Alemania, ya
sea como crisol de tribus, como asociación de Estados o como Imperio, siempre
ha reivindicado su protagonismo como potencia continental. Dicha aspiración se
pone de manifiesto desde la intrusión de
las tribus germánicas en los territorios del antiguo Imperio Romano, pasando
por El Imperio Carolingio o el transcurrir del Sacro Imperio Romano Germánico.
Queda claro que Alemania, no es una nación cualquiera en la escena europea, al
contrario, sus posicionamientos y acciones han sido determinantes en el devenir
del continente desde antes incluso del Congreso de Viena de 1814, cita
histórica en la que el Canciller austríaco Metternich marco los tiempos de la
restauración del viejo Status Quo tras la victoria sobre la Francia
napoleónica.
La eclosión
de Alemania como unidad política cohesionada nace de la mano del Canciller
Bismarck, que hábilmente aprovecho las sinergias producidas por la victoria en
la guerra franco-prusiana de 1871 y el desarrollo industrial de las economías
de la mayoría de los Estados Alemanes. Se precipita así la reunificación en
torno a Prusia y Baviera (con la exclusión de Austria). Con más de 540.000
km2 y 41.000.000 de habitantes, emerge
en 1871 El Segundo Imperio Alemán (Deutsches Kaiserreich) bajo el mando del
Emperador Guillermo I, Imperio considerado
(junto con el Imperio Británico) una potencia mundial de primer orden
del último tercio del siglo XIX y principios del XX.
Esta
Alemania, poderosa y unida, potencia económica preponderante en la política de
la UE, territorialmente (casi) recuperada y con más de 80 millones de
habitantes, es la que conocemos los europeos de hoy. Admirada por muchos, nos
fascina “La marca Alemania” considerada a veces sinónimo de lo que hay que
hacer y que ha llegado a nuestros días impregnada de expresiones míticas: acero
alemán, precisión alemana, productividad alemana, disciplina alemana,
mentalidad alemana, y otros términos que expresan la mezcla de admiración y
temor que provoca a veces el carácter y comportamiento germano como colectivo.
Entre el
naciente imperio alemán de 1871 y la realidad económica y social de la llamada
locomotora europea de la segunda década del siglo XXI, ha transcurrido el siglo
XX, testigo de las consecuencias históricas, (terribles consecuencias)
derivadas de la forma que utilizó Alemania para expresar la grandeza de una
nación. Queda como muestra el extenso período de guerra y destrucción que asoló
Europa entre 1914 y 1945 (la pausa 1918-1939, sólo sirvió para el rearme
militar y para permitir el desarrollo de una generación de jóvenes europeos que
seguidamente fue sacrificada en los campos de batalla).
La creación
de la Sociedad de Naciones, de la ONU y hasta la propia firma del Tratado de
Roma que pone en marcha los mecanismos de desarrollo de la actual Unión
Europea, tienen parte de su origen en la necesidad de evitar en el futuro
posicionamientos excluyentes y belicosos como los que Alemania proyectó sobre
el resto de países. Alemania y sus acciones agresivas, fueron determinante en
la creación de organismos supranacionales de control y resolución de conflictos
que evitasen un suicidio colectivo a la Comunidad Internacional, máxime cuando
las dos superpotencias nucleares se enzarzaron en una guerra estratégica e
ideológica en la que Alemania también sería protagonista indirecta.
Otros actores históricos
No se trata
de exponer de nuevo la pretendida resistencia teutona a reconocer la asunción
de responsabilidades por el inicio de los conflictos bélicos, sin duda otras
potencias como Inglaterra y Francia son corresponsables (junto con la miopía
político-estratégica de los EEUU) de no haber hecho lo suficiente para evitar
el estallido de la guerra, pero sólo Alemania fue capaz de llevar hasta las
últimas consecuencias sus ansias colectivas de prevalecer sobre los demás
mediante la utilización de la guerra total y la aniquilación colectiva de otros
pueblos, incluido el alemán.
Naturalmente
que estos acontecimientos bélicos tienen que ver con actitudes de grandes
países que por omisión, por inacción, acentuaron la determinación alemana de
expandirse y prevalecer. Ese es el caso de la Inglaterra postimperial, bien
posicionada en su isla-portaviones, aislada y/o unida selectivamente al
continente en función de sus intereses y condicionada por su siempre especial
relación con EEUU. Una Francia asentada como potencia colonial y continental,
país de primer orden en lo ideológico y cultural, siempre en competencia con
Alemania, con la que mantiene desde hace siglos una relación de desconfianza,
competencia y temor.
Por último y
no menos importante, la presencia del gigante ruso en el este de Europa. La
existencia e influencia de Rusia en el devenir europeo es de vital importancia,
(ya sea como imperio zarista, como unión de repúblicas socialistas, o bien como
país capitalista) no se puede entender la historia del continente sin el papel
que Rusia ha jugado en Europa, sobre todo por su proximidad (otra vez la
geografía) con respecto a Alemania. De
hecho, los condicionantes y hechos históricos que se desarrollan en Europa
respecto a la Alemania perdedora de la guerra en sus dos fases (1914-18 y
1939-45) tienen mucho que ver con la situación geoestratégica e ideológica del
continente europeo respecto a Rusia desde
1950.
Cuando la historia la escriben los perdedores
Siempre se
ha dicho, y forma parte del imaginario colectivo, que la Historia la escriben
los vencedores. Esta afirmación es posible que sea cierta en términos
generales, pero el devenir de los acontecimientos del último siglo nos está demostrando
que no siempre es así. Nadie duda del liderazgo angloamericano posterior a 1945
o de la preponderancia de las potencias nucleares iniciales (Francia, Reino
Unido, URSS y EEUU) nacidas al calor de
la Guerra Fría”. El escenario mundial quedó dominado por los arsenales
militares, el dólar y la potencia económica de EEUU. Existen sin embargo diferentes maneras de
condicionar los acontecimientos históricos, incluso desde la perspectiva de los
vencidos. Sobre todo si se trata de una nación como la germana.
Alemania
como perdedora de la guerra, queda disminuida, destruida físicamente y
posteriormente dividida territorialmente. Vitalmente agotada. No obstante, y a
la vista de la situación actual en Europa la pregunta es: ¿Realmente escriben
siempre la historia los vencedores? Son muchos los que se cuestionan sí
realmente la historia posterior a 1945 se ha escrito por parte de las potencias
vencedoras. Sobre todo a la vista de la actitud que Alemania sostiene para con
sus socios comunitarios de menor entidad y peso específico. Aquellos países
escuadrados en el bando de los que están financieramente en quiebra técnica y
han sido forzados por la UE, (léase Alemania) a rescates bancarios y planes de
ajuste económicos tan duros, que recuerdan (salvando las distancias) la
situación social de la Alemania de postguerra. Aquella Alemania que tuvo que
ser rescatada de entre las ruinas de sí misma no hace más de 70 años. No se trata de ocupar nuevamente Berlín
militarmente, no se trata de buscar similitudes imposibles entre la Alemania
nacionalsocialista de 1939 y la actual Alemania, democrática, autonómica, rica
y participativa. Sólo un necio o un malintencionado intentarían algo así.
Sí se trata en cambio, de analizar las actitudes actuales partiendo de los datos históricos, incluso de aquellos que el Establishment quiere selectivamente olvidar o manipular. Por ejemplo, algo tan obvio cómo que la realidad de la Alemania de hoy ha sido posible gracias a grandes dosis de generosidad y complicidad de la Comunidad Internacional, incluido los países de su entorno más inmediato. Por otra parte, nadie puede negar el espíritu colectivo y emprendedor de este pueblo. El plena expansión económica de los años 90 del pasado siglo, el canciller Helmut Kohl realizó una reforma laboral profunda adelantándose a muchos de los problemas que posteriormente sufrirían otras economías de la Zona Euro. A Kohl se costó perder las siguientes elecciones pero como siempre, los alemanes hicieron lo que tenían que hacer. También es cierto lo mucho que los alemanes trabajaron para ayudar a la recuperación económica de su país tras la guerra. Nadie duda de su cuota de participación en el milagro alemán. Ahora bien, es necesario analizar otras variables respecto a la recuperación alemana que no deben ser ignoradas o silenciadas a las actuales generaciones de europeos.
Sí se trata en cambio, de analizar las actitudes actuales partiendo de los datos históricos, incluso de aquellos que el Establishment quiere selectivamente olvidar o manipular. Por ejemplo, algo tan obvio cómo que la realidad de la Alemania de hoy ha sido posible gracias a grandes dosis de generosidad y complicidad de la Comunidad Internacional, incluido los países de su entorno más inmediato. Por otra parte, nadie puede negar el espíritu colectivo y emprendedor de este pueblo. El plena expansión económica de los años 90 del pasado siglo, el canciller Helmut Kohl realizó una reforma laboral profunda adelantándose a muchos de los problemas que posteriormente sufrirían otras economías de la Zona Euro. A Kohl se costó perder las siguientes elecciones pero como siempre, los alemanes hicieron lo que tenían que hacer. También es cierto lo mucho que los alemanes trabajaron para ayudar a la recuperación económica de su país tras la guerra. Nadie duda de su cuota de participación en el milagro alemán. Ahora bien, es necesario analizar otras variables respecto a la recuperación alemana que no deben ser ignoradas o silenciadas a las actuales generaciones de europeos.
La (i)lógica del poder
No todos los
países tiene el mismo valor y consideración en la escena internacional,
posiblemente esta situación se produce por
poderosas razones de peso político y económico, puede ser que pertenezca
al terreno de “la lógica del poder”, pero no deja de ser un enorme ejercicio de
hipocresía, pretender que la legalidad y la seguridad jurídica alcanzan por
igual a todos los países encuadrados en las organizaciones internacionales del
corte de la OMC (Organización mundial de Comercio) la OCDE (Organización para
la Cooperación y el Desarrollo en Europa) o la misma UE (Unión Europea).
Esa misma
lógica del poder permite que potencias (nucleares) como Rusia, ingresen y
firmen los tratados de la OMC, para posteriormente incumplir de forma
arbitraria y prepotente las relaciones contractuales con terceros países,
dejando de respetar los acuerdos, tarifas y todo tipo de normativas basadas en
el derecho internacional y en las reglamentaciones de la propia OMC. De una
parte la impunidad del gigante ruso, de otra la indefensión de aquellos países
o empresas de países medianos o pequeños que sufren la falta de efectividad de
los organismos internacionales de control.
Esa misma
lógica del poder, hace que países como EEUU, intervengan en el espacio aéreo de
gobiernos europeos aliados para utilizar
sus aeropuertos como tránsito en su guerra sucia contra el terrorismo. Esa
misma lógica del poder permite que grandes multinacionales no sean realmente
juzgadas por la justicia por las tragedias humanas de las que son responsables.
(1984. Bhopal, India. 3000 muertos por envenenamiento en una sola noche,
responsable: la multinacional Unión Carbide. Condenados: ¡¡algunos mandos
intermedios indios!!).
La misma
lógica del poder hace que países como Grecia, fueron prácticamente acosados y
obligados a declarar la bancarrota y dedicar todos los recursos del país a
pagar deuda e intereses de la deuda, colocando a sus habitantes en una
situación de emergencia nacional, peligrando la sanidad, la educación, las
ayudas sociales y las pensiones de los trabajadores. Realmente la deuda
contraída por Grecia con la banca internacional es enorme, sobre todo con una
de las bancas más potentes de la zona euro como es la banca alemana. Nadie duda
de la mala gestión de los sucesivos gobiernos griegos y su parte de
responsabilidad en el “agujero negro” en que se ha convertido la economía
griega. Pero para hablar de deuda contraída, de recortes y obligaciones
incumplidas es necesario ampliar el análisis a todo el espectro europeo y
recordar parte de la historia reciente del viejo continente. Quizás el país más
implacable y rígido en el tratamiento de la deuda de los países del Sur de
Europa, (Grecia, España o Portugal) es precisamente el que tiene un histórico más amplio de incumplimientos y de
muestras de ayuda y solidaridad internacional. ALEMANIA.
La historia
de Europa no comienza con la creación de la UE, es necesario volver a recordar
las bases sobre las que se han construido determinadas realidades nacionales
como la Alemania de postguerra. La situación geoestratégica de 1950 es tan
grave que los Estados Unidos y sus aliados pretenden que la nueva Alemania, la
Alemania Federal, sea un ejemplo de lo que el mundo capitalista ofrece a los
trabajadores, en detrimento de los postulados de los países socialistas que
ofrecían su pretendido paraíso de los trabajadores. En el combate ideológico
que se entabla entre el Este y el Oeste, Alemania es un escaparate
propagandístico de primer orden para el Occidente capitalista.
Los
vencedores no pueden permitir que Alemania aparezca como un país retrasado que
no es capaz de superar la postguerra y relanzar su economía de corte
capitalista por delante de la República
Democrática Alemana. (RDA). Fruto de esta situación coyuntural, se producen los
primeros movimientos tendentes a liberar a Alemania de gran parte de sus
obligaciones económicas como perdedora de la guerra, concretamente, aminorar,
renegociar o simplemente renunciar al cobro de las indemnizaciones acordadas en
los tratados de paz. Alemania amenaza con abandonar la vigilancia y defensa de
la frontera con el bloque comunista por falta de recursos económicos, ya que
está obligada a dedicar gran parte de su PIB al pago de deuda de guerra.
Además de las repercusiones económicas y
sociales del Plan Marshall y bajo los auspicios de EEUU, se inaugura en 1952 la
Conferencia de Londres, en la que representantes de la banca internacional y de
los bancos centrales de 20 países acreedores renegocian la deuda con el
gobierno de la República Federal de Alemania (RFA), heredera en cuestión de
responsabilidades financieras del régimen nazi. En dicha Conferencia se
renegociaron un total de 29.700 millones de marcos, de los cuales 13.600
correspondían a deudas impagadas desde el Tratado de Versalles y 16.100 a
créditos concedidos en la postguerra bajo los auspicios del Plan Dawes y
posteriormente del Plan Young, acuerdos
que refinanciaron la deuda alemana tras la derrota de 1918 y que tuvieron
eficacia desde 1924 y que fueron interrumpidos por el Crack bursátil de 1929 en
EEUU.
A modo de conclusión
Las deudas
correspondientes a la Primera Guerra Mundial ¡¡no fueron liquidadas totalmente
hasta octubre de 2010!! La quita
conseguida en Londres se calcula en 14.600 millones de marcos de 1952. Más del
50% de la deuda condonada se justificó por la ya mencionada necesidad de
rearmarse ante la amenaza soviética en pleno inicio de la Guerra Fría. El resto
de la renegociación giró en base a la imposibilidad de pagar las cantidades
adeudadas mientras Alemania siguiera dividida en dos, ya que la RDA (la
Alemania comunista) se inhibía de atender cualquier reclamación al respecto.
Hubo que esperar a la caída del Muro de Berlín en 1989 para que la Alemania reunificada abonara los
últimos 3.000 millones de € pendientes de pago. Otra ayuda inestimable a la
recuperación alemana fue la vinculación del pago de la deuda de guerra al
aumento de las exportaciones, dedicando parte de las divisas obtenidas a
atender las obligaciones financieras, de modo que a finales de los años 60 del
pasado siglo, con el milagro alemán en pleno auge, queda liquidada la parte de
las indemnizaciones que no se vieron afectadas por otros mecanismos de ayuda
como amplios períodos de carencia y reducciones en los tipos de interés
aplicados a los préstamos de postguerra.
En realidad los acreedores internacionales renunciaron de una u otra
forma al cobro de gran parte de la deuda contraída entre 1914 y 1945.
Por
contraste, la misma Alemania que se reconoció a sí misma como heredera jurídica
y económica de las indemnizaciones, y que firmó la rendición en 1945, no ha
satisfecho las obligaciones económicas y morales que tiene pendientes con
Grecia, país que ha sufrido una hecatombe económica y financiera entre 2010 y
2013 y que tiene pendiente el cobro de más de 163.000 millones de dólares en
concepto de daños de guerra y de otros 332.000 millones estimados como
reparaciones por la devastación del territorio heleno durante la Segunda Guerra
Mundial (Jaques Deplá). Incluidos un préstamo de 3.500 millones de dólares que
Hitler obligo a asumir al gobierno griego con el pretexto de reconstruir las
infraestructuras destruidas por la propia Wehrmacht.
Nueve veces
ha solicitado Grecia el pago de las indemnizaciones a Alemania, nueve veces sin
obtener resultado alguno y con el silencio cómplice del resto de la Europa
desarrollada. La misma Europa que exige sacrificios sin límite a la población
helena y que no cede en sus exigencias respecto a los plazos de devolución de
la deuda. ¡¡Que ironía por parte de los acreedores exigir a Grecia el
escrupuloso cumplimiento de los compromisos crediticios en 2010, el mismo año
que los alemanes liquidan la deuda de la Primera Guerra Mundial, 92 años
después de la firma del Tratado de Versalles y tras todo tipo de dilaciones,
aplazamientos y condonaciones!! ¿Dónde estaría la Alemania de 1950 si el resto
de países de su entorno político y geográfico hubieran tomado posiciones
intransigentes y egoístas similares a las que la UE (léase Alemania) exhibe
actualmente ante la Europa deudora?
AUTOR: Guillermo Garoz. Sociólogo. Voluntario de CEAIN
AUTOR: Guillermo Garoz. Sociólogo. Voluntario de CEAIN
El que ha escrito esto no tiene ni idea de lo que escribe, de principio a fin. Pura propaganda.
ResponderEliminarMira que llevo tiempo sin intervenir, pero es que casi me ha dado angustia después de leer la deposición. Otra victima de la LOGSE, que con cuatro retazos escribe lo que la gente quiere leer. Solo medias verdades, si llega. Y conozco el paño.
Saludos a todos
SOY YO