Verano de silencios, tardes de
sonidos de pájaros y tórtolas, que vienen a beber agua cerca de la casa, el rumor de los pinos balanceándose al son del viento de
levante; y entre las manos un libro. Es lo mejor de no tener a mano la tele ni
la red.
Como de costumbre, suelo acudir a la literatura más clásica, o al menos a esos libros que han quedado en la estantería para leerlos algún día. Esta vez le ha tocado a dos autoras españolas contemporáneas: Rosa Regás y Carmen Martín Gaite. Los títulos: Luna lunera y Entre visillos.
Como de costumbre, suelo acudir a la literatura más clásica, o al menos a esos libros que han quedado en la estantería para leerlos algún día. Esta vez le ha tocado a dos autoras españolas contemporáneas: Rosa Regás y Carmen Martín Gaite. Los títulos: Luna lunera y Entre visillos.
A veces las simpatías y
antipatías condicionan nuestro acercamiento a los libros y a los autores. A mí
me pasa un poco con la Regás. Es una mujer que no le tengo simpatía y no sé
cuál debe ser la razón, aunque supongo que me molesta eso de que sea una mujer
de “Casa bona” como se dice en Catalunya.
Sin embargo, tengo que reconocer que escribe bien y que su vida, a pesar de todo, no ha sido fácil, ya que la
novela que acabo de leer es autobiográfica.Os aseguro que Rosa Regás no parece que tuviera una infancia ni siquiera normal. Luna Lunera es un libro publicado
por Plaza y Janés en el año 1999. Como digo, es el libro más autobiográfico de la autora.
y un auténtico puñetazo en el estómago.
Rosa Regás |
Procesion calle Ferran de Barcelona |
Es la voz de los niños la que va reconstruyendo
la historia de una familia rota por el carácter y las ideas de ese hombre
obsesionado y que se cree un enviado de Dios; de una madre que lucha por
conseguir recuperar a sus hijos; del discurrir de la vida cotidiana, contada a
los niños por las mujeres de la cocina, en una gran casa burguesa. Un mundo cerrado, opresivo, hipócrita,
violento, en el que la luz de un patio y una canción: luna lunera, simbolizan la vía de liberación.
Es curioso la gran capacidad que
tienen los niños para superar el sufrimiento.
A veces no somos conscientes de ello y solemos considerarlos débiles y
vulnerables en exceso. En esta novela podemos ver cómo ellos encuentran
fórmulas de escape y consiguen sobrevivir a tanto odio y tanta violencia como
rezuma el abuelo, y a la ausencia de
unos padres, cuyo único pecado ha sido casarse sin el consentimiento paterno y
ponerse de parte de la República. Dos
decisiones que les cuesta ser más o menos unos delincuentes, incapaces
de hacerse cargo de la educación de sus hijos.
Según la propia Rosa Regás, escribió
esta novela para dar su propia versión sobre la Guerra Civil; para deshacer
algunos malos entendidos, intencionados, por cierto, de los políticos catalanes
actuales. Según éstos, el pueblo catalán se posicionó frente al Fascismo. La autora,
como ha hecho hace poco tiempo otra
colega suya, Esther Tusquets, ha mostrado cómo las familias burguesas
estuvieron al lado de los ganadores. Es decir, que al hablar de “pueblo” algunos
no distinguen entre las clases sociales adineradas y los trabajadores. Dos
grupos que en esa época no podían tener los mismos intereses.
Calle Ferran años 40 |
Edificio Barcelonés Protección de Menores |
Los escenarios muy familiares
para cualquiera que haya vivido en Barcelona: calle Fernando, Plaza Real, Plaza
Sant Jaume, Sant Gervasi, etc. Lugares
en los que se movía la burguesía catalana y donde transcurre la mayor parte de
la historia. El otro escenario es la gran torre en una población cercana a la
ciudad condal, donde transcurren los periodos de vacaciones, rodeados de
sirvientes y una abuela, que es otra víctima del odio del varón de la
familia.
El otro libro, Entre visillos, de Carmen Martín Gaite,
me ha recordado algunas de las películas de los años cincuenta, como Calle Mayor, o La Tia Tula, basada en la novela de Miguel de Unamuno. Todas ellas retratan el ambiente cerrado, hipócrita, conformista, aburrido y sin horizontes, de las ciudades pequeñas españolas, durante los años cincuenta. Las jóvenes que aparecen en la historia, aunque están estudiando bachillerato, no tienen otra ambición que de la encontrar un marido que les proporcione seguridad y el estatus que toda mujer decente se merece. Las relaciones con los chicos son totalmente estereotipadas. Las conversaciones y encuentros entre ellos no pueden ser más hipócritas. Nadie dice lo que realmente siente o piensa y sólo esperan que el otro actúe según se espera de su rol. Las chicas pasivamente, a la espera de que el hombre dé el primer paso, haciéndose las inocentes y preocupadas por el qué dirán. Por su parte, los chicos valoran a éstas según los cánones de la época.
Ya sabemos que el ideal de mujer era el de alguien que no tuviera otros horizontes en la vida que el de ser madre y cuidar de la familia, así que cuando una de las protagonistas, cuya ambición es poder estudiar fuera de ese ambiente y conocer otra vida, tiene que pedir permiso al padre, que, como es natural en la época, no concibe que su hija quiera tomar ese camino.
En fin, el paseo, esperando que
los chicos se acerquen para hablar con ellos, las tardes de cine, las visitas
con madres y tías presentes, en la mesa camilla, las vecinas que miran tras los
visillos, los dimes y diretes de los que nadie podía escapar, los guateques de los domingos, sin alcohol ni sexo, por supuesto, aunque con
bastante morbo y deseo de transgredir. Novela triste, un poco claustrofóbica, donde
se mastica el tedio, el aburrimiento de
los largos días de invierno, a la espera de algo diferente, de un forastero, que
venga a poner un poco de color y aires nuevos a la triste realidad.
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