Cuando lo vi en las estanterías de la librería me llamó la atención el título. Abrí el ejemplar y me topé con una narrativa muy potente. Me sorprendió su lenguaje directo, duro hasta provocar malestar. Me encantan los libros que no me dejan indiferente y que están lejos de las novedades que las editoriales poderosas ponen en primera linea. Y como la librera me animó a llevármelo, convencida de que era de mi estilo, eso hice, me lo quedé y en menos que canta un gallo ya lo tenía leído. Me ha encantado. Y como creo que su autora puede hablarnos mejor que yo de él, os dejo un artículo en el que la conoceréis y escucharéis sus propias palabras que nos hablan del porqué de esa narrativa tan dura y al mismo tiempo tan real y emocionante.
"La moldava Tatiana Tibuleac
es consciente de que sus libros son "duros y atormentados" y reconoce
que no sabe escribir de amor aunque lo haya intentado, una dureza que golpea en
la primera novela que publica en español, "El verano que mi madre tuvo los
ojos verdes". Afincada en París, Tibuleac ha recibido el Premio de la
Unión de Escritores de Moldavia, el Observator Cultural y el Lyceum por esta
novela, editada en español por Impedimenta, una historia sobre la muerte, la
redención, la maternidad y la reconciliación. En ella cuenta el verano que
Aleksy, un adolescente problemático interno en una institución psiquiátrica
inglesa, pasa en Francia con su madre, que lo rechazó de pequeño al perder a su
otra hija y por quien siente un odio áspero y profundo.
Un odio que se transformará gradualmente en
dependencia y en una especie de amor disfuncional, cuando la madre le confiese
que una enfermedad se la va a llevar por delante y que es el último verano que
pasarán juntos. Por eso, explica la escritora, también es una novela de
reconciliación y del perdón, de cómo intentar arreglar las cosas, aunque sea en
el último momento. La crítica ha destacado también la poesía que destila el estilo
descarnado de esta autora, algo que asegura, desconocía saber hacer: "Dejo
a los críticos la tarea de clasificar mi estilo. Solo me preocupo por escribir
y no del género literario. Aunque siempre persigo que las imágenes que describo
provoquen una reacción emocional", dice. A los que aseguran que el odio
que desprende el principio de la novela es exagerado les explica que piensan
eso porque no lo han vivido en su propia piel y señala que sus libros tienen
que ver con el hecho de haber sido periodista y haber informado durante años de
asuntos sociales visitando lugares, como los orfanatos, "que nadie querría
conocer". "Todo el mundo cree que la novela esta relacionada de
alguna forma con mi relación con mi madre y no lo es, en absoluto. De hecho, no
tengo claro la razón por la que lo escribí; es un libro que sucedió, que tuvo
lugar".
Y recuerda cómo lo escribió en dos meses, sin volver a revisar el texto: "Me sentaba por la mañana, sin moverme, sin comer, como si estuviera abducida". Aunque sí cree que el libro tiene algo que ver con el hecho de cómo, al tener hijos, se preguntaba continuamente si era una buena madre. Y con el hecho de que en su país, la figura de la madre "es como una especie de icono religioso y no se puede hablar mal de ella, aunque sea mala". La autora cree que la falta de amor se hereda de una generación a otra, aunque sostiene que la situación "se puede reparar". Por eso usa el odio al principio de su novela "para poner al lector a prueba y ver si supera el 'shock' de las primeras páginas", indica la escritora, que explica que la madre "no ha sido amada, no ha cumplido sus sueños", y al perder a una hija se sume en una situación insostenible. "Cuando una familia sufre una pérdida, generalmente no se consigue reaccionar en grupo y, a pesar de que el dolor debería ser un sentimiento que uniera a la gente, suele ser el que la separa", dice Tibuleac. EFE
Y recuerda cómo lo escribió en dos meses, sin volver a revisar el texto: "Me sentaba por la mañana, sin moverme, sin comer, como si estuviera abducida". Aunque sí cree que el libro tiene algo que ver con el hecho de cómo, al tener hijos, se preguntaba continuamente si era una buena madre. Y con el hecho de que en su país, la figura de la madre "es como una especie de icono religioso y no se puede hablar mal de ella, aunque sea mala". La autora cree que la falta de amor se hereda de una generación a otra, aunque sostiene que la situación "se puede reparar". Por eso usa el odio al principio de su novela "para poner al lector a prueba y ver si supera el 'shock' de las primeras páginas", indica la escritora, que explica que la madre "no ha sido amada, no ha cumplido sus sueños", y al perder a una hija se sume en una situación insostenible. "Cuando una familia sufre una pérdida, generalmente no se consigue reaccionar en grupo y, a pesar de que el dolor debería ser un sentimiento que uniera a la gente, suele ser el que la separa", dice Tibuleac. EFE
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