Se me ha ocurrido releer lo que escribí el año pasado
sobre el Viernes Santo, y hay coincidencias muy graciosas. El párrafo primero lo podría firmar hoy mismo. Lo único diferente es que el potaje
esta vez fue de espinacas y bacalao. El postre el mismo y esta vez Maga acompañándonos y disfrutando de tan ricos manjares. El resto, seguro que no ha
cambiado tanto porque también ayer fue un dia muy variable y las
cofradías tuvieron problemas en jerez. Lo que quiero compartir es la
preciosa saeta que grabé en 2011. Como contraste con las otras músicas
religiosas que he colocado resulta revelador de lo diverso que puede ser
el mundo de la música y cómo cualquier cosa bien hecha puede
emocionarnos.
Mi relato del año pasado:
El Viernes Santo, como el resto de la semana, anunciaba lluvia. Desde primeras horas de la mañana la gente se preparaba para otro día de espera, de rogatorias y de frustración. A mí, la verdad, no me preocupaba en exceso; si a caso lo sentía por todas las ilusiones rotas; por la gran cantidad de energías y de inversiones fracasadas. A medio día saqué del congelador un guiso de garbanzos y tagarninas, cocinado por mi amiga Maga. Perfecto, pensé, para un día como hoy, vigilia de toda la vida. Para estar más de acuerdo con la fecha, había hecho un arroz con leche riquísimo, y aunque el primer plato era contundente, no lo dudé: ese sería el postre.
Mi relato del año pasado:
El Viernes Santo, como el resto de la semana, anunciaba lluvia. Desde primeras horas de la mañana la gente se preparaba para otro día de espera, de rogatorias y de frustración. A mí, la verdad, no me preocupaba en exceso; si a caso lo sentía por todas las ilusiones rotas; por la gran cantidad de energías y de inversiones fracasadas. A medio día saqué del congelador un guiso de garbanzos y tagarninas, cocinado por mi amiga Maga. Perfecto, pensé, para un día como hoy, vigilia de toda la vida. Para estar más de acuerdo con la fecha, había hecho un arroz con leche riquísimo, y aunque el primer plato era contundente, no lo dudé: ese sería el postre.
Sobre
las cuatro de la tarde las distintas cofradías miraban al cielo y
debatían sobre la posibilidad de salir a la calle. Ninguna de ellas se
atrevió. Por la televisión veo imágenes de desconsuelo de niños y
mayores. Es curioso, pero es real y hay que respetar los sentimientos
ajenos.
Las cámaras se sitúan delante de la
Ermita de San Telmo. Allí se venera una de las imágenes con más
personalidad de Jerez: el Cristo de la Expiración, llamado también el
Cristo de las melenas, ya que ese es el rasgo más característico de la
escultura: una gran melena que se mueve con el viento y le da un
realismo impresionante.
Desde que lo vi la primera vez, hace ya cinco años, lo sigo con mi cámara, buscando el plano mejor, tratando de encontrar esa imagen que refleje la belleza del paso. Por eso, sin pensarlo dos veces, cogí la cámara y me acerqué a la ermita. Al menos podré captar el ambiente, pensé.
San Telmo |
Desde que lo vi la primera vez, hace ya cinco años, lo sigo con mi cámara, buscando el plano mejor, tratando de encontrar esa imagen que refleje la belleza del paso. Por eso, sin pensarlo dos veces, cogí la cámara y me acerqué a la ermita. Al menos podré captar el ambiente, pensé.
Por
el camino me di cuenta de que el cielo, hasta ese momento cubierto de
nubarrones blancos, cada vez se abría más al azul, y el sol anunciaba
una tarde sin lluvia.
Las
puertas de San Telmo estaban abiertas, la gente se amontonaba en la
plaza, expectantes y muy confiados en que la tarde se presentaba
favorable a su Cristo.
La puerta de San Telmo, a la espera... |
Llegar
y, como se suele decir, besar el santo. La banda de música suelta sus
primeras notas, al tiempo que el paso asoma por la portada del templo.
La Saeta de Serrat es la música que se escucha y la gente se emociona.
Un hombre a punto de llorar |
El
momento cumbre se produce cuando los costaleros levantan al Cristo. El
volumen de la banda se alza al mismo tiempo, pero en segundos todo queda
en silencio: un hombre, desde una terraza, con su voz rota y
emocionada, dedica una hermosísima saeta al Señor de la Expiración.
A mi alrededor, muchos rostros
emocionados, lágrimas y ojos vidriosos. Me contengo, salgo de la plaza
diciéndome a mí misma que no quiero llorar. Pero soy consciente del
poder de la masa; de todo lo que tienen estas tradiciones de catarsis
social.
La saeta |
Una cofradía original |
Me
dirijo a San Miguel. Allí podré captar imágenes pintorescas. San Miguel
es un barrio popular, el barrio del flamenco, lugar de nacimiento de la
mismísima Lola Flores. Junto al imponente monumento de la artista se
reúne la gente, porque es un lugar con mucho arte, como se dice por
aquí. Allí me detengo y espero. Mientras, un hombre con una discapacidad
física manifiesta, canta una saeta de forma desgarradora.
Un hombre en su silla de ruedas canta una saeta |
Mi
cámara se adueña de multitud de rostros, de imágenes infantiles que ya
forman parte del ceremonial. Desde que nacen, lo mismo que en otros
lugares muchos hacen a sus hijos socios del Barça, aquí entran en la
cofradía de éste o aquel Cristo o virgen. Es sorprenderte ver a tanta
chiquillería participando de la procesión, siguiendo las estrictas
normas que le marcan.
Un niño penitente |
Bajando
por la Cruz Vieja ya parece claro que la tarde va a dejar lucirse a
esta original y valiente cofradía, la única que ha procesionado. El
momento álgido del trayecto es ese en el que quedo prendida de la voz de
una joven que, delante del paso y en plena calle se arranca con una
hermosísima saeta, llena de fervor y pasión. Consigo grabarla con la
cámara de video y mientras capto la impresionante imagen, mis ojos se
inundan por la emoción.
Otros, encaramados en la estatua de Lola asisten de espectadores. Viejos, madres con bebés, personas discapacitadas en sus sillas de ruedas, jóvenes, adultos… todo tipo de gente se arremolina y trata de empaparse del sabor y el fervor de la fiesta.
Niños subidos en la estatua de Lola Flores |
Ya no me reprimo, sino que dejo correr por mis mejillas un rio de lágrimas durante un buen rato. No
quiero dejar pasar esta ocasión privilegiada y sigo al Cristo por las
callejuelas sin esconder mi emoción. Ese es el misterio y la magia de
esta tierra. Lo mismo te arrancas a bailar con una balería, que te
deshaces en llanto ante una saeta.
Tere a los 24 años he vuelto a mi pueblo Fuente Obejuna.
ResponderEliminarEl martes,me dijo mi marido que preparara ropa para dos días y en compañía de mis hijos nos pusimos de viaje,el recorrido como tu bien conoces es precioso tantos verde y llanuras en todo el viaje me acordaba de tus fotos fueron 5 horas muy bonitas.
El pueblo lo he encontrado como lo recodaba,las calles muy estrechas y empinadas he visto a una tía,prima de mi padre que tiene 102 años,cuando ve a estas persona tan bien y con esa edad te da ganas de vivir y disfrutar de la vida.
El jueves después de ver todo el pueblo nos arreglamos para la procesión y como en tantos sitios nos quedamos triste pues la tuvieron que suspender por la lluvia.besos