Este es un poema muy importante en mi vida. Está inspirado en una tarde llena de emoción y de esperanza, descubriendo la belleza del Parque Guell. El autor: Manuel, mi marido.
¡No ¡, no había caído la noche,
ni el cielo lloraba la ausencia de su dios,
ni el frío viento arrastraba las hojas muertas en el agrietado camino,
ni siquiera chupaba el dulce sabor de la tristeza,
pero sentí una poesía.
Volé entre las ramas ocultas de mis ilusiones,
movidas por un tibio huracán .
Las reconocí; unas felices bajo el peso de sus frutos;
Otras, secas y desgajadas por las manos del viejo gigante tiempo;
Algunas, aún jóvenes, entonaban la melodía eterna de la fantasía,
esperando la muerte del sol,
más allá de la ciudad,
más allá de los campos,
más allá de la mar,
más allá de la vida,
más, mucho más allá, en un lecho ensangrentado.
La sepultura de la luz fue sellada,
El rojo de herida fundióse con el pícaro celeste
El rojo de herida fundióse con el pícaro celeste
de focos que guiñaban,
que corrían, que temblaban.
Que paseaban orgullosos por sendas de sueño.
¡No¡, no tuve miedo,
seguí mirándome en aquellos ojos,
me zambullí desnudo en sus azules aguas
y busqué el tesoro de su sútil inocencia.
(M.A. Enero 1969)
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