“Lo que me da más pena
es no poder llevarme la parra, el mejor regalo que me hizo mi padre”. Volvían a su memoria aquellas palabras dichas en uno de esos
momentos en los que soñaba con marcharse de la casa, irse muy lejos, hacia el
sur y cambiar de vida. Y esta tarde calurosa de finales de junio, contemplando
el patio algo desvencijado, falto de una mano de pintura, con la pérgola
descolorida de tantos años de abandono, repite, como si de un mantra se
tratase, que le da pena, que lo único que no va a poder llevarse es esa
preciosa parra que tamiza la luz del sol de mediodía y convierte el patio en un
oasis de paz y frescor cuando el calor del verano aprieta. Y presume delante de
los inquilinos que, a partir de ahora, van a disfrutar de lo que fue un hogar y
ahora es sólo una casa… grande, cómoda y bonita, eso sí, pero ya no es su casa.
Mirad… qué jazmín. El invierno pasado lo tuvimos que podar porque estaba muy
mal. Ahora, en tres o cuatro meses, ha renacido y este verano podréis
deleitaros con el aroma que desprende al
anochecer. Y el limonero… Ahora está triste, pero también volverá a regalaros
el perfume del azahar y más tarde sus frutos, unos hermosos limones que podréis
saborear.
Echa un vistazo final a la cocina y pasa el testigo a Silvia,
la joven que pronto llenará el espacio de nuevos aromas y sabores; que llenará
de vida el lugar donde pasó tantos años cocinando, mientras escuchaba, se
informaba y se emocionaba con Iñaqui Gabilondo, en los programas mañaneros de
La Ser. Evoca las conversaciones alrededor de la mesa cuadrada, a la hora del
almuerzo, o la cena. Se alegra cuando la inquilina le dice que le gustaría
quedársela. Es una pena perder estos muebles que tienen historia, su historia,
la de sus hijos, la de su familia. Cómo me gusta esta cocina, exclama en voz
alta, aunque de hecho está hablando para sí misma, mientras rememora tantas
cosas...
No estabas sola; te he ido acompañando.Peldaño a peldaño hemos ido bajando, como la vida misma.Hemos llegado a la parra, y alli hemos ido desgranando recuerdos;tú los tuyos, yo los mios.
ResponderEliminarA la sombra de la parra, como dos poetas.EL Montseny,alli, frente a nosotros,el sol poniendose con esa policromía de colores que van del rosa al naranja pasando por el magenta.
Y ahí, con esa imagen del ocaso del dia, me despido de mi amiga Teresa.
!!Que viaje tan emotivo y tan imaginario!!Cuando he leido tu entrada en el móvil, esta mañana me has hecho viajar.Conocía cada rincón de esa casa, que un día fue tu hogar;en nuestras conversaciones me la describías, siempre con mucho amor y esta mañana era tan viva tu descripción, que me he puesto a imaginar que viajaba contigo,igual que otro maravilloso, que sí fue real, por la ruta del Care. Aquel dia ,junto a Pilar y Paco, magnificos anfitriones cántabros, ha quedado impreso en mí.Allí superé mi fobia a las alturas, tan limitante para todo.Me transmitíais seguridad.Gracias a Manolo también por aquel viaje.
Y gracias a ti. Hoy has sido una magnífica anfitriona tambien, en tu casa catalana, que algún día espero visitar de verdad.!!!Qué bien se estaba a la sombra de la parra!!!