En estos últimos días he recibido un video muy bonito
titulado El tren de la vida. Una niña
muy simpática se asoma a nuestra pantalla y nos dice que la vida es como un
tren en el que viajamos acompañados por distintas personas en cada momento. Es
una buena metáfora que me ha hecho pensar en mi propia experiencia. Hay quien sube
y se queda mucho tiempo con nosotros, incluso puede llegar hasta el final del
viaje y ser nuestro compañero o compañera de por vida; otros, sin embargo, apenas
tienen tiempo de sentarse un rato en nuestro vagón y desaparecen en la primera
estación donde pueden apearse. Son esas personas que no sabemos cómo, llegan y
se van casi sin despedirse, sin mediar palabra, sin un problema o discrepancia.
También las hay que suben y bajan del tren; nos acompañan en algunas etapas del
viaje, abandonan la ruta durante un tiempo, para volver a incorporarse de nuevo. Con cada uno de estos viajeros o
viajeras mantenemos un tipo de relación; establecemos vínculos más o menos
estrechos; creamos lazos sentimentales, nos influimos mutuamente, y también,
inevitablemente, vivimos conflictos y sufrimos decepciones.
En esta tarde de invierno riguroso, he recibido la noticia de que uno de mis amigos de juventud acaba de morir de forma inesperada. Se trata de una de esas personas que subió al tren de mi vida cuando apenas tenía yo 17 años. Vivíamos en un barrio de Hospitalet y nos acompañamos mutuamente hasta los 27 o 28… no recuerdo bien. Nunca se despidió ni me despedí. Simplemente, nuestro tren iba por rutas diferentes, aunque desde luego no tan distantes.
En esta tarde de invierno riguroso, he recibido la noticia de que uno de mis amigos de juventud acaba de morir de forma inesperada. Se trata de una de esas personas que subió al tren de mi vida cuando apenas tenía yo 17 años. Vivíamos en un barrio de Hospitalet y nos acompañamos mutuamente hasta los 27 o 28… no recuerdo bien. Nunca se despidió ni me despedí. Simplemente, nuestro tren iba por rutas diferentes, aunque desde luego no tan distantes.
Antonio agachado, segundo por la izquierda |
Antonio Moreno entró en nuestro grupo de amigos, de forma
totalmente casual, y se convirtió en el líder. Era bondadoso, de una gran
generosidad, simpático, y muy atractivo para las chicas; vaya, que se las llevaba de calle. Tenía muy
buena voz y podía cantar cualquier estilo: desde el flamenco, hasta lírico. Cuando
nos reuníamos en una fiesta, incluso viajando en los autobuses que nos llevaban
a la playa, era el animador. Con él pasé momentos muy divertidos y de una gran
complicidad. Había emigrado a Catalunya
desde un pueblo de Córdoba, como tantos otros andaluces, y como tantos otros,
apenas había ido a la escuela. Sin embargo, tenía una gran curiosidad y capacidad
de aprendizaje.
Eran los años de la transición y los jóvenes inmigrantes, que apenas acabábamos de instalarnos en la ciudad todavía no teníamos conciencia política. Nuestra lucha era de supervivencia. Trabajábamos desde las seis de la mañana y buscábamos nuestro camino, pero muy cerca de la familia. Había que ganar para el piso y para tirar adelante. Antonio había sido zapatero remendón en su pueblo, no tenía madre, y en la casa familiar se podría decir que ése era su rol: cuidaba de sus hermanos y del padre. Al principio, era un muchacho despreocupado, juerguista, incluso un poco enamoradizo y superficial, pero se ganaba la simpatía de todo el mundo, gracias a sus dotes de sociabilidad. Trabajaba lo mismo de camarero que en cualquier fábrica del Bajo Llobregat, pero no tenía ideología ni interés por la política. Fue precisamente en SEAT, como un simple peón, donde empezó su proceso de concienciación y se inició en la lucha sindical. Al mismo tiempo, conoció a una mujer separada con dos hijos a su cargo, y se fue a vivir con ella. A partir de esa relación es cuando nuestros mundos se empiezan a separar.
Mientras permaneció soltero, éramos íntimos. Incluso pasó unas vacaciones con nosotros y mi hijo de ocho meses, en un pequeño apartamento, donde él hacía de cocinero, precisamente una de sus aficiones. Era un cuidador afectuoso con los niños y se esmeraba en la convivencia con los mayores. Ya digo, de una gran generosidad, vitalidad, sentido del humor y de la amistad.
Antonio tumbado a la derecha con gafas oscuras |
Eran los años de la transición y los jóvenes inmigrantes, que apenas acabábamos de instalarnos en la ciudad todavía no teníamos conciencia política. Nuestra lucha era de supervivencia. Trabajábamos desde las seis de la mañana y buscábamos nuestro camino, pero muy cerca de la familia. Había que ganar para el piso y para tirar adelante. Antonio había sido zapatero remendón en su pueblo, no tenía madre, y en la casa familiar se podría decir que ése era su rol: cuidaba de sus hermanos y del padre. Al principio, era un muchacho despreocupado, juerguista, incluso un poco enamoradizo y superficial, pero se ganaba la simpatía de todo el mundo, gracias a sus dotes de sociabilidad. Trabajaba lo mismo de camarero que en cualquier fábrica del Bajo Llobregat, pero no tenía ideología ni interés por la política. Fue precisamente en SEAT, como un simple peón, donde empezó su proceso de concienciación y se inició en la lucha sindical. Al mismo tiempo, conoció a una mujer separada con dos hijos a su cargo, y se fue a vivir con ella. A partir de esa relación es cuando nuestros mundos se empiezan a separar.
Antonio, al fondo a la derecha |
Mientras permaneció soltero, éramos íntimos. Incluso pasó unas vacaciones con nosotros y mi hijo de ocho meses, en un pequeño apartamento, donde él hacía de cocinero, precisamente una de sus aficiones. Era un cuidador afectuoso con los niños y se esmeraba en la convivencia con los mayores. Ya digo, de una gran generosidad, vitalidad, sentido del humor y de la amistad.
Después de algunos años de distancia, supe que Gloria, su
compañera, había conseguido el divorcio
y se podían casar. Y allí estuve, en una boda muy poco convencional, en la
comunidad de barrio donde militaban y vivían. En realidad fue una época en la
que vida y militancia eran la misma cosa. Recuerdo que le regalé una foto hecha
por mí enmarcada, y un jarrón muy bonito. En esa boda volvimos a coincidir muchos
de los amigos y amigas del grupo, ya casados y con hijos. Fue un encuentro
emotivo por mi parte, pero en el que ya no me sentí cerca de mi amigo. Luego…
silencio otra vez, distancia… De vez en cuando me han ido llegando noticias a
través de personas conocidas, pero nunca directamente. La última vez que hice
el gesto de acercarme, sufrí una gran decepción. No acudió a casa de un amigo
común, a pesar de que le avisamos de que estaba muy cerca y lo esperaba para
tomar un café y ponernos al día. Me hubiera gustado despedirme porque ya tenía
proyectado marcharme a Andalucía. Pero sentí que no le interesaba en absoluto.
De eso hace ya más de diez años.
Antonio Moreno ha llegado a la última estación en el tren de
la vida. Hemos compartido una pequeña porción del trayecto, vivimos una
juventud sana y sencilla, teníamos la vida por delante y sueños por cumplir.
Estoy segura de que en los trayectos que no hemos viajado juntos habrá
encontrado paisajes y gentes con los que enriquecer su camino. Lástima no haber podido disfrutar más de la
amistad que tuvimos hace ya tantos años… ¡Santo cielo, cómo pasa el tiempo! Descansa en paz, amigo.
Texto con sabor especial; muy de la estación invernal.Melancólico.Realista.
ResponderEliminarPodría suscribirlo en su totalidad, solo que cambiaría el nombre. Lo sustituiría por otros de muchas personas que dejaron cada una de ellas su huella en mí.Parece mentira lo caprichosa que es nuestra memoria ;tan débil en ocasiones y tan perdurable en otras.Recuerdo con absoluta nitidez anécdotas, rostros, miradas,olores, sabores que van asociados a personas.Seguro que no imaginan, si es que viven, que hay alguien que les mantiene vivos en su memoria.Supongo que yo podré ocupar algún pensamiento fugaz en sus evocaciones.
Que curioso que a cada persona la sitúo en un lugar determinado; lugares que algunos han desaparecido pero que mantengo vivos .
Teresa, tú ocupas parte de esa memoria y siempre que te recuerdo en nuestra juventud , apareces en el mismo lugar: bajando la calle Llana hacia la Pililla.
Bueno, eres otra pero no has cambiado nada.Solo cambió el color de la calle.Ahora es más triste; me sugiere decadencia.Pero supongo que solo es porque estamos en invierno....
Gracias por mantener mi imagen en tu recuerdo. Eso me compensa de la falta de fotografías en esa época y de esa sensación de pérdida que me invade muchas veces.
EliminarMe gusta la metáfora del tren.
ResponderEliminarMe ha hecho recordar la canción de Josh Turner, "Long Black Train":
https://www.youtube.com/watch?v=PyRZTAmcW7c
Letra traducida:
Hay un tren largo y negro viniendo por la vía,
Se alimenta de las almas perdidas y de las que lloran.
Raíles del pecado, sólo permanece el mal.
Ten cuidado, hermano, con ese tren largo y negro.
Mira hacia el cielo, puedes mirar al cielo.
Puedes encontrar la redención mirando en tu interior.
hay protección y paz al mismo tiempo:
si quemas tu billete para ese tren largo y negro.
Porque hay victoria en el Señor, yo te digo.
victoria en el Señor.
Aférrate al Padre y a su santo nombre,
Y no vayas cabalgando en ese tren largo y negro.
Hay un maquinista en ese tren largo y negro,
hazte la pregunta de si el viaje vale la pena.
Él está esperando a tu corazón decir:
'Déjame montar en ese tren largo y negro. "
Pero tú sabes que la victoria está en el Señor, y te digo.
victoria en el Señor.
aférrate al Padre y a su santo nombre,
Y no vayas cabalgando en ese tren largo y negro.
Bueno, puedo oír el silbato a una milla de distancia.
Sé que suena muy bien, pero debo mantenerme alejado.
Ese tren es la belleza que admira todo el mundo,
Pero es único destino a la mitad de la nada.
Pero tú sabes que la victoria está en el Señor, y te digo.
victoria en el Señor.
aférrate al Padre y a su santo nombre,
Y no vayas cabalgando en ese tren largo y negro.
Y te digo aférrate al Padre y a su santo nombre,
Y no vayas cabalgando en ese tren largo y negro.
Sí, ten cuidado con el hermano de ese tren largo y negro.
Ese demonio que conduce ese tren largo y negro.
SOY YO