Un cementerio puede ser un lugar hermoso, como es el caso de éste. Está situado en el pueblo donde nací y crecí: Bedmar, en la provincia de Jaén.
Mis recuerdos más antiguos datan de los años sesenta del siglo pasado, cuando, al acercarse la fiesta de Todos los Santos, acompañaba a mi madre a adornar el lugar donde están enterrados mis antepasados maternos. Así, siendo testigo de ese ritual repetitivo, cuyas protagonistas eran las mujeres de cada familia, se grabó en mi memoria la sencilla cruz de forja que corona la pequeña parcela de tierra donde yacen mi abuelo y mis bisabuelos. Ahora, en mi madurez, vuelvo cada año y reproduzco el ritual, aprendido junto a mi madre. Pero el lugar ha cambiado. Las sepulturas de antes, adornadas con pequeños ramos de crisantemos realizados por las mujeres de la casa, e iluminadas por mariposas de aceite, o antiguos faroles de forja, son ahora lugares suntuosos: mármoles, crucifijos, inscripciones, centros de flores muy elaborados y comprados en sitios especializados... mucha pompa. Demasiado lujo y ostentación para mi gusto. Sin embargo, no hay duda de que hay mucha belleza en este cementerio, que no es sólo un lugar de reposo para los que se fueron, sino un espacio de sociabilidad, donde es fácil encontrarse con personas que un día se marcharon y que vuelven una vez al año a recordar a sus muertos. Este año he aprovechado para hacer un reportaje de fotografía. He fijado mis ojos en las mujeres, que afanosas limpiaban las tumbas, hasta dejarlas como una patena. Una tarea que sigue siendo femenina, aunque cada vez participan más los hombres. Paseé en la tarde, cuando el lugar resplandecía bajo los rayos calidos del sol de otoño. Las flores multicolores que adornaban las sepulturas invitaban al paseo, a la contemplación y hasta a la alegría de los encuentros fortuitos. Nada como la luz del atardecer, con el sol cayendo tras las sierras para captar la espiritualidad del lugar. Y este es el video que he elaborado para el recuerdo de unos días de reencuentro con el pasado.
Música: Lacrimosa del Requiem de Mozart.Bedmar |
Coro de la Ópera de Viena y Orquesta Sinfónica de Viena.
Bastante coinsidencias de mujeres de una generacion, vivencias, recuerdos,experiencias y añoranzas desde la distancia, gracias por compartir
ResponderEliminarMari millan
Bienvenida a mi ventana Mari y espero tenerte por aquí siempre que te apetezca comunicarte. Esto es un blog sencillo donde cabe sobre todo la buena gente sin complejos y dispuesta a compartir.
EliminarEs verdad que es muy bonito el cementerio de Bedmar; el video precioso y con la música ad hoc, ha quedado divino, y nunca mejor dicho. Yo lo recuerdo y se respiraba mucha espirituelidad y aun en las horas de la mañana, mientras las madres se afanaban en su limpieza, los niños correteabamos, pero hablábamos en tono quedo, sin que nadie nos lo indicara. Al atardecer, ya estaban encendidas las mariposas sobre platos de porcelana llenos de aceite.Y ese era el paseo de ese día y donde las niñas íbamos en pandilla, sin miedo alguno, mientras comíamos castañas.Era el lugar de reunión, incluso de citas;el pueblo se congregaba como si de una fiesta fuera,Bueno, era una fiesta.La fiesta de Nuestros Difuntos.Para ese día las niñas estrenábamos algunas veces los chaquetones del invierno; así que pedíamos que hiciera fresco para estrenarlos al anochecer.Y en gastronomía las mujeres no se quedaban a la zaga.Arroz con leche con castañas.En fin que convivíamos con la Cultura de la Muerte desde muy pequeños sin temor alguno.Luego, a la noche nos esperaba en la tele, años más tarde, Don Juan Tenorio; todos los años religiosamente se volvía a reponer esta obra de teatro.¡Me encantan los recuerdos que tengo de esta fiesta¡Era algo místico.
ResponderEliminarTambién recuerdo que hasta allí llegaba la larga sombra del clasismo.Existía la Zanja de los más pobres; y adosado a este cementerio tan paseado, existía otro más vergonzante, el de los ahorcados, que los niños mirábamos con sigilo, y al que no nos atrevíamos a pisar.¡Qué injusticia para las familias implicadas¡ hasta despues de muchos años tenían que homrar a sus muertos en la clandestinidad.Pero eso lo identifico ahora.Por aquel tiempo era una fiesta para nosotros y así lo vivíamos.
Mucha sensibilidad en la toma de imágenes, en la música elegida. En principio provoca tristeza, luego nostalgia por los que se nos fueron y ahí reposan, no obstante, mientras perdure su recuerdo en nosotros, no habrán muerto del todo.
ResponderEliminarBesos
Conchi Mármol Brís.
Gracias por el comentario. Disfruto haciendo fotos y este año le ha tocado al cementerio, un lugar muy especial, no cabe duda y tal vez donde yo descanse algún día.
EliminarUn abrazo
Nunca me han gustado los cementerios. Prefiero recordar a los míos en la cálida soledad de la ladera de un monte, a la orilla del mar inmenso o contemplando mis plantas con sus hojas brillantes y sus flores. Pero es cierto que algunos son dignos de visitar por la armonía silenciosa que encierran y veo, por tus entrañables fotos, que el de Bedmar es uno de ellos. El Lacrimosa siempre me pone la piel de gallina. Hace una simbiosis perfecta con las imágenes. Gracias por compartirlo.
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