Son de esas voces y esas imágenes que
me retrotráen a una adolescencia llena de ilusiones, fantasías y amores
platónicos. Tenía yo unos dieciocho años y sus canciones me llevan, no
sé por qué a una imagen: la cola del autobús, en la primera parada de
vuelta a casa tras una larga jornada de trabajo: de 7 a 15 horas, en la
otra punta de la ciudad. Santa Eulalia era la parada del metro, pero
había que esperar al autobús que nos llevaba al barrio: Pubilla Casas,
donde todavía no había llegado ese medio de transporte tan rápido. Así
que al final llegaba a casa a una hora nada adecuada para comer, más o
menos las cuatro de la tarde, o quizás más... dependía del retraso o no
del autobús. Y digo yo, ¿por qué las canciones de Juan y Junior las
asocio a esa parada? ¿Tal vez había algún bar cercano donde sonaban? No
puedo recordarlo. Sin embargo sí recuerdo a una muchacha morena, de
larga melena negra, altos tacones y un porte espectacular, que siempre
estaba en la cola a la misma hora. Una imagen que ha quedado en mi
retina, como las notas melódicas de aquellos dos muchachos tan guapos.
Han pasado muchas cosas, muchos años y ya ni siquiera soy capaz de
admirar a ese chico de rasgos filipinos tan serio y tímido que nos ha
dejado esta misma semana. Una muerte misteriosa... ¿de tristeza...?
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