miércoles, diciembre 2

Al Hilo de la conversación: Una forma de resurrección para las mujeres del campo

Este mismo domingo, Manuel Vicent iniciaba su columna semanal en el Diario El País con estas palabras: 
“Si es cierto, como lo es, que todo el tiempo que ya hemos vivido es el que ya hemos muerto, cualquier experiencia que nos devuelva al pasado, hay que tomarla como una forma de resurrección” (Manuel Vicent. Columna en diario El País)

Qué casualidad, ¿verdad?, que alguien hable de algo que tú estás viviendo en ese momento. Sí, querida Ángeles. Las palabras de Vicent vienen “al pelo” cuando acabo de presentar mi libro. Por fin, dirás tú. Y es verdad. Por fin, después de seis meses, desde que vio la luz, se presenta en sociedad. 
¡Cuánto me hubiese gustado tenerte cerca esa tarde!, qué pena que te hayas marchado antes de conocer este nuevo hijo, que, por cierto, me ha salido guapísimo. Recuerdo haberte hablado muchas veces de mis viajes a la campiña, donde he ido rescatando las vidas de estas mujeres, a las que nadie les ha dado voz. Esas si que son mujeres invisibles, ¿no crees? Las más invisibles de todas, porque ni siquiera saben escribir y algunas tienen grandes dificultades para expresarse en público; así que “malamente” iban a poder escribir algo sobre sí mismas. 

Por eso creo que, a través de la recuperación del pasado, este libro, ha hecho resucitar a estas mujeres. Tendrías que haberlas visto esa tarde, siendo, quizás por primera vez, protagonistas auténticas de algo. Tal vez es la única ocasión en que de verdad, de verdad, han tenido importancia por sí mismas, y no como esposas de…, o como madres de… Y  yo he tenido el privilegio de hacerles ese regalo, de poder ser la transmisora de sus palabras. He podido ver sus caras de felicidad, sus ojos brillantes; con sus trajes de chaqueta, arregladas y bien peinadas…era realmente una ocasión excepcional para ellas y lo manifestaban de ese modo. 
Me he sentido como el hada madrina, que conseguía una carroza y un hermoso vestido para Cenicienta. Como en el cuento,  también ellas volverán a la vida cotidiana; pero ya nada será igual, de eso estoy segura. Después de este reconocimiento público de sus vidas, algo habrá cambiado… o al menos eso quisiera creer. 
Pero estarás conmigo en que mi libro no habla sólo de las mujeres de La Barca de la Florida (es así como se llama el pueblo) Ahí está mi abuela, mi madre; esas vecinas generosas que yo misma he conocido, y que se las arreglaban para sacar adelante a sus hijos, con un coraje digno de admiración. 
Quiero decir que las protagonistas de mi libro son sólo un testimonio vivo de tantas y tantas mujeres, cuyas vidas se han marchitado en ese trágico destino, que ha sido para ellas el matrimonio y la maternidad. También hay mujeres como tú en sus páginas; de las que hacen de la necesidad virtud; de las que, con muy poco, organizan el espacio doméstico y facilitan la vida a los suyos. De esas, ya sabes, ha habido y hay muchas, y desde luego se merecen la gratitud y la valoración de todos nosotros.  
Claro que, para ser justa, tengo que decir que en esas vidas he encontrado mucho dolor, transformado en rencor, o en deseo de venganza. Por el contrario,  algunas han podido transformar las malas experiencias y ahora son mujeres con una actitud muy positiva ante la vida, y muy valientes, te lo aseguro.   

También yo he sido un poco cenicienta estos días; he disfrutado las mieles del éxito social y el reconocimiento público de mi trabajo y de pronto me he tenido que conectar con la cotidianeidad. Vuelvo a ser eso que mis hijos llaman la “Maruja ilustrada”, aunque he pasado dos días que me costaba conciliar el sueño… demasiadas emociones juntas, Ángeles. Como diría nuestra amiga Mª Antonia, he sido por un momento Teresa Holliwood. Igual que las protagonistas de mi libro, quiero pensar que este ritual, con autógrafos, ramos de flores y demás muestras de cariño y admiración, no habrán sido en vano. ¡A ver si dura la autoestima! 
Recordarás las veces que hemos hablado las dos sobre este tema; de lo que la falta de autoestima significa de sufrimiento continuo…,siempre pensando que no estás a la altura… ¡Cuánto sufrimiento inútil,  amiga mía…; y mira por dónde, he tenido que venir a vivir al sur para recibir este reconocimiento, que quiero aceptar sin falsa modestia, sabiendo que he trabajado mucho hasta llegar hasta aquí.  
Te mando una foto. Mi cara lo dice todo, ¿no crees? 
Por cierto, hace una semana, más o menos, recibí un sobre con tu legado literario; tantas y tantas cosas como has ido escribiendo a lo largo de treinta  años.  Me hace ilusión tenerlo, aunque por el momento no me he atrevido a leerlo. El día que me ponga con las cartas, las fotos y los relatos… ¡ufff, será demasiado! Por eso me lo pienso antes de decidirme.  Son demasiados recuerdos… y hasta posiblemente alguna sorpresa… nunca se sabe.  Quizás acabe siendo un pequeño librito… ya, ya te iré contando. 
…Y por hoy te dejo, no sin antes enviarte mi más cariñoso abrazo. 
MARIA TERESA

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