lunes, mayo 21

La maternidad: algo más que una función biológica (2º parte)


El problema de los niños abandonados en Barcelona

Los niños abandonados y huérfanos estaban dentro de los diferentes colectivos de indigentes y personas sin oficio ni familia que vagaban durante el día por las calles y dormían donde podían durante la noche. Naturalmente el futuro de estos niños era muy claro: pasarían, seguramente a engrosar las filas de la indigencia o la criminalidad. Esta fue una preocupación importante para las autoridades.

 "Una de las cuestiones que más deben preocupar a los hombres de Estado es la de dar a la sociedad y a la familia todas las garantías de seguridad y orden, procurando por todos los medios y a pesar de ciertas utopías, prevenir el delito, atajar el vicio y la holganza en la juventud, moralizar el joven descarriado, disminuir la criminalidad y esto no se consigue nunca cuando se retrocede ante los sacrificios pecuniarios" (ARMENGOL I CORNET, P.,1885:68).  

Es evidente que además de la salud física de la que antes hablábamos, la salud moral era fundamental para el nuevo orden. La familia, constituyó un punto de mira fundamental en la época, a pesar de que la realidad no podía ser más desalentadora en este terreno ya que, como he señalado antes, durante todo el siglo XVIII el abandono de niños había ido en aumento. La pobreza era la causa fundamental de la exposición de niños, pero no la única.
Casa de patio  de vecinos. Imagen ilustrativa de las condiciones en que vivían los niños madrileños a principios del s. XX. Ninguna diferencia con Barcelona.
(Foto: Páez, 1914; Memoria de Madrid)
La mayoría de autores que han estudiado el tema coinciden en que  muchos de los niños abandonados eran hijos legítimos, es decir, que los padres, agobiados por problemas económicos o por situaciones de desgracias coyunturales, se veían obligados a llevar a sus hijos a la Inclusa, a veces, para recuperarlos más tarde, una vez pasados los malos momentos. Pero también la concepción fuera del matrimonio, es decir, la ilegitimidad representaba un porcentaje importante en los abandonos. Las jóvenes solteras que quedaban embarazadas se encontraban inmediatamente sin trabajo y sin familia, en consecuencia, las dificultades con las que se encontraban para sacar adelante al hijo eran enormes. 
 Por otro lado, la prostitución, uno de los problemas sociales e higiénicos más preocupantes durante gran parte del siglo XIX, tenía incidencia en el índice de embarazos y abandonos.  Las condiciones en que se llevaban los embarazos, en uno u otro caso, y las del abandono mismo, contribuían a que las posibilidades de supervivencia del niño fueran mínimas. La mortalidad en las inclusas, tanto de España como del resto de Europa se situaba en el siglo XIX entre un 80 a un 90% del total de niños ingresados.
 Esta situación, dio lugar a un debate en el que se cuestionaba la eficacia de los tornos en hospitales y en inclusas, ya que esto podía dar lugar a una especie de infanticidio encubierto. La realidad era que la atención a huérfanos y expósitos intentaba resolver, por un lado, el número de abortos y abandonos incontrolados que mermaba excesivamente la población, y por otro, suplantar  a la familia en la socialización, evitando el desarraigo y los problemas derivados de la falta de vínculos y de formación para el trabajo. En definitiva, uno de los colectivos con el que los poderes públicos se sintieron más comprometidos fue el de los niños con los que se practicó una política entre humanitaria y de control social. 

Mujeres, familia y trabajo en la Barcelona del siglo XIX  
                                       
La vida urbana y el hecho de que hombres y mujeres trabajaran mezclados en talleres y fábricas, amenazaba con poner en peligro el modelo de vida que la burguesía intentaba convertir en hegemónico. En este modelo, la mujer tenía un papel importantísimo ya que se presentaba como la responsable máxima de la socialización de las criaturas. Como apunta Elisabeth Badinter (BADINTER, E.,1991), cuando la sociedad se interesa en el niño, en su supervivencia, en su educación, la madre, se convierte en el personaje esencial dentro de la estructura familiar, de tal forma que tanto los discursos que se le dirigen, como la práctica institucional, tienen como objeto conformar todo un modo de ser, proclive al cumplimiento de este papel. En la Barcelona del s. XIX se encuentran numerosas llamadas de atención a este asunto. Estas son las palabras de uno de los moralistas de la época:

 "La mayor libertad de que gozan las jóvenes de la clase obrera, los halagos a su vanidad poco satisfecha, por escasez de recursos, el inevitable roce en que están algunas con un gran número de compañeros de diferente carácter y conducta reunidos en un mismo taller o fábrica, son todo poderosos agentes que amenazan continuamente su virtud" (GAY, 1857:155).

El mismo autor, insiste en las virtudes que deben adornar y exigir a una esposa:

(…)"la honestidad, la obediencia, la amabilidad y los hábitos de orden, limpieza y economía" (GAY, 1857:149)  

Se constata así la preocupación de que los nuevos hábitos de vida estuvieran socavando la moralidad tradicional cuyos valores fundamentales quedan bien especificados en la cita. Que la persona cuyo cometido iba a ser la socialización de los futuros ciudadanos estuviera adornada con las virtudes señaladas por el autor, era fundamental para una sociedad basada en el trabajo productivo y en la acumulación continuada de capital. 
 Pero el modelo choca con una realidad caracterizada por unos salarios por debajo de los niveles de subsistencia y que hacía "imprescindible el trabajo de la mujer, quien apenas las fuerzas se lo permiten, tratará de conseguir un jornal en la industria o en el campo, para ayudar, primero a los padres, después al esposo" (cit.en CAPEL,R.M., 1986:106). 
Las mujeres de la clase  obrera, por tanto, se veían abocadas, tanto si querían como si no querían,  a conseguir un salario que ayudara a la supervivencia de la familia. Mientras tanto, los hijos quedaban al cuidado de hermanos mayores, de otras mujeres a las que tenían que pagar una parte de su salario o, en muchos casos, eran trasladados a las fábricas en las que permanecían durante la jornada de trabajo. Esto ocurría, sobre todo cuando se daba la circunstancia de que la madre quisiera amamantar a su hijo y no tuviera otro recurso que su propia leche.
Naturalmente, el embarazo de estas mujeres transcurría sin posibilidad de descanso y cuidados, trabajando hasta el día del parto. El resultado de estas prácticas repercutía, no solo en el descenso de natalidad por abortos espontáneos, sino en la extrema debilidad con que nacían y crecían los niños de las clases trabajadoras. Incluso, entrado ya el siglo XX, un médico se refería al tema en los siguientes términos:

"Empieza la obrera por sufrir más abortos y partos prematuros que las mujeres de su clase en situación normal" (citado por R.OCAÑA, 1987:132).

 El resultado repercutía en  los altos índices de mortalidad infantil que incidían de forma muy clara en el crecimiento de la población. Durante años, sin embargo, se dio un conflicto clarísimo entre la necesidad de mano de obra en la industria, que hacía necesario el trabajo femenino e infantil, y al mismo tiempo, el interés en fomentar un tipo de familia en el que la mujer pasaba a ocupar la esfera de lo doméstico, como madre y esposa.
Refiriéndose a la creación de instituciones para paliar los efectos de la separación de madres e hijos, y poniendo como ejemplo las "creches" francesas, esto es lo que opinaba un moralista de la época:
 "Si estas mujeres permaneciesen siempre dentro de su morada, si su acción no llegara más allá del dintel de la puerta, podría prescindirse de semejante institución" (GAY, 1857: 225).
Así pues, nos encontramos con una especie de divorcio entre la realidad social y los valores culturales que la burguesía está interesada en potenciar, no solo para ella, sino para la población en su conjunto.
 La idea de mujer-madre, dedicada únicamente al trabajo reproductivo no estaba presente en la cultura popular, sino al contrario, tanto en el mundo rural como en el urbano, el trabajo femenino siempre constituyó una parte de los ingresos familiares, aunque hasta la llegada del sistema liberal capitalista, no existía separación entre trabajo productivo y reproductivo.
Como señala Cristina Carrasco, refiriéndose las características que definirán el sistema capitalista:

"En la esfera industrial tiene lugar el proceso de producción y reproducción material de bienes y servicios orientados al mercado. En la esfera doméstica tiene lugar el proceso de producción y reproducción de los individuos". (CARRASCO, C.,1994:4)

Así pues, el nuevo concepto de familia nuclear, ligada a la expansión industrial, gira alrededor de la reproducción, mientras la producción de mercancías queda progresivamente identificada con un espacio diferente del doméstico en el que antes se desarrollaba. 

"La ideología de la familia nuclear entre la clase trabajadora, aparecería ligada al intento burgués, no solo de preservar el reemplazo de mano de obra, sino de constituir generaciones capaces de asumir la expansión industrial". (NAROTZKY,S., 1988:29).

Modelo ideal de familia

Así pues, la política social en torno a las mujeres, puso el acento en la consecución del modelo femenino integrado en la institución familiar. El matrimonio y la maternidad, dentro de la familia tal como es concebida por la burguesía, debían ser el destino final de las jóvenes. 
Hermanas de la Caridad recogiendo a un niño abandonado en el torno de la Casa de Maternidad
 En este contexto se podrían situar la proliferación de órdenes religiosas durante el siglo XIX, dedicadas en su mayor parte a asistir a jóvenes en peligro. Las civilizadas casas de maternidad,  en la que las jóvenes que han concebido fuera del matrimonio, pueden ser reconducidas, son un ejemplo de esta política,  y vinieron a sustituir a los antiguos beaterios y casas galera, pensados para la expiación de los pecados relacionados con la virtud. 

Para un análisis de la situación laboral de las mujeres a final del s. XIX, véase: CAPEL, Rosa M., Madrid, 1988. ANDERSON, B. y J.P.ZINSSER. Historia de las mujeres, una historia propia. Barcelona, 1991. (2 vol). PAULIS, J. La obrera de la aguja. Barcelona, 1913. SULLEROT, E. Historia y sociología del trabajo femenino. Barcelona, 1970. NASH, M. (ed.) Presencia y protagonismo.  Aspectos de la historia de la mujer. Barcelona, 1984. BUTINYA, J. Una visió de la dona catalana en el secle XIX. Barcelona, 1982. ELIAS DE MOLINS, J. La obrera en Cataluña, en la ciudad y en el campo. Orientaciones sociales. Barcelona.  SALCEDO, E. El trabajo de las mujeres y los niños. Madrid, 1904.  

2 comentarios:

  1. Muy buena la entrada y tu lo sabes.

    Por tanto me obliga a un comentario más elaborado de lo normal.

    Si me permites, en mi papel de mosca cojonera, me gustaría soltar algunas paridas “inconexas”.

    Ya habrá tiempo de engarzar un “discurso”.

    Vamos a hablar de la familia ahora. No creáis, queridas amigas, que han cambiado tanto las cosas –que tan bien cuentas- respecto del siglo XIX.

    Yo no recomiendo a nadie que se case. ¡¡La familia de hoy que se la metan por donde quieran!!

    Todos los estudios demográficos si te das cuenta giran en torno a la familia y por ende al matrimonio, o como dicen los cursis, las parejas hetero (O sea las “normales)”

    Hemos “jodido” la familia tradicional con lo que costo “construirla” y lo pagaremos.

    El primer pago es el invierno demográfico pavoroso en el que estamos instalados desde mediados de la década de 1980. El demógrafo Luis Garrido Medina lo ha estudiado muy bien. El reconocía hace poco que los efectos de la burbuja inmobiliaria (últimos 20 – 25 años) han sido devastadores. Y que esta por hacer un estudio sobre ello. Y esta por ver como explota y sus consecuencias sociales.

    Hoy la familia en España es un monstruo. No hay más que ver a los jóvenes y adolescentes. Yo no recomiendo a nadie que se case.

    La familia española es una célula donde se perpetúan lo más nefasto que pueda uno tener en la cabeza: “La identidad”, sobre todo respecto a su “regioncita”. Pura idea asquerosa donde las haya. Y el amor al pisito, a la propiedad. (Y a las puerta, ventanas, balcones……je je).

    En segundo lugar es donde básicamente se imputan las deudas del hipotecon. Se ha convertido en una empresa carísima, sobre todo de sobrellevar.

    Cuando yo era pequeño, todo era más fácil. Se bendecía la mesa, se iba a Misa los domingos, todos llenos de “superestructura ideológica de la buena” o sea de Catolicismo y no el sucedáneo de mierda que tenemos ahora con la religión laica del “ciudadano bueno y solidario”

    Además el padre solo podía razonablemente financiar varios hijos (2-3), la ayuda de la madre –que la había- fuera del “hogar” era accesoria. Y lo más importante, se podía pagar el alojamiento sin problemas, no como ahora. ¡¡¡La gente hasta vivía de alquiler sin problemas!!!

    Que la mujer trabaje es de verdad una bendición. Pero ¿Para quién? Para el Islam no. (Auténtica causa de su desprestigio entre nosotros). No os quepa duda, para “el capitalismo”. Pero para el capitalismo rentista cutre que tenemos en España, no para el que se estila en los países desarrollados, donde vive el hombre blanco.

    ¿Qué ha conseguido con esa bendición, aquí en España?
    - dividir por dos (o más) los sueldos [para que al final la financiación de la familia sea cada vez más dificl];
    - multiplicar por cuatro la cotización de la mierda de alojamiento en el que vivimos y en el que se desarrolla todo. Y
    - Tener la mano de obra –femenina- agradecida por demás, si encima le pones discriminación positiva ni te cuento! Y por ende a la masculina. (claro es que ahora somos obreros-propietarios). Ya veréis como cuando venga otro rebajon de sueldo al funcionariado, que es mayoritariamente femenino, como nadie rechista.
    ¡¡que le estamos haciendo el caldo gordo a los usureros!!

    SOY YO

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    1. Bueno, como tu mismo dices, son ideas que se te ocurren con la lectura. Es lo que pretendo. Como sabes, no es el registro de mi blog y no pretendo que lo sea. Incluso lo encuentro demasiado académido, a pesar de que no ha sido publicado, sino que fue un trabajo para varias clases. Tampoco tengo interés en discutir, sino en compartir lo que produzco y son bienvenidas otras reflexiones; cada cual que aporte lo que quiera.Gracias.

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