viernes, septiembre 14

Lecturas de verano



Verano de silencios, tardes de sonidos de pájaros y tórtolas, que vienen a beber agua cerca de la casa, el rumor de los pinos balanceándose al son del viento de levante; y entre las manos un libro. Es lo mejor de no tener a mano la tele ni la red.  
 Como de costumbre, suelo acudir a la literatura más clásica, o al menos a esos libros que han quedado en la estantería para leerlos algún día. Esta vez le ha tocado a dos autoras  españolas contemporáneas: Rosa Regás y Carmen Martín Gaite.  Los títulos: Luna lunera y Entre visillos.  
 A veces las simpatías y antipatías condicionan nuestro acercamiento a los libros y a los autores. A mí me pasa un poco con la Regás. Es una mujer que no le tengo simpatía y no sé cuál debe ser la razón, aunque supongo que me molesta eso de que sea una mujer de “Casa bona” como se dice en Catalunya.  Sin embargo, tengo que reconocer que escribe bien y que su vida,  a pesar de todo, no ha sido fácil, ya que la novela que acabo de leer es autobiográfica.Os aseguro que Rosa Regás no parece que tuviera una infancia ni siquiera normal. Luna Lunera es un libro publicado por Plaza y Janés en el año 1999. Como digo, es el libro más autobiográfico de la autora.  y un auténtico puñetazo en el estómago. 
Rosa Regás
El escenario y el tiempo de la novela es la Barcelona de la posguerra. Narra la triste historia de una familia que, como tantas otras, después de la Guerra Civil, se encuentra dividida entre los ganadores y los perdedores.  Pero son los niños los que en este caso nos narran el terrible conflicto entre el abuelo; un hombre autoritario y violento, que no puede aceptar que sus hijos no hayan seguido sus pasos en la vida, ni tampoco ideológicamente estén en el bando ganador, que es donde él, hombre rico y muy religioso, se sitúa.   Por esa razón,  el camino que elige para vengarse de esa afrenta que él vive de forma muy atormentada,  es reclamar la custodia de sus nietos y cargar sobre ellos todo el odio que lleva encima. Los niños pasan largas temporadas en colegios internos, cuando no, siempre que se les imponía un castigo, en instituciones de Protección de Menores.  
Procesion calle Ferran de Barcelona
Es la voz de los niños la que va reconstruyendo la historia de una familia rota por el carácter y las ideas de ese hombre obsesionado y que se cree un enviado de Dios; de una madre que lucha por conseguir recuperar a sus hijos; del discurrir de la vida cotidiana, contada a los niños por las mujeres de la cocina, en una gran casa burguesa.  Un mundo cerrado, opresivo, hipócrita, violento, en el que la luz de un patio y una canción: luna lunera,  simbolizan la vía de liberación.
Calle Ferran años 40
 Es curioso la gran capacidad que tienen los niños para superar el sufrimiento.  A veces no somos conscientes de ello y solemos considerarlos débiles y vulnerables en exceso. En esta novela podemos ver cómo ellos encuentran fórmulas de escape y consiguen sobrevivir a tanto odio y tanta violencia como rezuma el abuelo,  y a la ausencia de unos padres, cuyo único pecado ha sido casarse sin el consentimiento paterno y ponerse de parte de la República. Dos  decisiones que les cuesta ser más o menos unos delincuentes, incapaces de hacerse cargo de la educación de sus hijos.
Edificio Barcelonés Protección de Menores
 Según la propia Rosa Regás, escribió esta novela para dar su propia versión sobre la Guerra Civil; para deshacer algunos malos entendidos, intencionados, por cierto, de los políticos catalanes actuales. Según éstos, el pueblo catalán se posicionó frente al Fascismo. La autora, como  ha hecho hace poco tiempo otra colega suya, Esther Tusquets, ha mostrado cómo las familias burguesas estuvieron al lado de los ganadores. Es decir, que al hablar de “pueblo” algunos no distinguen entre las clases sociales adineradas y los trabajadores. Dos grupos que en esa época no podían tener los mismos intereses.
Los escenarios muy familiares para cualquiera que haya vivido en Barcelona: calle Fernando, Plaza Real, Plaza Sant Jaume, Sant Gervasi, etc.  Lugares en los que se movía la burguesía catalana y donde transcurre la mayor parte de la historia. El otro escenario es la gran torre en una población cercana a la ciudad condal, donde transcurren los periodos de vacaciones, rodeados de sirvientes y una abuela, que es otra víctima del odio del varón de la familia. 

El otro libro, Entre visillos, de  Carmen Martín Gaite, 
me ha recordado algunas de las películas de los años cincuenta, como Calle Mayor, o La Tia Tula, basada en la novela de Miguel de Unamuno.  Todas ellas retratan el ambiente cerrado, hipócrita, conformista, aburrido y sin horizontes, de las ciudades pequeñas españolas, durante los años cincuenta. Las jóvenes que aparecen en la historia, aunque están estudiando bachillerato, no tienen otra ambición que de la encontrar un marido que les proporcione seguridad y el estatus que toda mujer decente se merece. Las relaciones con los chicos son totalmente estereotipadas. Las conversaciones y encuentros entre ellos no pueden ser más hipócritas. Nadie dice lo que realmente siente o piensa y sólo esperan que el otro actúe según se espera de su rol. Las chicas pasivamente, a la espera de que el hombre dé el primer paso,  haciéndose las inocentes y preocupadas por el qué dirán. Por su parte, los chicos valoran a éstas según los cánones de la época.
 Ya sabemos que el ideal de mujer era el de alguien que no tuviera otros horizontes en la vida que el de ser madre y cuidar de la familia, así que cuando una de las protagonistas, cuya ambición es poder estudiar fuera de ese ambiente y conocer otra vida, tiene que pedir permiso al padre, que, como es natural en la época, no concibe que su hija quiera tomar ese camino.   
 En fin, el paseo, esperando que los chicos se acerquen para hablar con ellos, las tardes de cine, las visitas con madres y tías presentes, en la mesa camilla, las vecinas que miran tras los visillos, los dimes y diretes de los que nadie podía escapar,  los guateques de los domingos,  sin alcohol ni sexo, por supuesto, aunque con bastante morbo y deseo de transgredir. Novela triste, un poco claustrofóbica, donde se mastica el tedio,  el aburrimiento de los largos días de invierno, a la espera de algo diferente, de un forastero, que venga a poner un poco de color y aires nuevos a la triste realidad.   

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