Otro instante de emoción. Tarde del veintidos de junio. Centro de adultos Victoria Alba de Jerez. En el acto de final de curso, al que acuden más de cien personas; personas que en su día no pudieron acabar sus estudios primarios, o incluso no los iniciaron. Entre ellos muchísimas mujeres, la mayoría. Mujeres que esa tarde se había esmerado en su arreglo y aparecían guapísimas, como para una fiesta. Al fin y al cabo qué mejor celebración que esa: estar aprendiendo y disfrutando con descubrimientos que las hacen sentirse mejores, más valoradas, pero sobre todo más felices.
Cuando escuché mi nombre y salí a recibir la placa, me emocioné. La enseñanza de adultos tiene un significado especial para mí, porque me recuerda lo que siempre hizo mi madre en mi propia casa: enseñar lo que sabía a las personas que no habían podido ir a la escuela. Por eso me sentí muy orgullosa y honrada con ese regalo tan especial que se me hizo.
Mi agradecimiento a tanto entusiasmo por algo tan humilde como mi libro. Recibo el cariño y la admiración, teniendo muy claro quien soy y de dónde vengo. Al fin y al cabo, en lo fundamental, me siento una de ellas. Creo que es eso lo que transmito y de ahí el acercamiento que se da.
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