"Mi abuela era un Ángel” A Isabel se le iluminan los ojos… y se le humedecen, mientras nos ofrece imágenes de una vida humilde, pero donde no faltó nunca el amor y un plato de comida en la mesa. Nació en una mala época, plena posguerra, y perdió a su madre siendo muy niña. Su abuela, supo suplantar el cariño y el cuidado materno, con su fortaleza, su coraje... y su amor, que ofrecía a diestro y siniestro; mientras se ganaba la vida con el trabajo agotador de la mujer que no dispone más que de sus manos, un cuerpo fuerte y una voluntad de hierro.
Su cabello completamente blanco, y siempre bien arreglado, enmarca un rostro aún bello, a pesar de sus más de setenta años. Llaman la atención unos ojos clarísimos, que debieron ser su mejor arma de seducción en otro tiempo. A primera vista, Isabel es una mujer imponente, altiva, incluso algo distante. Pero a medida que vamos creando un espacio de confianza y confidencias, muestra esa otra naturaleza suya, la más íntima y quizás la más auténtica. Isabel entra en el mundo de las confidencias… sin miedo ni artificios, de una forma sencilla y directa. Tiene una sensibilidad muy acusada y sus emociones hacen que se le rompa la voz cada vez que vuelve la mirada a su vida con la abuela; pero también se le alegran los ojos cuando escucha a Antonio Machín cantar eso de “Mira que eres linda”. Escuchando a sus cantantes preferidos se le ensancha el corazón de gozo; quizás porque esas músicas están ligadas a momentos felices, a la historia de amor que tan feliz la ha hecho y que apenas acaba de perder: un marido de los que no hay, eso parece, cuando exclama emocionada: “Mis hijos… yo quiero mucho a mis hijos, pero mi marido… eso no se puede explicar”... y una tímida lágrima resbala por su mejilla.
Isabel |
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