrimiento en el  camino escogido. Ambas también mantenían la relación de siempre;  una relación muy tóxica, en la que la envidia mutua se mezclaba con la admiración, la lealtad y la generosidad. Esa ambivalencia es muy rica literariamente, te mantiene absolutamente enganchada a la historia. A veces odias a Lila por la forma despótica y maleducada con la que trata a Lenú, hasta tenerla a sus pies. Al tiempo que le ayuda, comprándole los libros de bachillerato y ofreciéndole un espacio tranquilo en su casa para que pudiera estudiar. ¿Y Lenú? Con su aire de niña bondadosa, educada, estudiosa... ¿Dónde está su punto débil? Supongo que depende de quien la observe. A mi me ha provocado sentimientos tan encontrados como su amiga. 

De pronto me di cuenta cuánto tenía yo de Lenú y eso me ha hecho, por un lado comprenderla en su lucha por salir de su barrio y de su clase social a través del estudio, y por otro me ha provocado momentos de enfado. Me he visto a mí misma cuando no me he atrevido a manifestar mis desacuerdos, cuando he aceptado cualquier cosa para no perder el afecto de alguien. Esa mansedumbre cuasi religiosa, que implica también sumisión, docilidad y en definitiva, aparentar una bondad que tal vez en el fondo no sea más que una máscara. Viendo la serie en la televisión, ha sido más clara esa sensación, porque sus gestos y su cara de niña buena resultan excesivos, frente a la desfachatez, la deslealtad  y el maltrato de la amiga. Uno de los momentos en los que no puedes más que sentirte cerca del sufrimiento de Lenú es cuando Lila, sabiendo que su amiga estaba enamorada desde niña de Nino, saca sus armas de seducción y consigue que el muchacho se quede enganchado a ella, que, por cierto, ya estaba casada. Entonces no puedes más que desear coger del cuello a Lila y decirle de todo. Pero ella era así: tomaba lo que deseaba, sin medir las consecuencias. 

Y la otra ponía cara de póker y le hacía creer que no, que ella no quería a Nino, que no le importaba nada. Y sufría en silencio. En definitiva, son dos personajes que hacen pensar mucho sombre los arquetipos. No es fácil poner a ninguna de ellas en un lado... ¿buena?¿mala? Ambas tienen características muy positivas y no tanto. A veces, cuando están juntas, saltan chispas de odio, y de pronto, se abrazan y se convierten en un punto de apoyo fundamental. Lo cierto es que esa relación no sólo hay que situarla en la parte de la historia en la que aún son jóvenes y necesitan madurar, sino que se mantiene hasta el final, cuando las dos ya son madres de familia y luchan por salir a flote y no quedarse encerradas en el ámbito doméstico.  

    ¿Cuáles son los éxitos de Lenú en esta época de la historia? Entre los 18 y los 28 años más o menos. 

Es evidente que consigue más de lo que había soñado. Termina el Bachillerato con unas notas tan altas que le cnceden una beca para estudiar en La Normal, en la ciudad de Pisa. Aquello era otro mundo. En la Universidad conoció al que sería su primer novio en serio, un muchacho de familia acomodada que se propone convertirla en lo que se dice "una señorita". Y es que Elena (ese es su verdadero nombre) había sido educada en una casa sin formas refinadas y no había salido de su barrio. Con él lo aprendió todo y se introdujo en los grupos de estudiantes que ya iniciaban las revueltas universitarias de los años 60. No obstante, ella seguía sintiéndose siempre fuera de lugar; su origen social condicionaba las relaciones que tiene en otros ambientes, hasta tal punto que nunca estaba segura de sí misma, si no contaba con alguien en quien apoyarse.

                                    Lenú ya ha aprendido a vestirse con estilo 

Antes había sido su amiga Lila y ahora era su pareja, con quien llegó a convivir. Mientras tanto permanecía alejada totalmente de su familia y de su ciudad. Había entrado en otro mundo y estaba siendo parte de él. Lo que menos podría haber imaginado Elena es que algún día le publicarían una novela. Pero ocurrió. Después de cerrar la relación con su novio universitario, apareció Pietro, un brillante estudiante, hijo de un profesor de gran reputación y de una familia burguesa. Ahí empezó su carrera como escritora. Él le presentó a su familia y formalizaron la relación. Un día, ella se sentó delante de la máquina de escribir y de un tirón escribió un relato en el que volcó sus experiencias de niña pobre en Nápoles. Su suegra fue la que consiguió que el libro llegara a un editor y se convirtió en un éxito editorial. 

La distancia social que habría a partir de ahora con su casa familiar, sus amigos de infancia y su querida Lila iba a ser importante, aunque Elena nunca dejó de sentirse napolitana e hija de unos padres que tenían que esforzarse mucho para sobrevivir. Y ese fue un gran conflicto interno con el que tuvo que vérselas durante toda su vida. No era de un lugar ni de otro. Nunca estaba cómoda en ninguno de los dos ambientes. 


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