Salió del infierno iraní porque se sentía asfixiada, oprimida, sin posibilidades de expandir su espíritu artístico, su expresividad natural que busca un cauce en el baile flamenco. Pero ese exilio abrió una tremenda brecha en su corazón. Adiós a la familia, a los amigos, al paisaje natural y humano conocido y del que ya no espera nada. Es como una gran muerte. Más que eso: un terrible abandono, que la ha dejado huérfana y sin lazos afectivos donde agarrarse.
Obstinada, se empeña en conseguir su sueño, enfrentándose a todo cuanto se interponga en el camino, desoyendo las voces de la experiencia, pasando frío, miedo, quizás hambre… ¡Ah, Nasif! Cómo me conmueven tus medias palabras; tus reflexiones de vieja prematura, tus excusas… No soportas sentirte obligada, por eso te cuesta recibir ayuda y prefieres seguir sobreviviendo. Como tantos románticos, anhelas amores turbulentos; de esos que en un abrazo consiguen que pierdas la cabeza y la dignidad. Ojalá lo consigas, ojalá ese empeño ciego por alcanzar un sueño no te cause más dolor del que eres capaz de soportar.
Sentido escrito, Teresa. El exilio duele en el alma. Es una herida que nunca se cerrará.
ResponderEliminarBesos.